Viernes, abril 26, 2024

El aire que respiramos

Por PP

El aire que respiramos, el agua que bebemos, la tierra que sembramos y nos da de comer, la tierra en la descansan nuestros ancestros son el espacio de la vida buena donde nuestros hijos crecen. Los bosques, los ríos las nubes la lluvia Todo esto es lo que encierra la palabra “territorio”.

El gobierno y los políticos, en aras del dicho “progreso”, se han colocado por encima de los valores humanos que se encuentran enraizados en la madre tierra. Sumergidos en un mundo al revés persisten y se hunden más en la enajenación del “American way of life”, forma de vida que se afianza en la filosofía del desperdicio y en el impulso al consumo desaforado como fin último de la existencia.

Para ellos la destrucción de la naturaleza, la contaminación del agua, del aire y del suelo, el agotamiento de los recursos naturales, son simples “daños” colaterales y promulgan leyes para convertir “legalmente” en mercancía los productos de la naturaleza a los que  los habitantes debieran tener acceso directo como parte de sus derechos humanos.

Las reformas constitucionales no han sido otra cosa que la legalización de la destrucción de la naturaleza y el despojo de los habitantes.

El Estado es decir el gobierno, las estructuras represivas, las leyes la suprema corte, los magistrados, los jueces, los diputados los senadores, la marina, el ejército, la policía federal, la gendarmería y las televisoras se han manifestado como defensores a ultranza de este proceso de destrucción y de despojo.

Saben también que el pueblo no va a sufrir calladamente este cúmulo de agravios y han reforzado las acciones represivas para prevenir los brotes de descontento.

Con sus estrategias y tácticas de guerra pretenden impedir la libertad de manifestación, de información, de opinión: intentan acallar al pueblo, imponer el terror y eliminar la resistencia. También pretenden hacer creer que el país va por el mejor de los caminos posibles. La publicidad política insistente y machacona basada en las mentiras repetidas hasta el absurdo llenan los espacios de la radio y de la tv: hablan de democracia, de elecciones, de legalidad de logros. Quieren tapar el sol con un dedo.

Como se puede hablar así cuando hay doscientos diputados plurinominales que nadie elige, cuando los candidatos son designados por sus camarillas partidarias y los votantes sólo pueden elegir a uno entre los propuestos. En realidad cada elección sirve solamente para que los votantes decidan quién será el que los extorsionará durante el período siguiente.

¿Por qué esta política de violencia contra el pueblo? ¿Quién manda realmente? ¿A quién o a quienes sirven el gobierno, los jueces, los políticos, las fuerzas represivas?

Recientemente un dirigente empresarial les dijo a los jefes del ejército y de la marina “no vamos a abrir los cuarteles” en referencia a la demanda de los padres de normalistas de Ayotzinapa y, muy obedientes, los jefes acataron la orden sin discusión.

La abrumadora propaganda electorera, la creación de imagen y la creación de opinión entre la raza proporciona enormes ganancias a los dueños de los medios y aumenta su poder y capacidad de manipulación, porque los políticos medrosos temen que su imagen pueda ser destruida “si no invierten en publicidad”.

La regresiva reforma energética se hizo para beneficiar a los capitalistas particulares y con ese fin se pretende privatizar el agua.

Quieren entregar la distribución del agua urbana a los particulares, para que estos “hagan negocio” como sucedió ya con los ferrocarriles, los bancos,  las carreteras, los ingenios y, cuando los negocios no vayan bien aparecerá el gobierno, como moderno chapulín colorado, al rescate.

Las empresas en quiebra son rescatadas con recursos generados por los trabajadores. Los dueños, la mayoría de las veces saqueadores de sus propias empresas, ven aumentar sus riquezas por la generosidad del gobierno que los rescata para “evitar males mayores”.

Así, mientras el Estado se preocupa solo por los ricos y aumenta su caudal, deja en el basurero del olvido a los pobres: los salarios continúan su reducción, cada día compran menos, el empleo también se reduce. Pareciera que lo único que aumenta es la miseria, la represión, el despojo, la mentira, la corrupción e impunidad.

Pero no. Como sucedió en 1810 y en 1910, la conciencia hace su aparición en la periferia, en las comunidades originarias y entre los campesinos pobres y avanzará hacia el centro. La nueva insurgencia ha comenzado a brillar en la defensa  del territorio.

El embrión del poder popular crecerá a partir del rescate de la madre tierra.

 

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