En septiembre de 2006 fue colocado El hombre azul, una escultura de gran formato que se ubica al centro del jardín del Centro de Convenciones. En ella, el artista José Miguel Bayro representa a un artesano con una silla, dos elementos universales que se reconocen en todas las culturas, solamente que la silla tiene únicamente tres patas que son a la vez un gesto de la economía actual: la distribución el consumo y la producción.
El hombre azul fue la pieza ganadora de una convocatoria emitida hace 10 años por la entonces dirección de Artes Visuales de la Secretaría de Cultura y de su titular, Gerardo Ramos Brito.
La pieza escultórica se impuso entre otras 10 porque mezcla elementos cotidianos envueltos en un surrealismo que invitan a la reflexión.
Ahora, será también el ícono de la suerte para aquellos que compren su boleto de la Lotería Nacional que juega para el próximo 18 de septiembre.
La figura, como explicó el artista de origen boliviano, “no es totalmente asimilable” y logra provocar el cuestionamiento, la pregunta y la duda del espectador.
También, propone el dinamismo y la interacción con el espectador ya que la escultura es cercana, se puede rodear y, los más atrevidos, hasta tocarla.
El artista José Bayro, con el apoyo en la construcción de Francisco Campos, hizo a El hombre azul de concreto, aunque en un principio pensó en el bronce como elemento clave de su manufactura.
Al concreto lo revisten pequeños trozos de azulejo, aludiendo de una manera muy obvia a la tradición poblana por excelencia: la talavera, misma que está adherida de acuerdo a la luz y la sombra.
El hombre azul se planta en una zona interesante de la ciudad y de gran legado patrimonial como lo es San Francisco, con su paseo, también conocido como Paseo Viejo, su área conventual, que a su vez contiene el Tívoli, el estanque de Los pescaditos, lo que queda de la fábrica textil La guía y la curtiduría La piel de tigre.
Particularmente, la escultura de Bayro se ubica en el Jardín de la Violeta era un lugar propicio para la práctica de rituales prehispánicos en tiempos inmediatos anteriores a la Conquista, que posteriormente formaba parte de las huertas del convento que compartía con las tierras del conquistador y alcalde García de Aguilar, y que para el siglo XIX fue sede del Tívoli y para 1908 fue el terreno en donde se instaló la fábrica textil La violeta, a la que pertenecía un parque botánico.
Como escribe la crítica de arte Elvia Sánchez de la Barquera, el volumen visual de El hombre azul “es denso en relación al espacio ocupado y su entorno, tanto verde como construido”.
“Bayro –prosigue- refleja en ella su propio estilo, modificando la forma en síntesis de rasgos, inequidad de volúmenes y movimientos giratorios de líneas, de tal forma que consigue una nueva geometría resultante en las aristas”.
Sánchez de la Barquera señala que con la instalación de esta escultura en 2006 se dejaron a un lado los bustos a próceres, “dando así un paso más adelante en la escultura pública, aunque aún nos faltan muchos más por dar”.
Bayro nació en Cochamba, Bolivia en 1960, en 1981 comenzó la licenciatura en Arquitectura, en la Universidad Nacional Autónoma de México, cuatro años después comenzaría la maestría en artes visuales en la Academia de San Carlos, también en México, y desde 1994 es maestro de la Escuela de Diseño de Información de la Universidad de las Américas Puebla.