El mecanismo de curar por medio de la herbolaria (entendiéndola como elementos terapéuticos en los que se utilizan hierbas) se ha convertido en una opción muy popular. Aunque son considerados naturales, se deja de tomar en cuenta que, al momento de ofrecerlos en formas farmacéuticas, como jarabes, cápsulas, tabletas o pomadas, ya están sometidos a un proceso de fabricación que les quita, precisamente, lo natural.
La Organización Mundial de la Salud ha estimado que alrededor de 80% de la población mundial confía más en la medicina tradicional basada en extractos de plantas que en los medicamentos alópatas; sin embargo, se sabe poco acerca de la seguridad, su eficacia, el espectro de acción y estabilidad farmacológica. Es justo afirmar que las interacciones (incremento de su potencia o disminución de su efecto bajo ciertas combinaciones) son poco investigadas.
Por otro lado, no es difícil imaginar que muchas plantas son alteradas con infinidad de substancias, producto de la contaminación ambiental, (como metales pesados) o elementos de eliminación orgánica lenta (como los insecticidas o plaguicidas).
Tampoco son raros los casos de falsificación de productos que se expenden en el mercado como naturistas. En la revista Salud Pública de México, un artículo publicado en 2013 demostró que un medicamento con la leyenda “100% natural” contenía un antiinflamatorio no esteroide (Diclofenaco) y un esteroide (Dexametasona) dentro de sus componentes (1).
El mercado de plantas no está sujeto a regulaciones sanitarias estrictas y por eso no se expenden como fármacos. Esto las hace más baratas. Así, cuando se compran o venden no se toman en cuenta elementos como pruebas sobre su eficacia o advertencias sobre sus efectos secundarios.
Independientemente de que sus potenciales beneficios se generan solamente a base de observaciones empíricas (pues rara vez son sometidas a estudios de investigación serios), cada día surgen productos a base de “hierbas múltiples”, es decir, con mezclas indiscriminadas de plantas, lo que complica aún más la identificación de elementos benéficos o productos nocivos. Pero el principal problema no gira en torno a su fabricación, sino al consumo. Las ventas se han incrementado a tal grado que ahora, en cualquier farmacia, pueden encontrarse en los mismos estantes de medicamentos de patente, productos supuestamente naturistas.
Es grave el costo de los medicamentos, que enriquecen en una forma verdaderamente irracional a los empresarios que invierten en salud. Este fenómeno deja sin acceso en servicios en atención primaria a un número extremadamente alto de enfermos. Con una sola vez en la que un “naturista” resuelva un problema, generará volúmenes de consulta baratos y a cada individuo que atienda, le expresará el fracaso de la medicina alópata con un consecuente convencimiento difícil de contrarrestar.
Además está la ignorancia de todos. Faltan conocimientos en los principios activos de todos los productos utilizados en la terapéutica, lo que genera un hueco en el conocimiento de la toxicidad, de los efectos secundarios o la actividad farmacológica. Debido a que las publicaciones, en este sentido, son escasas en las principales revistas de divulgación científica, los médicos también ignoramos aspectos determinantes de los mecanismos de acción en farmacología, y esto solamente genera una descalificación y un descrédito mutuo entre alópatas (preparados en Universidad) y los empíricos, tradicionales o “hierberos”, de la que sacan, la mejor parte, estos últimos.
Finalmente, se deja de tomar en cuenta que muchos de los medicamentos utilizados actualmente provienen de las plantas. Valgan como ejemplos los Digitálicos (medicinas útiles en Cardiología), la Atropina y derivados Narcóticos. Por otro lado, cuando se prescribe un fármaco, tanto las dosis como la calidad de las sustancias activas, en estos casos, han sido investigadas con estándares de calidad y control que no existen definitivamente en las preparaciones a base de hierbas.
Es necesario llevar a cabo seguimientos e investigaciones de Farmacología más contundentes sobre medicamentos naturistas, pero también es necesario que los médicos alópatas tengamos una mentalidad más abierta hacia los tratamientos tradicionales. La experiencia es tan válida como la teoría. Por eso se debe establecer algún tipo de mecanismo institucional que permita compartir información entre todos aquellos involucrados en la salud. De otra forma, la proliferación de “charlatanes” se irá incrementando y generará una problemática extremadamente difícil de abordar en el futuro.
Referencia:
1. Garza–Ocañas L et al. Confirmación de dexametasona y diclofenaco por LCMSMS como adulterantes en un
producto herbolario. Salud Publica Mex 2013;55(5):498–504