Esta semana de vacaciones, la cartelera más bien languidece; sin embargo, comento un poco sobre dos films. El primero es Mente implacable (Criminal), cuarto largometraje del israelí Ariel Vromen, coproducción de EU y el Reino Unido cuyo cast incluye a Kevin Costner, Gary Oldman, Ryan Reynolds, Tommy Lee Jones, Jordi Mollá y Gal Gadot. Su premisa es tan descabellada como esto: a la muerte de un agente de la CIA (Reynolds), sus recuerdos e información son “implantados” –de manera experimental– en la mente de un peligroso convicto sin conciencia (Costner), como medio desesperado para el éxito de una misión de la que depende la seguridad del planeta. ¿Por qué el receptor es este convicto? Porque tiene una deformación en el cerebro que lo hace el mejor candidato posible. Mente implacable tiene causas, pero le faltan razones, para un resultado que ni de lejos alcanza a ser lo prometido por su reparto. Pero bueno, es opción para quienes gustan de las películas de acción hi–tec y, en este caso, hi–sci (por decirlo de alguna manera).
El segundo film es La leyenda de Tarzán –por una vez, tal es el título original– del mismo David Yates que dirigió las cuatro cintas sobre Harry Potter realizadas entre 2007 y 2011 (La orden del Fénix, El misterio del Príncipe y las dos partes de Reliquias de la muerte). Es Alexander Skarsgard quien encarna al legendario hombre mono, y por ende a Lord John Clayton, acompañado por Margot Robbie (Jane) y por dos actores tarantinianos: Samuel L. Jackson y Christoph Waltz, quien viene especializándose en papeles de “mega–villano”. Aún con un puñado de muy buenos momentos, La leyenda de Tarzán es una cinta mediana, que se beneficia de su visualidad –tanto la natural como la digital– igual que de los trabajos de Jackson y Waltz, pero no tanto del trabajo de Skarsgard, quien aquí es más una presencia que un intérprete de matices. Sin embargo, lo principal en ella resulta muy atractivo para el público: una leyenda revisitada, en el marco de una trama (ubicada con precisión en cuanto a época y geografía) con rasgos tanto de avaricia criminal y desvergüenza, como de humanidad fraterna y solidaria. ¿Vale la pena verla? Por supuesto; además con ganas e interés, pues tiene lo suficiente para ser una experiencia grata.
En otro orden de ideas, recién atrapó mi atención un artículo encaminado a señalar las 25 mejores películas ganadoras del Oscar a film en lengua extranjera, que se entrega desde 1956. Hago un resumen del mismo. De Akira Kurosawa sólo aparece una, Rashomon, pero nada menos que en el primer lugar. De Federico Fellini hay cuatro: 8½ (lugar tres), La strada (seis), Amarcord (13) y Noches de Cabiria (24). Ingmar Bergman se hace presente con Fanny y Alexander (cuatro), A través de un vidrio obscuro (11) y El manantial de la doncella (23). Hay más cine italiano con Ladrones de bicicletas (dos; Vittorio De Sica), Cinema Paradiso (10; Giuseppe Tornatore), La vida es bella (14; Roberto Benigni) e Investigación de un ciudadano sobre toda sospecha (17; Elio Petri). No falta, desde luego, el cine francés: El discreto encanto de la burguesía (cinco; Luis Buñuel), Z (siete; Costa–Gavras), Mi tío (12; Jacques Tati), La noche americana (16; Francois Truffaut), Orfeo negro (18; Marcel Camus), Amour (22; Michael Haneke) y Juegos prohibidos (25; Rene Clement). ¿Del cine alemán? El tambor de hojalata (15; Volker Schlondorff) y La vida de los otros (20; Florian Henckel von Donnersmarck). Las cintas restantes: la checa Los trenes rigurosamente vigilados (ocho; Jiri Menzel), la taiwanesa El tigre y el dragón (nueve; Ang Lee), la iraní Una separación (19; Asghar Farhadi) y la española Todo sobre mi madre (21; Pedro Almodóvar); esta última, la única hablada en español de la lista. Lidera pues, con ocho, el cine italiano, apenas arriba del cine francés, que coló siete. ¿Algún título que se eche de menos? Acaso El secreto de sus ojos, de Argentina. Mirá vos…