“Agua de las verdes matas,
tú me tumbas, tú me matas y
tú me haces andar a gatas”
El consumo regular de esta bebida era propio de las clases populares, principalmente aquellas de procedencia campesina, pero también era del gusto de los obreros y de las clases medias de pocos recursos; también algunos ricachones gustaban de la popular bebida. Los sábados, días de raya, eran los albañiles y los trabajadores de diversa procedencia, incluyendo la baja burocracia, la que poblaba las pulquerías por lo barato del producto y porque adicionalmente podía degustar unos ricos tacos de tripa de leche con una salsa picosa.
El neutle, pulmón, cara blanca, tlamapa, tlachicotón con moscas, caldo de oso o Baba Dry, entre otras denominaciones, era consumido en jícaras o en los populares vasos de vidrio verde prensado que se llamaban por su diseño cacarizas, catrinas, tornillos, chivos, camiones, etcétera. Era común que la invitación a echarse un pulcazo, entre pecho y espalda, se expresara como “compadre, vamos a darnos un tope”, “un jicarazo” o vamos a darle a los curados de tuna, de mamey, de Chocomil y, poniéndose elegantes y espléndidos, hasta un curado de piñón. También era común, en son de broma, invitar al xaxtle, es decir a beber los asientos o residuos del tlachicotón los cuales, por cierto, tenían cierto tipo de levaduras que se usaban en la confección de pan en algunos pueblos.
Las pulquerías eran expendios exclusivos de pulque y estaban decoradas con diversos temas mexicanos –prehispánicos o folclóricos– del arte mural de los rotulistas populares y no faltaban los coloridos calendarios de Galas de México, con ilustraciones de Jesús Helguera, que le gustaba representar a esculturales chamaconas de insinuantes curvas y generosa pechuga, disque indígenas, ataviadas con trajes regionales, todo para alegrar el ojo de los parroquianos. El mobiliario de estos locales era muy sencillo, unas simples mesas y sillas; el aserrín cubría el piso para garantizar la pronta “limpieza” y contrarrestar la mala costumbre del “alacranazo” que consistía en arrojar, mediante un movimiento de latigazo, el residuo de pulque del vaso para marcar en el piso la figura de un alacrán.
Los nombres de las pulquerías eran un dechado de ingenio y buen humor de sus propietarios, al mismo tiempo que una invitación provocadora a la distinguida clientela: “Las glorias de Juan sin miedo”, “Vamos con el tío”, “El bigorón”, “La bella Elena”, “La hija de los apaches” y las que cita Claudia Herrera como “La Gloriosa”, “La Elegante”, “La Penca”; “La Giralda”, “Los tres ases”, “La Crema”; “La Quebrada”, “Los Parranderos”; “El Pulmex”, “El amor perdido”, “La Morena”, “La Gran Estocada”; “La Barriquita”, “La Nora”, “El mareo”; “El rifle” y “La Metralla”, entre muchas otras. Las pulquerías tenían una ventanita hacia la calle para que las mujeres y los chamacos pudieran comprar el pulque sin que ingresaran al recinto.
El rentoy era el juego por excelencia de las pulquerías, mismo que proviene del “mus” y que se juega con baraja español. Es un juego en el que los “jefes” o principales contendientes pueden hacer señas a sus respectivos jugadores, tratando de que no sean vistas por los contrarios. Entre los juegos de monedas estaba “la calambrina” que consistía en tratar de atinarle a una tabla apoyada en un resorte; la popular rayuela en la que los jugadores arrojan las monedas para aproximarse a una raya marcada en el suelo; “los volados” y los disparejos que consistían en echar la suerte para “disparar” las rondas.
El mundo del pulque es de una gran riqueza cultural y su casi extinción revela en forma patente las influencias culturales estadunidenses principalmente, mismas que carecen de una raíz profunda; proceden comúnmente de la mercadotecnia. Resulta una tarea titánica tratar de contrarrestar la enorme influencia de los televisos y los aztecos, que se empeñan en transformar, para su beneficio, los hábitos de los mexicanos y lo peor de todo es que no faltan quienes se suman dócilmente al rebaño. Por esa razón éntrele con moderación a las libaciones del “néctar de los dioses”…prehispánicos.