| La frecuencia con la que se cae el pelo es alta, condición que puede ser constatada por todos. Conocida como alopecia, de hecho, alrededor de la mitad de los hombres y aproximadamente 10 por ciento de las mujeres han experimentado una variedad de pérdida capilar, conocida como alopecia androgenética, en un momento de la vida; pero si bien todos sabemos que este problema no pone en riesgo la existencia, el impacto que tiene en la salud es tremendo, por sus implicaciones en las esferas psicológicas, sociales y económicas. |
Lo primero que es necesario comprender es que el cabello no tiene un crecimiento continuo, sino que se produce en distintas fases que constituyen el ciclo piloso. Las etapas que lo componen son: Anágena, Catágena y Telógena.
Anágena es el periodo de formación activa, en la que tiene lugar el, digamos, nacimiento del cabello, con una duración media de tres años. Catágena es la fase de regresión; se detiene la división celular y el folículo se encoge. Su duración es de dos a cuatro semanas. Telógena es la fase de reposo durante la que se produce la caída del cabello. Tarda de dos a cuatro meses y la reposición se produce mediante una nueva fase Anágena, completando el ciclo. En un estado normal el porcentaje de las tres fases es del 14 por ciento en Telógena, 1 por ciento en Catágena y un 85 por ciento en Anágena, aproximadamente.
Durante la fase telogénica es normal que diariamente se caigan entre 50 y 100 cabellos. Cada pelo tiene su propio ciclo, por lo que constantemente hay cierto número de pelos en reposo. Terminada esta fase de reposo, un nuevo pelo vuelve a crecer en el mismo folículo. Pero si el 85 por ciento del ciclo del pelo se encuentra en fase anágena o de formación, resulta una paradoja que se dé la caída del cabello en una forma tan notoria y, sobre todo, tan frecuente. Para esto, es necesario entender que la presencia de cabello está controlada por factores ambientales, genéticos, endócrinos y metabólicos; de ahí que la pérdida excesiva obedece a múltiples variables, muchas de las cuales aún son desconocidas. De todos modos, uno de los factores más importantes de la alopecia gira en torno a la presencia de las hormonas masculinas conocidas como andrógenos, tanto en hombres como en mujeres. Pero esto no quiere decir que necesariamente exista una mayor cantidad de hormonas en las personas que pierden el cabello, sino a la sensibilidad del pelo a ligeras variaciones en las concentraciones de hormonas. Esto obliga a que las estrategias de tratamiento deban ser debidamente orientadas por los especialistas en el tratamiento de las enfermedades del pelo, conocidos como tricólogos, o los dermatólogos.
Dentro de las estrategias de control es fundamental llevar a cabo una adecuada historia clínica para evaluar el riesgo de padecer factores que favorezcan la pérdida capilar como enfermedades hormonales, tensión emocional, aspectos nutricionales, padecimientos metabólicos, exceso o falta de algunas vitaminas o minerales y hasta causas desconocidas.
Para la alopecia androgenética masculina, en México se cuenta con dos tratamientos marcados en la Guía de Práctica Clínica 566–12 y que están representados por el Minoxidil en forma local y el Finasteride para administrarlo por vía oral. Ambos tratamientos deben ser indicados estrictamente por médicos, debido a que este último puede acompañarse de disminución en el apetito sexual, por lo que llega a ser literalmente temido por los hombres que lo toman. Fuera de estos métodos, la utilización de otras opciones no solamente es generalmente cara, sino también ineficaz.
Cuando el problema es mayor, la única opción de tratamiento que resta es el trasplante de pelo, conocida como “Follicular Unit Extraction” o FUE por sus siglas, que siendo extremadamente laboriosa, se ha planteado que pueda ser llevada a cabo por robots, como ayudantes. El problema de este método, independientemente del alto costo es que, si no se controlan los factores que desencadenan la caída, el pelo volverá a perderse inexorablemente, lo que obliga a utilizar tanto el Minoxidil como el Finasteride.
Fuera de estos tratamientos, en el mercado se proponen opciones como la implantación de “células madre, plasma y aplicación de láseres”, sin resultados positivos en una forma concluyente, quedando por último las ineficaces vitaminas, champús, masajes, ozonoterapias, bótox capilar, lociones y hasta hormonas femeninas. Hay qué comprender que si hablamos de un padecimiento con un componente hereditario determinante, la solución en muchos casos es definitivamente imposible. La calvicie ha significado y representará un verdadero reto, no solamente en la dermatología, sino en la medicina general.