Viernes, abril 26, 2024

¿Quiénes son los violentos?

Por Alberto López Limón

Primera de dos partes

Desde la conformación del moderno estado mexicano, el país ha cuzado diversas épocas de violencia institucional. Salido de la revolución más radical de América Latina, la iniciada en 1910, derrotando a los ejércitos insurgentes campesinos y las fuerzas feudales porfiristas existentes, el capitalismo tuvo un desarrollo particular que lo diferenció, hasta la fecha, de muchos otros países. Lo primero que trató de realizar fue desarmar al pueblo (sin importar su ideología) a fin de conquistar el derecho -pues todo derecho es del que se impone- de ejercer el monopolio de la fuerza. No fue tarea sencilla. Sus contradicciones internas y de las fuerzas extranjeras que intentaban apoderarse de las riquezas de la nación, dificultaron la tarea. Golpes de Estado, asonadas militares, ejecuciones sumarias, asesinatos a los nuevos líderes de la política emanados y beneficiados por la revolución, en particular a los que quedaron incorporados al Ejército Mexicano, aunado a la criminalización de la lucha social, convirtiendo los anhelos y esperanzas plasmadas en la Constitución, en delitos de orden social y económico, se unieron a las formas de desorganizar al naciente movimiento obrero-sindical, comprando, dando regalos, promociones y beneficios económicos y sociales, o en su defecto incorporarlo, supeditado a los intereses de casta de la burocracia política y económica surgida, en  vias de consolidación, negando su derecho a la toma del poder, a ejercer el poder en disputa.

La independencia del pueblo, su autonomía fue y es combatida para evitar su libertad, sus decisiones protectoras de su cultura, cuestionadoras de todo lo que le dañe, de defensa de sus tierras, aguas y, principalmente, de su trabajo.

Para consolidarse como oligarquía inició diversas etapas que confluyeron en negociaciones y acuerdos internos y con sus enemigos temporales: apoyó a quienes pudieron ponerse de acuerdo, interna y externamente, a fin de terminar con la violencia institucional que continuaba desde la guerra de independencia en 1810; y los benefició social y económicamente. Para los demás, ejerció su violencia (usando al Ejército y las diversas policías). A los campesinos que exigían sus derechos plasmados en la Magna Carta, en el artículo 27, en muchos casos, únicamente les otorgó la tierra que recibieron para cubrir sus tumbas; a los obreros que exigían la aplicación del artículo 123, les dio persecución, encarcelamiento y muerte; a los estudiantes que luchaban por una educación crítica, científica y popular les dio una cultura ajena a sus tradiciones y su complemento el creciente uso de las drogas, primero la mariguana y después todo el abanico de drogas sintéticas, a sus demandas respondió con el cierre de sus escuelas, a la moral de entrega a los más necesitados oredenó la persecución, la cárcel y la muerte. Los únicos beneficiados por el sistema fueron algunos dirigentes que se prestaron a traicionar a sus compañeros.

El engaño, manipulando los deseos de cambiar las cosas por métodos pacíficos, legales, después de un largo proceso violento, fue utilizado a conveniencia del poderoso. La naciente ciudadanía quería la paz, la prosperidad del país, un mejor futuro para sus hijos, la igualdad social, la justicia de las instituciones republicanas. Querían que su muerte o sacrificio, de ellos y sus padres, sirviera de algo, que se acabara la miseria de la inmensa mayoría del país. Que hubiera un futuro para todos. Que fuera distribuida correctamente la riqueza entre todos. Por un tiempo, las fuerzas involucradas honestamente creyeron en esa posibilidad. La historia, los intereses oligarcas y pro imperialistas, negaron la posibilidad de transitar por esos rumbos. El capitalismo se fortaleció. La mayoría desorganizada fue lentamente vencida; se impuso el proyecto del capital.

Para solucionar sus contradicciones internas, en particular las del cambio de las estructuras de dirección política del país, otorgó amplios beneficios económicos a sus similares (aunque se los negó al conjunto de la nación), los dejó que se enriquecieran sin importar el costo social (expropiación de tierras campesinas o apropiación de ellas al no devolverlas a sus legítimos dueños). Dinero dado para corromper conciencias de dirigentes propensos a enriquecerse a costa de los demás, a obtener prebendas sin ser resultado del esfuerzo de su trabajo. A quienes siguieron insistiendo en beneficiarse de sus logros e incursionar en la dirección del país, a los que verdaderamente competían por tener casi los mismos méritos que la casta que se empezaba a consolidar, armó un pacto y crearon un partido para dirimir dentro de él sus diferencias sin que desestabilizaran al país y llevaran a un nuevo proceso de disolución del Estado. Después de cambios internos y conseguir, por fin, su centralidad (unificación del mando) dio origen al Partido Revolucionario Institucional.

Paralelamente, fueron sometiendo a los poderes Legislativo y Judicial al poder Ejecutivo, en todos los niveles. Crearon un nuevo pacto “porfirista”. Sin embargo, el proceso no fue lineal. Surgieron controversias y nuevamente la disidencia. El nuevo pacto, al ser aristocrático, no tomó en cuenta a todos los que conformaban esa casta. El Henriquismo ilustra esa forma de expresión. Nuevamente se utiliza la corrupción, la compra de conciencias, la amenaza y la represión.

Otro de los cambios importantes fue poner fin al proceso popular del Ejército surgido del levantamiento popular. Supeditar el mando militar al civil. Profesionalizar a todos sus mandos bajo un mandato único. Rolar sus mandos estatales a diversas zonas tanto para evitar la confraternización con sus compatriotas como para evitar la acumulación de un poder que hiciera que pudiera competir de nuevo con el poder central. El Ejército es institucionalizado, lo hace dependiente de la constitución, de la legalidad (y como el presidente emana de un proceso electoral, por ese simple hecho, pasa a ser su comandante en jefe), finaliza su independencia alejándolo de la política, en adelante, de acuerdo a las coyunturas del país tendrá una importancia que se expresará en forma institucional, a través de las Cámaras de Diputados y senadores, pero no por la fuerza o amenaza de violencia, sino como candidato del PRI, como individuo-ciudadano, sin importar su grado militar, y del gozo de su autonomía, al centralizar sus mandos, ya no decide por sí mismo.

(Continuará)

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