La educación es el arma más poderosa que
puedes usar para cambiar el mundo.
Nelson Mandela
Mirando con atención encuentro muchos espacios de confluencia social, personas realizando proyectos de esperanza. Mujeres indígenas y no indígenas, trabajadores, artistas, docentes e investigadores, organizaciones sociales, campesinos, etcétera. Me interesa hoy recuperar el principio de esperanza de Herbert Marcuse y Ernst Bloch. También quiero resaltar la pedagogía de la esperanza de Paulo Freire. No apelo a la esperanza ingenua que considera que todos los problemas se resolverán con buena voluntad. No apelo a la esperanza que tiene la expectativa de que sin más ni más, todo será mejor y por lo tanto “basta con esperar”.
Convoco, en cambio, a movernos en el mundo desde la esperanza critica, desde una esperanza activa, material, mayéutica que permita parir las transformaciones sociales, materiales y simbólicas, que necesitamos para transitar a sociedades con justicia, libertad y solidaridad.
La esperanza a la que hago referencia, desde la mayéutica socrática, implica como buena partera, despertarnos, apaciguar nuestros dolores en el parto, guiarnos en partos difíciles, como brújula que ilumina la búsqueda y construcción de la justicia social. También nos provoca, si es necesario, el aborto. Es, por tanto, un proceso doloroso e intenso que requiere fortaleza, amor, consciencia, para pensar las crueles interrogantes de la vida, la complejidad que subyace en la realidad social actual.
La esperanza critica, mayéutica, debe favorecer el alumbramiento del conocimiento y de la praxis para el cambio social. Desde la pedagogía de la esperanza, el ámbito académico, la docencia, la investigación y el activismo social pueden confluir para potencializar el compromiso colectivo desde múltiples dimensiones. Conjunción del intelecto y la voluntad, fortaleza y audacia que nos permitan en comunidad, confrontar y resistir las condiciones de opresión e injusticia.
La pedagogía de la esperanza nos permite partir del amor por la vida, el respeto a la madre tierra, la solidaridad y el compromiso consciente e informado con la justicia social. Seamos personas mayéuticas y promovamos la pedagogía de la esperanza, potencialicemos los alumbramientos del conocimiento que se exprese en una praxis sensata, congruente y emancipadora. Construyamos desde nuestros diversos espacios la reflexión aguda, el mirar sensible, que nos permita, como diría la Mafalda, pensar con amor y amar con sabiduría.
La pedagogía de la esperanza en Freire, nos permite desmontar los discursos y las prácticas que legitiman la violencia y el despojo. Partamos del conocimiento colectivo, recuperemos los saberes ancestrales del cuidado de la madre tierra y la vida y seamos capaces de ser innovadores con las condiciones actuales que nos demandan creatividad, confluencia, utopías posibles que se conviertan en proyectos colectivos, amplios, pero fundamentalmente proyectos políticos, económicos, sociales y culturales viables. Recuperemos los espacios de aprendizaje, de investigación, de exploración que nos permitan conocer y relacionarnos en el mundo para transformarlo. Aprendamos de proyectos comunitarios que cuentan historias y vivencias exitosas en la construcción de la justicia social.