Viernes, abril 26, 2024

Cáncer

En un grupo de amigos del guats alguien compartió un video donde se da noticia de un accidente radioactivo que ocurrió en Ciudad Juárez entre los años setenta y ochenta del siglo pasado y al que se le ha llamado “El Chernóbil mexicano”. Según el video y un reportaje publicado en el portal de la BBC el año pasado, el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez habría comprado una unidad de tratamiento con cobalto- 60 para radioterapia fabricada en Estados Unidos. Sin embargo, lo hicieron de forma clandestina pues no avisaron a las autoridades pertinentes ni en México ni en el país del norte. Como nunca hubo el personal capacitado para operar la maquinaria, fue almacenada sin las medidas de seguridad pertinentes hasta que en 1983 un par de técnicos de mantenimiento decidieron desmantelarla para vender las partes como chatarra, incluyendo el cilindro que contenía el material radioactivo. Llevaron por las calles de Juárez el cobalto- 60 sin ningún cuidado -algunos fragmentos cayeron al suelo en el trayecto- y los vendieron en un depósito de chatarra que a su vez los vendió a varias compañías para la elaboración de otros materiales. Según el reportaje de la BBC, “’Ha podido establecerse que para el 14 de diciembre de 1983 ya había sido utilizada la chatarra contaminada con el cobalto-60 por las fábricas de productos de acero, en las fundiciones’, dice la investigación, que señala que la empresa Aceros de Chihuahua SA (Achisa) como el principal comprador de hierro”. Hubo otras compañías que resultaron con materiales radioactivos y, al final, se detectó que un total de “6.600 toneladas de varilla y 3.000 bases metálicas para mesas estaban contaminadas”, según el mismo reportaje. Claro, la enorme interrogante después de semejante accidente es ¿cuánta gente se vio afectada con la radiación?, ¿cuánta tuvo secuelas posteriores o murió en consecuencia? Además, en el video se decía que el “cementerio” radioactivo creado para guardar el material habría afectado alguna fuente de agua para la ciudad lo que habría llevado la radiación a los hogares. Bueno, eso no lo sabemos. Por supuesto, varios de mis amigos estaban consternados por el video y reconozco que yo también. Empero, ello me llevó a pensar otros asuntos.

Por supuesto que tal noticia es terrible y darse cuenta del riesgo latente en que vivimos por el posible mal manejo de maquinaria tan necesaria para nuestra vida es inquietante. Pero de inmediato el tema me llevó a reflexionar sobre el cáncer como una de las enfermedades más terribles en la actualidad y que, silenciosamente, sigue haciendo de las suyas. De hecho, según informa la Asociación Mexicana de lucha contra el Cáncer A.C. en su portal de internet, el “cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo. Cerca del 70% de las muertes por cáncer se registran en países de ingresos medios y bajos. (…) En México, se diagnostican 191,000 casos de cáncer al año, de los cuales 84,000 fallecen. Estas cifras lo ubican como la tercera causa de mortalidad en el país y la segunda en Latinoamérica. México tiene mucho que reflexionar ya que desde el año 2000 aumentó 20% la mortandad de pacientes que lo padecen. (…) De acuerdo con el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), entre 2010 y 2018 las defunciones relacionadas con el cáncer, o tumores malignos, han pasado de 70,240 a 85,754”. Actualizando esta información, el INEGI publicó en febrero de este año lo siguiente: “En México, entre enero y agosto de 2020 se registraron 683 823 defunciones, de las cuales 9% se deben a tumores malignos (60 421). Un año antes, en 2019, se registraron 747 784 defunciones, de las cuales 12% se deben a tumores malignos (88 683). La distribución porcentual por sexo indica que hay más fallecimientos en mujeres (51%) que en los hombres (49%) por esta causa. Las tasas de defunciones por tumores malignos indican que, en los primeros grupos de edad (antes de los 30 años), no se superan las 12 defunciones por cada cien mil habitantes en cada grupo de edad y en los hombres las tasas son más altas que en las mujeres, aspecto que se revierte a partir de los 30 años y hasta los 59 años. La tasa de defunción por sexo aumenta conforme avanza la edad y es de 1 140.10 defunciones por cada cien mil hombres de 80 años y más; en este grupo la brecha respecto a las mujeres casi se duplica (674.43 defunciones por cada 100 mil mujeres)”. Los datos son verdaderamente alarmantes.

En lo personal me he encontrado sumamente cerca de esta enfermedad pues ayer se cumplió un año de que mi padre, Sergio León, muriera víctima de un cáncer de pulmón que se lo llevó en unos cuantos meses (ocho, para ser exactos) desde el momento de su detección. Por supuesto, no sólo mi padre sufrió el terrible padecimiento, sino que mi madre lo vivió con él y nosotros, sus hijos, de manera paralela; igualmente sus hermanos, sobrinos, familia y amigos en general. Afortunadamente contamos con los servicios médicos del Hospital Universitario lo que permitió que mi padre, al igual que muchos otros pacientes, tuvieran una atención de primera, con los mejores medicamentos y tratamientos. Por ello, en este espacio externo mi más amplio reconocimiento y agradecimiento a todo el equipo del sistema médico universitario y al Rector Esparza Ortiz que ha encabezado un esfuerzo sustancial por mejorar todos los aspectos de este sistema y lo ha hecho en serio. De cualquier forma, es necesario decir que una enfermedad como esta se come la economía y desgasta la voluntad de la familia de quien la padezca. Los medicamentos y tratamientos son escandalosamente caros y si no se cuenta con un sistema médico público o con algún seguro médico pagado, el enfermo está condenado a una muerte pronta a menos que su familia hipoteque lo poco que pueda tener. Quien lea esto y haya estado cerca de la enfermedad sabe exactamente de qué hablo. Por supuesto, también está el enorme impacto anímico en pacientes y en sus familias pues la enfermedad degrada, destruye lenta o rápidamente según sea el caso, y coloca a los familiares en ocasiones en una disyuntiva terrible: dejar vivir o dejar morir. Por si fuera poco, he presenciado el alarmante aumento de casos de cáncer en jóvenes de entre 20 y 35 años, muchos de ellos en el aparato gástrico o en el esófago. Yo tengo al menos 5 exalumnos que padecen o han padecido estos tipos de cáncer. Uno, muy querido, por cierto, ya falleció. Es decir, no es una enfermedad de gente madura o en edad avanzada, es una enfermedad que nos afecta a todos.

Las razones del cáncer y su avance, le guste o no a quien lea esto, están precisamente en la forma en que vivimos, en todo lo que nos rodea y que nos ha traído esa “fantástica” modernidad que tanto presumimos como especie. Nuestro dominio en la tierra está siendo desafiado por las consecuencias mismas de nuestro quehacer tecnológico o por virus que surgen por nuestra acción, sea deliberada o no y por el calentamiento global que nos depara consecuencias desastrosas. Sin duda tiene que ver con la cantidad terrible de alimentos procesados que consumimos, con las hormonas en la carne y lácteos, con las bebidas azucaradas. También tiene que ver con las radiaciones que recibimos constantemente de teléfonos celulares, hornos de microondas, televisores y una larga lista de aparatos. Es justo decirlo, mi padre fumó muchos años – aunque ya llevaba 20 años sin hacerlo- y eso pudo haber sido crucial en su cáncer; sin embargo, estoy convencido que no solamente se trató de eso. De hecho, pareciera que él fue el culpable de su propia enfermedad por fumar, o al menos así se nos hace creer. Pero como lo digo, los médicos y especialistas coinciden en que no fue la única causa. Sé de personas que hoy padecen cáncer pulmonar sin haber fumado un solo cigarro en su vida.

Y curiosamente, el mismo sistema que produce las condiciones para que se produzca la enfermedad, es el que lucra con ella. Se amasan jugosas sumas en farmacéuticas, hospitales privados y aseguradoras gracias al cáncer. ¿Será posible que todo tenga que ser tan caro? ¿Será necesario seguir reproduciendo las condiciones alimentarias y ambientales que colaboran con la enfermedad? ¿En verdad es tan necesario el tabaco y sus impuestos para que se siga comercializando? Dejémonos de juegos y fruslerías: el sistema mismo es el que enferma y el que hace como que cura. El “Chernóbil mexicano” es en verdad una tragedia y queda para los anales de las conspiraciones del History Channel… pero la conspiración del sistema en contra del mundo y de sus habitantes, bueno, esa seguirá silenciosa, destruyendo todo poco a poco y enriqueciendo a empresarios y políticos corruptos que lucran con la enfermedad. Todos y cada uno de ellos son el verdadero cáncer de la humanidad. Desde aquí, desde el más profundo dolor de mi corazón por la gente ida les grito: ¡Chinguen a su madre!

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