Viernes, abril 26, 2024

El PAN y la Carta de Madrid

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El pasado dos de septiembre se reunieron senadores del PAN con Santiago Abascal, líder de Vox, el partido de la ultraderecha española, para firmar la denominada Carta de Madrid: En defensa de la libertad y la democracia de la Iberosfera. En las fotografías que dan testimonio del evento, el visitante español aparece sonriente, complacido por conseguir adeptos en México; a su derecha el panista Julen Rementeria, coordinador de la fracción parlamentaria en el Senado y uno de los suscriptores, finge sonreír hasta alcanzar una mueca tan comprensible como su explicación del significado del acto: “Lo quiero dejar muy claro, en ningún momento, supone ninguna alianza con nadie (…) No supone ningún ultraderechismo (…) nada que ver con eso, absolutamente nada que ver con eso, no está suponiendo la alianza del PAN con nadie, absolutamente nada”.

El documento, impulsado por Fundación Disenso también dirigida por Abascal, dice estar comprometido con la “erradicación del comunismo y la instauración de un Estado de Derecho”. Tres cosas llaman la atención: el uso del término Iberosfera; la propuesta de un falso dilema entre comunismo y Estado de derecho, como proyecto político; y, la paradoja de que un partido auspiciado por una monarquía venga a México a hablar de la democracia por la que no lucha en su país.

La primera, bosqueja la forma y estructura mental con que los dirigentes de Vox construyen su lenguaje e ideología. El vocablo Iberosfera ha sido compuesto mediante la unión, lingüísticamente con lógica libre como palabra nueva, de una raíz geográfica -Ibero- alusiva a la ubicación de España en la península Ibérica; y una terminación -sfera- proveniente del griego sphaira que significa esfera, para evocar subliminalmente la palabra atmósfera, que también admite la pronunciación llana atmosfera. Se trata de un término creado y difundido con propósitos de ideologización política acudiendo a una conjunción arbitraria de sus componentes semánticos. El vocablo nace de un sincretismo idiomático que alberga manifiestas aspiraciones de neocolonialismo pues al privilegiar dicha expresión -ya no Iberoamérica- la intención del partido es propalar la idea sobre la existencia de una especie de esfera política que debería envolver a los habitantes de las tierras de América conquistadas por los españoles. El desciframiento de dicha palabra permitirá, más adelante, una mejor comprensión de los presupuestos lógico-dogmáticos del proyecto político que enarbola Vox. En la Carta de Madrid se observa cómo la conjunción arbitraria de elementos discursivos sirve de molde y método para la creación del discurso político de las derechas, ultras o no.

Con arraigado sentimiento de descubridores queriendo volver a conquistar, sus autores revelan que “Más de 700 millones de personas forman parte de la Iberosfera, una comunidad de naciones libres y soberanas”, quizá, sin percatarse aún de la influencia política y económica que Estados Unidos ejerce sobre los países de América Latina; que “…tiene todas las condiciones para ser una región de libertad, prosperidad e igualdad ante la ley”, sin que indiquen quién es la ley; que “El avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones”, presuponiendo que nuestras naciones son prósperas y desarrolladas; “así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas”, sin aclarar que sus compatriotas están en España; y que “El futuro de los países de la Iberosfera ha de estar basado en el respeto a la democracia, los derechos humanos, el pluralismo, la dignidad humana y la justicia”, siendo necesario preguntar si en el presente, no; pues los seres humanos no viven en el futuro. En calidad de cuentas de vidrio la Carta ofrece “La defensa de las libertades”, sin determinar con precisión cuáles son éstas, y si se reclaman para los 700 millones de personas, o sólo para quienes se jactan de dar empleo, o dicen representar a esa gran población.

La segunda, expone un viejo artificio propagandístico basado en el planteamiento de presuntas dicotomías que carecen de lógica al contraponer categorías teóricas que poseen distintos ámbitos de discusión y que, sin ser contradictorias, son ubicadas intencionalmente como tales con el objetivo de crear confusiones ideológicas entre la población para generar su animadversión hacia algo, o alguien. La Carta señala: “El Estado de Derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de expresión y la propiedad privada son elementos esenciales que garantizan el buen funcionamiento de nuestras sociedades…”. ¿A quién se pretende engañar con este discurso de fórmulas? ¿Únicamente al panismo por su afinidad ideológica? Mostrando el cobre, Vox enseña su interés por el oro. Arrinconada junto a las categorías de la teoría del derecho, como disimulándola, colocaron a la propiedad privada con la finalidad de encontrarle custodios: “…por lo que deben ser especialmente protegidos frente a aquellos que tratan de socavarlos”, procurando crear una nueva división social: protectores frente a socavadores. Aquí está el quid del asunto. Por eso la Carta de Madrid impone una obligación: “Los abajo firmantes expresan su compromiso de trabajar conjuntamente en la defensa de estos valores y principios”. La propiedad privada en abstracto -no dicen de qué- es elevada a la condición de elemento esencial, valor, y principio, del “buen funcionamiento de nuestras sociedades”. Este “buen funcionamiento” es más una pieza de alabanza a los modos de apropiación que, históricamente, los defensores de la propiedad privada han puesto en práctica para hacerse de ella, con base en la violencia y el despojo contra los que, así, son los desposeídos del planeta.

La tercera, tiende al absurdo. Rementeria tiene razón cuando dice que firmar la carta no significa alianza del PAN con Vox. En efecto, es nada más la asunción del compromiso de seguir las ideas y lineamientos ideológicos del partido español. Abascal consiguió adeptos y por eso sonríe. La mueca de aquél denota que, quizá, no comprendió a cabalidad la dimensión de sus actos, el alcance del compromiso adquirido, ni el contenido temático del documento. Su sonrisa fingida es indicativa de ese malestar que queda cuando no se sabe si algo se hizo bien, o mal. Y con razón. Comunismo es una categoría que puede ser opuesta a capitalismo en tanto ambas pertenecen al ámbito de la economía política. Pero no pueden oponerse al comunismo las categorías de estado de derecho, imperio de la ley, separación de poderes, y libertad de expresión por la sencilla razón de que, éstas, son categorías de la teoría del derecho; o, mejor dicho, de la politología del derecho. Respectivamente, representan qué y cómo; ámbitos que lógicamente no pueden ser contradictorios entre sí. Puede, y debe, discutirse la dimensión y función social de la propiedad privada de los grandes medios de producción en una sociedad. Pero sostener que se busca erradicar el comunismo e instaurar un Estado de derecho, es un planteamiento tan ilógico como querer erradicar la naranja para instaurar el exprimidor. La Carta de Madrid confunde la materia con el procedimiento; el fondo y la forma; la esencia con la apariencia.

Si en la Carta se sataniza al régimen cubano, al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla porque, dice, “ayudan a imponer su agenda ideológica” con la finalidad de desestabilizar a las democracias liberales y el estado de derecho, ¿por qué no sostener abiertamente que la derecha, ultra o no, es partidaria de la monarquía o, en su defecto, de la democracia (neo)liberal? ¿Cuánta participación popular consideran que requiere la democracia? Al ciudadano de a pie le agradaría saber qué significa cada categoría, comprenderlas, y reconocer sus diferencias para estar consciente al momento de participar, o elegir, políticamente. Hacer activismo político propagando ideas construidas con categorías formales que para buena parte de la población y las militancias partidistas son indescifrables, es profundamente antidemocrático. Tanto, como defender la libertad de expresión en un país donde los medios de comunicación masiva son de propiedad privada. Una deuda tenemos como sociedad: rediseñarnos para convivir en paz y con respeto mutuo. El diálogo basado en el lenguaje sencillo y claro, sin mezquindades, para confrontar puntos de vista sobre cómo queremos vivir en sociedad abonará a ello, sin olvidar que los individuos tenemos que ser como queremos que el mundo sea.

Heroica Puebla de Zaragoza, a 07 de septiembre de 2021.
JOSÉ SAMUEL PORRAS RUGERIO

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