Su estrategia es vencer por nocaut,
y esperar que el contrincante no se levante.
Si lo hace, también lo sabe, el resto de la pelea será un fracaso.
Jaime Mesa
Tengo el mismo ritual cada que va a salir un libro nuevo por el que tengo interés: voy días antes a la librería, pregunto la fecha en que les llegará y justo ese día voy por él. Lo mismo hice hace unas semanas o poco más con Las bestias negras de Jaime Mesa. El libro levantó una gran polémica alrededor de los medios por citar a una ‘institución gubernamental de cultura en alguna provincia’, como si hiciera referencia al aparato político que sostiene la cultura en nuestro país.
Sin embargo, habría que preguntarnos ¿hasta qué punto se compromete una novela con una situación política específica? ¿A caso eso no es un asunto más del ensayo literario o en todo caso a la novela histórica? Una novela son personajes que se están jugando el pellejo en una circunstancia muy particular y que el autor describe letra a letra. Los personajes de la novela se enojan, viven, lloran, se desgarran en el vivir.
Eliseo, Reza, Jimena, Osorno, todos son personajes que podríamos llegar a encontrar en algún momento de nuestra vida. “Las bestias negras” no considero que hable de una situación política; sino de esa afección que se vive en el poder, de sus consecuencias, su cotidianidad. Así es como cada uno de los personajes vive el poder desde distintas perspectivas.
El personaje principal, Eliseo, es alguien que nos podríamos encontrar en cualquier puesto con algo de poder. Él cree que es dueño del mundo y que puede hacer con sus pocos recursos y sus subordinados, lo que quiera. Sin embargo, no se da cuenta que sólo es una persona más a cargo de una pequeña institución en una provincia desconocida, que todos lo toman por ignorante y que no tiene cabida más que en la vida de sus empleados y los medios de comunicación de la provincia. De la misma manera los personajes se desenvuelven con sus particularidades, lo pequeño y lo grande que puede ser su vida al buscar algo de poder.
Jaime Mesa nos interna en días llenos de tensión y situaciones cotidianas, sexo, excesos, enfermedades, afecciones; la vida. La redacción es amable, veloz y nos lleva de una manera asombrosa a experiencias de cada uno de los personajes dentro de diez días en los que veremos situaciones de descontrol, soberbia, excesos de poder, subordinación, etc. Continuando con una escritura propositiva, heredada de Rabia y Los Predilectos; el autor nos entrega una obra llena de personajes únicos y reales. La novela no deja de ser ficción por otorgar personajes cercanos a la cotidianidad pero posicionarnos en situaciones con especificaciones que no son reales; ya que lo importante no es la exactitud de un hecho, sino lo que el personaje está viviendo. En general, al escribir una historia, no es fundamental que el lector se sienta identificado con la historia o el personaje; es conducirlo a nuevas posibilidades, realidades y mundos. De esta manera Las bestias negras nos ofrece la narración de personajes ‘enfermos de lo mismo’, del poder y el caos al que nos puede conducir.