No soy afecto a celebraciones ni mucho menos a festejos que se enmarcan en una necesidad de comprar para regalar, bajo un mercantilismo que minimiza los verdaderos sentimientos que cada uno debe de expresar cotidianamente y no necesariamente en una fecha especial. Por otro lado, si bien existe una leyenda que ubica a un sacerdote llamado Valentín, que en el Siglo III y en un franco enfrentamiento con el emperador romano Claudio II, casaba en secreto a jóvenes que tenían prohibido el matrimonio por cuestiones bélicas; es decir que el joven soltero sería mejor soldado que aquel con familia; esta historia puede ser falsa y fruto de un invento del escritor inglés Geoffrey Chaucer (1343-1400), pues las referencias históricas sobre el 14 de febrero surgen precisamente después del año de 1375, partiendo de un poema que escribió precisamente Chaucer en esas fechas.
No sé en qué medida esta postura antisocial sea mal vista y realmente, no me importa; sin embargo representa para mí un motivo de reflexión lo que el conquistador español que tuvo como nombre Nuño Beltrán de Guzmán (1490 – 1558), hizo precisamente un 14 de febrero pero del año de 1530.
En Michoacán reinaba un monarca conocido por la historia como de Zintzicha, Tangaxoan o identificado mejor como Caltzontzin. Sabiendo la forma en la que Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano (1485 – 1547) había llevado a cabo la guerra de conquista en nuestra patria, sabedor de que gradualmente se establecían alianzas con pueblos que terminarían con el dominio de los mexicas, que a final de cuentas eran opresores, voluntariamente se entregó, no solamente jurando un vasallaje ante los españoles, sino también ofreciendo presentes extraordinariamente valiosos. La sola visión de los presentes generó en Nuño de Guzmán una ambición desmedida y calculó que la riqueza que podría obtener de ese indígena sobrepasaría con mucho lo que veía. Los conquistadores dentro de una ignorancia descomunal pensaban en el oro como un metal para establecer comercio, mientras que nuestros ancestros lo veían como un elemento representativo de belleza. La exigencia de los conquistadores de entregar oro generaba como respuesta que era un metal obtenido tras muchos años de recolección. Sin creerles, Nuño de Guzmán apresó a Caltzonzin y después de torturas, vejaciones, maltratos y encierros, no pudiendo obtener más oro, decidió portarlo como un rehén por toda la región para solicitar elementos de valor en un verdadero secuestro.
Nuño de Guzmán, en una postura de verdugo, insaciable, ambicioso y codicioso generó un drama cuyos pormenores se encuentran descritos en una forma fragmentada, por todas las regiones en las que anduvo. Por principio de cuentas se describen cantidades enormes que, vasallos y amigos, pagaron por su rey en una forma totalmente infructuosa. Convencido de que ya no podía obtener más beneficios, pese a extorsiones verdaderamente infames, se dirigió a un lugar conocido como Puruándiro. Ahí comenzó a consumar el más aborrecible de los crímenes, inventando para Caltzonzin una serie de mentiras y calumnias para poder justificar una fechoría que ya preparaba en su torcida mente.
Adoptando la postura de juez y de verdugo, acusó a Caltzonzin de conspirador. Planteó que mantenía en una forma oculta su antigua religión, traicionando al catolicismo, con el fin de alentar un proceso de desobediencia y así dar muerte a los españoles. Sin poder tener la mínima defensa, Caltzonzin fue amarrado a un caballo para ser arrastrado y después de este tormento, fue quemado vivo en una hoguera.
Este acto verdaderamente infame no solamente ha sido relegado al olvido cada 14 de febrero, fecha en la que Caltzonzin fue asesinado en una forma inimaginable en su crueldad. Resulta también verdaderamente oprobioso que no se sepa esta historia. No todo es amor y amistad, sobre todo cuando imaginamos lo que sucedió hace 490 años.
Puede ser que mi visión sea extremadamente radical y por supuesto criticable, cuando en lugar de salir a comprar flores, chocolates, perfumes o tarjetas, me ponga a buscar información por estos sucesos que nada tienen de relación con la amistad, mucho menos con el amor, pero estoy seguro de que una de las formas con las que contamos para construir una sociedad mejor la constituye la educación y sobre todo la investigación. Y entonces sí podremos establecer juicios justos considerando los sentimientos más valiosos dentro de nuestra comunidad.