Durante el sexenio del panista Vicente Fox Quesada, se anunció la construcción de una de las obras que más polémica generaría a lo largo de los últimos 17 años. Con sus altas y sus bajas, el proyecto de construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, es objeto de debate incluso hoy en las trifulcas electorales que circulan con motivo de las campañas presidenciales del país.
Las discusiones actuales abordan sobre todo los problemas de inversión y las pérdidas millonarias que su suspensión significaría para el amplio grupo con acciones en este proyecto, que más que una obra pública parece ser el negocio más importante de la era peñanietista; aunque nuestro presidente es simplemente la cara que materializa el proyecto, cuya planificación comenzó más de una década atrás.
Hoy escuchamos fuertes críticas ante la propuesta de cancelar la obra aeroportuaria, y los opositores se limitan a hacer públicas las cuentas que resultarían de su suspensión, así como a enaltecer su importancia para las relaciones internacionales mexicanas. Sin embargo, pocos responden a las evaluaciones negativas que subyacen a la construcción del NAICM, a sus implicaciones ecológicas y, mucho menos, a las sociales, que han representado una de las represiones más violentas de los últimos tiempos en nuestro país.
A pesar de que este personaje haya estado implicado desde sus primeras etapas de planeación, el NAICM no es una creación del sexenio de Enrique Peña Nieto. La primera vez que se anunció fue en el año 2001, durante el gobierno de Vicente Fox e implicó, desde sus inicios, lo que hoy denominaríamos un proyecto de muerte, con la expropiación de terrenos campesinos en las comunidades aledañas a su construcción, lo cual significó el origen del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT), conformado en gran parte por campesinos de San Salvador Atenco y comunidades colindantes.
La organización de este Frente logró, en 2002, después de meses de tensión y protestas de las comunidades ejidales, que las autoridades y los patrocinadores del NAICM no tuvieran otra opción mas que la suspensión de la obra. En su momento también se utilizó este hecho para vanagloriar al gobierno foxista, exhibiéndolo como una muestra más de lo que éste representaba para los avances de la democracia. El “gran cambio” que la llegada del PAN significaría para el país.
El Mayo Rojo mexicano
En mayo de 2006, con Peña Nieto como gobernador del Estado de México, los pueblos de Atenco y Texcoco vivieron un violento enfrentamiento con agentes de la policía federal, municipal y estatal, consecuencia de la defensa de vendedores de flores despojados e integrantes del FPDT. El llamado Mayo Rojo tuvo como saldo el cateo de las casas de los pobladores, el asesinato de dos jóvenes, al menos doscientos detenidos y más de treinta mujeres abusadas sexualmente por los agentes policíacos.
En los medios de comunicación se vivió una triste defensa de estos hechos, maniobrados bajo las órdenes del actual presidente, que calificaban a los campesinos organizados como “los macheteros de Atenco”. Años después, fueron liberados presos políticos por encontrar, entre otros asuntos, pruebas ilegales en los expedientes de sus detenciones; una muestra más de la impunidad que permea hasta el día de hoy en el caso Atenco.
En 2014, después de 12 años de suspensión del NAICM, Peña Nieto volvió a anunciar, sin previo aviso de sus planes, la puesta en marcha de la obra, esta vez para construirla en terrenos que el Gobierno federal obtuvo gracias a negociaciones con los presidentes ejidales, y muy a pesar de lo que las comunidades dispusieran.
Inviabilidad y corrupción
Las relaciones de corrupción parecen ser el sello del proyecto aeroportuario, lo cual se debe en parte a la inversión millonaria del Grupo Atlacomulco para estos fines. No convendría olvidar que es a esta organización priista, que se ha caracterizado históricamente por coordinar negocios multimillonarios con la política como vehículo, a quien debe el cargo nuestro actual presidente. Aunque Peña Nieto no es el único involucrado políticamente en el proyecto, sí es la figura que más ha personificado la represión involucrada en esta obra; lo fue en 2006 y volvió a serlo con la reactivación de la misma durante su mandato.
No resulta extraña la relación del Grupo Atlacomulco con la planificación de este nuevo megaproyecto, sobre todo cuando se trata de su espacio de surgimiento y principal área de acción. El Estado de México tiene una fiel relación con el régimen priista, la cual ha perdurado a lo largo de los años. Ahí se concentró el principal apoyo a Peña Nieto en las elecciones presidenciales que ganó, lo que evidencia perfectamente toda su campaña electoral.
Las críticas respecto a la inviabilidad del NAICM no proyectan nimiedades. Hoy vemos que no ha implicado únicamente la historia de represión de la lucha campesina de Atenco (que no es poca cosa). Entre una larga lista de perjuicios, sabemos que su localización se encuentra en una de las zonas más susceptibles a inundaciones de la región, lo cual, además de los grandes costos de mantenimiento que implica, afectará a las comunidades circundantes. Y por la misma línea se desliza su naturaleza ecocida, al realizarse en una de las últimas reservas de flora y fauna que rodeaban la capital.
Además, esta obra encarna una estrategia más de exclusión social, funcionando como muro aislador de las comunidades más desfavorecidas de la región, donde se incluyen los pueblos originarios que habitan la zona, cuyas tierras, su fuente de sustento ante la precariedad, han sido, además, expropiadas. La afectación económica y de movilidad que lastimará a estas poblaciones se verá contrastada con las facilidades que las clases privilegiadas, aquellas que pueden subirse a un avión para transportarse, encontrarán en este proyecto.
Desde sus inicios, el nuevo aeropuerto ha reflejado un afán político negociador antes que una intención de procurar el respeto a los derechos humanos. Y utilizar “afán” para describir las formas obstinadas en que se ha presionado para su construcción en este preciso lugar no es exagerado. Gran parte del costo del NAICM será destinado a obras que, debido a la ambición por construirlo en aquella zona, buscarán evitar que la obra se hunda o se inunde.
A partir de palabras enunciadas por el director del Grupo Aeroportuario de México, Federico Patiño, podemos deducir que, para los involucrados en este proyecto, vale más “la reputación” de México (que, asegura, se verá afectada de cancelarse el proyecto) que toda la historia de violencia e injusticia que se ha visto implicada, o los contratos corruptos que cimientan la obra, característicos del régimen priista, de lo cual son prueba las últimas investigaciones sobre la barda perimetral que construyó la Sedena, que encareció la obra alrededor de un 89 por ciento y fue levantada gracias a dos empresas fantasma.
Se estima que el NAICM tendrá un riesgo de hundimiento de un metro por año y ha sido el motor de graves injusticias, sobre todo para la población más vulnerable de México, mientras los grupos que dirigen el proyecto se enriquecen a través de los negocios corruptos que han logrado levantar. Además, el sobrecosto que en su corto periodo de construcción se ha ido descubriendo, muy dispar a los presupuestos establecidos, hace pensar en la deuda que significará (sobre todo en términos de mantenimiento) para los años que nos esperan. Sin embargo, como se acostumbra en la manipulación discursiva política, la locura no es de los autores sino de quien se atreva a cuestionarlos.