El escándalo de espionaje por parte de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), en el cual no solo se interceptaron las comunicaciones de ciudadanos comunes, sino hasta las conversaciones de líderes como la canciller alemana y el presidente mexicano, no ha causado revuelo social en los mismos Estados Unidos, ni el gobierno ni en la sociedad.
La opinión pública en este país es de indiferencia, y las críticas aisladas provienen de los sectores políticos extremos de derecha e izquierda, como la Tea Party y el Ocuppy Wall Street.
En cuestiones internas, el gobierno se encuentra tranquilo. Incluso el grupo republicano, que hasta poco estaba en punga con el presidente Obama, guarda relativo silencio.
Sin embargo, la crisis si se extiende a los sectores extranjeros, en donde Brasil y otros países de Sudamérica denuncian estos actos de inteligencia internacional.
Los países europeos, no obstante, han mostrado tolerancia en estos aspectos, al igual que el gobierno de México. Dada su posición de aliados y socios comerciales pretenden no escalar este problema.
El mismo presidente Obama ha dado a conocer sus intenciones por cambiar aspectos de su sistema de espionaje.
Expertos en esta materia afirman al contrario, lo difícil, sino imposible de esta tarea reformadora.
Con información del El País.