Cada vez que utilizo agua potable para mi uso diario –lavar ropa, trastes, cochera, baño, bañarme, etcétea– hago un cálculo en cubetas de 19 litros, de cuánta agua utilizo. Empecé por medir el agua que utilizo en lavar y la reciclé. Por ejemplo, el agua de lavado y enjuagado de carga mínima, la saco, vía manguera y lleno 3 cubetas –57 litros– en cada ciclo, que es un chingo de agua, ya que añadida a la enjuagada, son 6 cubetas –114 litros–. El agua de lavado, que lleva mugre y detergente, la reutilizo para lavar cochera y terrazas de la casa; la de enjuagada, como está limpia y solo lleva suavizante de telas, la reutilizo para la siguiente lavada de ropa. Puede ser pesado acarrear el agua para reciclar, –en carga mediana y máxima sube al doble– pero lleno las cubetas hasta donde me es cómodo cargarlas, aunque me tarde y, si no lo hago, pesa más mi consciencia.
Antes de empezar con este reciclar de agua, en mi ociosidad, empecé a observar que en televisión, películas y demás medios visuales, muchas veces hay escenas donde abren la llave para lavar manos, trastes, patio, bañarse en regadera –no se diga en tina– regar plantas o jardines, y se la deja correr sin miramientos. Calculo cuántas cubetas llenaría con esa agua y son miles de litros cúbicos, además de educar al público de que se puede desperdiciar el agua sin culpa.
Desde niña aprendí estas labores del hogar en ciudad pero realmente me eduqué en estos menesteres en un rancho ¡que disfrutaba tanto!, donde se sacaba agua limpia en dos bandejas de media cubeta cada una: en una se ponía jabón y en la otra, solo medio limón; se limpiaba el desperdicio de comida echándolo en otra cubeta y ahí iban los trastos a la primera bandeja y después a la segunda, hasta terminar. Es decir, se utilizaba solo una cubeta de agua en total que al final se le echaba al jardín. Ahí aprendí también que al bañarme, si con regadera, ponía una cubeta para recoger el agua que caía mientras salía caliente y cerraba la llave mientras me enjabonaba. Pero siempre me ha gustado más bañarme a jicarazo limpio: me siento en una sillita, me lavo el cuerpo parte por parte, disfruto cada momento y me reposo en mi pulcritud. Mis plantas las riego con agua de lluvia –cuando llueve– que capto en dos tinacos, con un sistema que yo ideé y construí; lavo mis manos usando jabón líquido y un poquito de agua para esparcir, y ya bien embarradas, las enjuago con un chisguete de agua. Ya como maña mía y en mí casa, cuando medí cuánta agua se gasta en cada jalada de cadena del excusado, inventé desde hace años el: “una jaladita cada tres miaditas y una cagadita”.
Esto viene al caso por la escasez de agua que hay en el mundo para consumo humano y para la vida toda del planeta y la enorme depredación que hemos y seguimos realizando. Yo me siento muy bien de que aporto mi parte para cuidar mi uso y que, quizá o seguramente, esa cubeta que no desperdicio, aunque me pese cargarla para reciclar, me da alegría.
Se calcula que la duración del ciclo de agua, de evaporación a condensación es: en glaciares, de 20 a 100 años; de nieve estacional, de dos a seis meses; de la humedad del suelo, de uno a dos meses; del agua subterránea somera, de 100 a 200 años; del agua subterránea profunda, 10 mil años; de lagos, de 50 a 100 años y de ríos, de dos a seis meses. Por eso, compartir con otros seres vivos, lo que ya la naturaleza nos brindó, es un triunfo para mí.
Y sí, si llegan a venir a mi casa, su casa, verán una sillita y cubeta en el baño; cubetas en la zotehuela junto con un sistema de dos tinacos atrapa–lluvia casero, y desde luego, me preguntarán cuántas “miaditas” van, para poder hacer la “jaladita” de cadena del baño. Por la cagadita no se preocupen, nunca persiste.