Viernes, abril 26, 2024

La Casa de la Cultura de Puebla

Ya hacía tiempo que no entraba a la Casa de la Cultura, no se ha escuchado nada interesante para visitar, salvo el concurso de ofrendas durante nuestra tradicional Festividad del Día de Muertos. Ha sido evidente la disminución radical en el quehacer artístico y cultural que dicha sede ha sufrido en los últimos años.

Con sorpresa entré a las únicas dos salas abiertas: una en la planta baja y la otra en el segundo nivel. Antiguamente (por lo menos en la década anterior) se abría la Sala José Manzo con exhibiciones de envergadura o, por lo menos, representativas del quehacer artístico y cultural de Puebla, o bien, con muestras de artistas invitados y connotados. Ahora permanece cerrada.

La sala Héctor Azar, dedicada a quien es recordado por su empuje, entusiasmo y capacidad para levantar la actividad artística y cultural de este estado, permanece abierta en la planta baja y nunca se ha distinguido (desde que dejó de ser librería) como una sala de altos vuelos. Ahora se presenta la exposición titulada Luces de África de Martha Cortés Cirett y que permanecerá hasta el 13 de octubre del presente año. Sea trata de una muestra emanada de su viaje al continente más longevo de nuestro planeta, son rostros representados en su mayoría al óleo sobre lienzo. Aquí se presentan trabajos muy básicos y que requieren de mucho estudios en varios aspectos: en la anatomía; en el manejo del material; en color y sus posibilidades de matices, tonalidades y contrastes; en los manejos de planos y composición; así como se requiere de mucho trabajo para sacar provecho de su propia capacidad expresiva, para dar pie a la experimentación y, por supuesto, para que tenga lugar la fecundación de propuestas.

La temática abordada dota de pretextos suficientes que aluden a la belleza: la piel, los ojos, los textiles, las texturas. Pero el conjunto no lo logra, y se comprenden los resultados desde la práctica autodidacta de Martha Cortés. Falta estudio. Falta trabajo, sobretodo si se pretende ser realista o figurativo.

Lo que es francamente reprobable es que el texto introductorio esté escrito por la misma persona que expone, sin el menor recato ni modestia.

La aportación de Martha Cortés en este particular, son sus trabajos de chapopote sobre papel, pues en ellos se distingue una mejoría plástica, al tratarse de una técnica que no permite la repetición sobre lo ya pintado, por lo que se vuelve un trabajo más fresco, espontáneo y de mejores resultados visuales, tanto en la expresión como en el manejo de volúmenes.

Por los pasillos de la segunda planta se puede otra exposición, dispersa tanto en la disposición de los objetos como en la museografía y contenido temático de lo que pretende ser una muestra colectiva de 20 artistas, misma que se ha titulado Ventanas al Aire y también permanecerá hasta el 13 de octubre.

En esta exhibición hay dos trabajos escultóricos: una en aluminio -cuya cédula no encontré- que goza de movimiento, con clara influencia de Nierman en su conjunto, pero con aportación propia, pues las formas de cada elemento que le compone son orgánicas, por lo que la mayor influencia es claramente la naturaleza. El escultor aún puede atreverse a jugar más con estas formas: a romperlas, trasgredirlas y seguir proponiendo. La segunda escultura es de Laura G. Morles, y se trata de una clara influencia de Soriano pero hecha con cemento, polvo de granito y óxidos, técnicamente bien resuelta.

En cuanto a trabajos bidimensionales, cabe resaltar la calidad técnica y la propuesta de ideas –aunque muy evidentes- del dibujo de Liz Zabroky; la impresión cromogénica de Eugenia Belden y la pintura al óleo de Ana Sepúlveda.

Atravesando el Futuro es la exposición que alberga la sala Juan Tinoco, con un agraciado título para una exposición que no plantea el futuro, ni siquiera ha asumido el presente artístico, la contemporaneidad, como para poder conversar en torno al futuro y menos de atravesarlo. Espero que el título sea un aliciente de lo que realmente quieran proponer en su propio futuro los 17 estudiantes de artes plásticas de la UDLAP que configuran esta exposición. En otras palabras, no dilucido ningún planteamiento estético personalizado y contemporáneo.

En el texto introductorio se habla de formas de representación realistas, hiperrealista, expresionistas y abstractas. Para ser franca, no distinguí tanto, mucho menos hiperrealismo. Lo que se aprecia son representaciones figurativas –en su mayoría- con temas muy variados y abordados desde diferentes ópticas y resueltos con diferentes métodos.

Se distingue calidad técnica en los trabajos al óleo de Alexis Zúñiga, quien consigue una mejor representación en el paisaje que en el bodegón, donde puede optimizar su trabajo de matices para conseguir una mejor volumetría.

Ambas exposiciones colectivas carecen de unidad, no hay ningún hilo conductor entre las obras, ni en tema, ni en corriente, ni en técnica, por lo que más bien parece una salpicadura de colores sin orden ni concierto. El mismo montaje de las exposiciones podría haber tenido cierta adecuación al formato, al color, a la temática. No hay un resolución, nada que oriente o facilite el recorrido visual de la muestra, por lo que la expectación se realiza con constantes tropiezos y altibajos. Hizo falta trabajo de curaduría para congregar trabajos de los participantes, o que estos se pusieran de acuerdo en una tema a abordar, por ejemplo. También faltó trabajo museográfico para que la distribución y organización de los trabajos les concediera mayor rendimiento a su esfuerzo, pero también que pueda ser percibida con decoro y facilite la comprensión y consecuente discernimiento desde la expectación.

En fin, que la Casa de la Cultura de Puebla, después de alrededor de dos décadas de buen funcionamiento, en una época en la que se le dignificó con trabajos ejemplares de artistas con trayectoria, con colectivas de artistas de talla nacional e internacional; con exposiciones y actividades paralelas que hicieron que la sociedad se involucrara en ellas y que elevaron los parámetros culturales de Puebla ciudad y estado. Ahora veo con tristeza y vergüenza cómo ha caído otra vez a lo último de una galería de provincia, esto en el sentido de descuido, de consecuencia de un sistema centralizado. Un visitante me pregunto si estos espacios eran los más emblemáticos de la actividad artística de Puebla… quise que me tragara la tierra…

Así, la Casa de la Cultura de Puebla se ha convertido en una sede folklorista. No tengo nada en contra de nuestras representativas tradiciones culturales mexicanas –faltaba más- pero estarán de acuerdo en que no es lo único representativo de nuestra cultura, ni de nuestro país, ni de nuestra región.

La Casa de la Cultura de esta entidad debería de enriquecerse con más variedad y sobretodo calidad de actividades artísticas. Es un espacio donde debe primar la gestión cultural y todo lo que implica: ser incluyente, pero selectivo; organizar espectáculos de danza, pero también conciertos, y un sinfín de posibilidades. Para lo cual la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado –que se ha distinguido por no hacer absolutamente nada- ha de gestionar espacios de exposición para artistas emergentes, en formación o aficionados, anteriormente se contaba con el Instituto Cultural Poblano para estos fines… uno de tantos espacios culturales que se convirtieron en oficinas burocráticas. Las salas de exposición de la Casa de la Cultura deberían destinarse a artistas con trayectoria, artistas que se han de presumir, dada la ubicación y asistencia de público local y foráneo, deberían de permitir esos espacios a la presunción de lo que se factura en Puebla como arte contemporáneo, arte actual, arte vivo, y no el anquilosado, el falto de técnica. Configurar exposiciones planeadas, gestionadas, curadas, con formato museográfico. De otra manera estamos dándonos a conocer como una ciudad capital de provincia cuya actividad artística no vale la pena voltear a ver, ni conocer y mucho menos recomendar. Puebla se presenta como un estado vació de valores artísticos, ni la sombra de lo que fue. Y no es así.

Esto evidencía que quienes están a cargo de la gestión cultural desde la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla o son tan ignorantes que desconocen el quehacer artístico poblano, o no saben lo que es la gestión cultural ni cómo funciona, o no les interesa mas que cobrar un cheque por no hacer nada… como un eco latiente de nuestros senadores y diputados.

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