El portal de televisión por internet Netflix lanzó hace unos años una serie de televisión harto recomendable: House of Cards (2013), protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright y con la producción de David Fincher, destacado cineasta estadounidense. La serie que tiene cuatro temporadas ya, versa sobre la vida de un matrimonio dedicado exclusivamente a la política. Lo suyo es la consecución del poder a como dé lugar y para ello recurren a las artimañas más arteras y bajas, como la manipulación, la mentira, la corrupción y hasta el asesinato. No obstante, a lo largo de la serie acaso la estrategia más empleada por Frank Underwood (Kevin Spacey) sea la mentira, lo que le permite desarrollar una compleja red de complicidades que lo mismo engatusan a los individuos que a nivel mediático a las masas. Conforme pasan los capítulos, poco a poco los autores van exponiendo los múltiples vicios de la democracia estadounidenses –y para el caso, la occidental– que permiten que personajes como estos lleguen a los estadios más altos de la política de ese país. Todos tienen agendas ocultas y son corruptibles y por influencia directa o de terceros, logran pervertir lo más sano que cualquiera de los personajes de la serie pueda tener. Por supuesto, los creadores toman fragmentos de la vida cotidiana de los políticos y los llevan al extremo que demanda la ficción; sin embargo, en esta serie nos damos cuenta que la realidad se confunde constantemente con la ficción al grado de que suponemos sin temor a equivocarnos, de que mucho de lo que se ve en la pantalla es absolutamente cierto.
Claro está que estoy hablando de una serie televisiva y no de la realidad mexicana; aunque podríamos jugar un poco a las comparaciones. En nuestro país, la mentira es una constante en todos los ámbitos y niveles, de manera que la tenemos casi casi patentada. Por tanto, el hecho de que desde la presidencia de la República se afirmara que la reforma energética traería una reducción de las gasolinas y de la energía eléctrica y que, a la vuelta de unos cuantos meses de aprobada tengamos estos aumentos de terror, innegablemente nos lleva a pensar que o nos mintieron para vendernos una reforma pésimamente planeada, o nos mintieron para inocularnos una reforma que beneficiaría a unos cuantos. Como afirmó Lorenzo Meyer en la edición de esta semana de Primer Plano para el canal Once: “…éste es el momento en que deberían de entregar las cuentas de esa posición original, realmente no sirve Petróleos Mexicanos (Pemex) ya, no lo dejaron servir, y fue muy bueno como recurso para justificar la entrega de una riqueza nacional que había costado muchísimo rescatarla de manos extranjeras y privadas, devolvérselas, y no, no sirve, no sirve Pemex, pero no es por Pemex, es por una decisión desde arriba y de poner en las cúpulas a una punta o de ineptos o de ladrones. Y claro, ahora ya no tenemos ni la ventaja de la privatización ni la ventaja de una empresa que en un tiempo original ponía los precios según la necesidad del mercado, y a veces nos daba muy baratos los precios de los hidrocarburos para que pudiera la industria lanzarse por el camino que entonces tenía en los 50’s, 60’s, 70’s de industrializar al país”. Hay, si seguimos este argumento, una deliberada merma en la paraestatal, con el mañoso fin de hacernos ver la necesidad de su privatización. Como se ve, más mentiras.
Lo mismo pasa con la reforma educativa que se encuentra en entredicho y que suma cada vez más mexicanos –no sólo maestros y no sólo del CNTE– en su contra pues lentamente se empiezan a percibir las falacias que ostenta tal iniciativa. Mentiras dirigidas a manipular, a construir en y desde la educación, una estructura hueca que a la vuelta de los años habrá de mostrar sus consecuencias más nefandas en generaciones de mexicanos pésimamente formados. Más y más mentiras. La reforma en Telecomunicaciones se desinfló y no vemos todavía la calidad que supuestamente habría de traer la competencia; por el contrario, parece que no hizo más que generar contenidos más ramplones y faltos de imaginación.
En el mismo Primer Plano de este lunes, Leonardo Curzio opinó lo siguiente: “… tú ves un Petróleos Mexicanos deteriorado en los últimos años, pero échenle un vistazo a toda la infraestructura del país, vean las autopistas y carreteras que tenemos, el ochenta y tantos por ciento de la carga se mueve por carreteras, lo cual es una tragedia (…) ¿y no hay ferrocarriles en México? Sí, hay unos cuantos, pero no ha evolucionado la red ferrocarrilera, vean los aeropuertos que tenemos. (…) Se han comido la renta de este país sin que esto se haya reflejado en una inversión, que es a mi juicio la inversión pública no solamente la que permite el crecimiento económico, sino reduce un montón de desigualdades. (…) Pero bueno, yo no veo los millones con la reforma, y el crecimiento está en 2.4, y paradito así como si fuera un castillo de naipes, esta jauja que nos prometieron está todavía por llegar”. Lo que se ve, por tanto, es una simulación enorme, la mentira llevada a máxima política que oculta negocios perversos y justifica la lucha por el poder. En un escenario tal, los sujetos no tienen valía. Frank Underwood, personaje principal de la serie lo pone de esta manera: “El Camino al poder está pavimentado de hipocresía y víctimas. Nunca te arrepientas”.