El fracking o fracturación hidráulica, es la exploración para la extracción de gas natural, o shale gas, extraído de zonas profundas en terrenos donde abundan rocas de esquisto, lutitas o arguilitas ricas en materia orgánica. La perforación vertical de 3 a 5 km con tubo de acero llega a las rocas, después es horizontal de 1.5 a 3 km con el uso de explosivos para provocar fracturas. Una vez realizada la fractura, se inyectan millones de litros de agua a muy alta presión, mezclados con arena y más de 900 aditivos químicos cancerígenos y mutagénicos, como detergentes, sales, ácidos, alcoholes, lubricantes y desinfectantes, hasta que el gas es liberado, los nombres de los aditivos son reservados por las compañías como secreto empresarial.
El fracking inicia en México en 2003 con subcontratos de Pemex a las trasnacionales Halliburton, Weatherford y Schlumberg, entre otras. Con la reforma energética, se apresura la entrega de recursos energéticos al capital privado, mientras los mexicanos perdemos agua, salud y medio ambiente. El agua que retorna a la superficie y la que se infiltra a los acuíferos durante el fracking, lleva materiales radioactivos como radón, uranio, metales pesados (mercurio), hidrocarburos y otros tóxicos que contaminan acuíferos y corrientes superficiales, destruyen el medio ambiente y toda forma de vida. Su impacto en la salud humana hace del fracking un proyecto de muerte provocando daños en la piel, ojos, órganos sensoriales, sistema respiratorio, gastrointestinal, hígado, cerebro, sistema nervioso y endocrinológico, cáncer, mutaciones y muerte.
El fracking contamina el aire al liberar metano que resulta 86 veces más dañino que el CO2, exacerbando el calentamiento global por su efecto invernadero. La revista Science, demuestra el incremento de la actividad sísmica debido a la inyección masiva de agua por el pernicioso fracking.
Actualmente, con información gubernamental, incompleta y contradictoria, se identifican 3 mil 708 pozos: 10 en Coahuila; seis en Nuevo León; mil 440 en Puebla; 25 en Tabasco; 11 en Tamaulipas y 2 mil 288 en Veracruz. A cambio, más de 10 por ciento de la población sufre escasez de agua; sin embargo, las empresas del fracking manejan concesiones de agua, consumiendo un pozo de 29 millones de litros por perforación, siendo perforado hasta seis veces. Además, de la salud humana y el daño a los ecosistemas, el agua es el recurso natural más afectado por el fracking. Y no es todo, la empresa texano–israelí Stratfor, especializada en servicios de inteligencia y espionaje, después de la entrega del petróleo y la electricidad que hizo del gobierno de México, aboga ahora por la privatización del agua en beneficio de las trasnacionales hidráulicas israelí–anglosajonas, y sus proyectos de muerte.
Prohibir el fracking debe ser una prioridad en la agenda pública mexicana, como se hizo en Europa y ciudades de Estados Unidos; sin embargo, los promotores de la reforma energética entreguista del México neoliberal (PRIAN y aliados), desprecian las evidencias de sus abominables daños, anteponiendo intereses personales vinculados a la plutocracia nacional y trasnacional financierista, que se frota las manos con apetito voraz arrasando con todo a su paso.