El 3 de junio de 1971 los muchachos regresaron del exilio. Se había organizado una marcha para el 10 de junio, por cierto día de mi cumpleaños, por eso digo “10 de junio no se olvida”. Hay van de nuevo los Valle. Sergio participó en el contingente de la Escuela Superior de Ciencias Biológicas; Eduardo al principio de la marcha y yo en el contingente de la Facultad de Ciencias.
En el Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias hicimos mantas y volantes. Rápidamente le avisé a Oswaldo, así rapidito, para que ni se diera cuenta de a dónde iba.
Ni me acuerdo qué me dijo, pero salí casi volando de su cubículo y a la marcha con todo y mantas. Oswaldo simplemente me vio correr para alcanzar a mis compañeros del Comité de Lucha.
Al llegar al Casco de Santo Tomás el contingente de Ciencias se colocó en su lugar; inmediatamente me acordé de lo que me dijo mi papá el 2 de octubre: “Si pasa algo corre, no te detengas”; como había mucha participación en el contingente me dije: “Aquí no puedo correr, no hay para dónde”; entonces me separé del contingente y busqué la calle de Marina Nacional. Ahí vi gente muy sospechosa. No me fui, no, solo me acordé de lo que me dijo mi papá antes de entrar al mitin de Tlaltelolco: “Hija estamos aquí porque es un deber de militante estar con los compañeros de lucha en las buenas y en las malas. Si no hubieras venido, nunca podrías haber levantado la cara con orgullo y tu conciencia no te dejará descansar. Te acompaño porque te tengo que enseñar cómo cuidarte en estos casos, pero siempre hay que tomar precauciones”. Y tomé precauciones. Me integre a un contingente colocado cerca de salidas para poder correr.
Empezaron los balazos y los golpes de los “Halcones” (grupo paramilitar entrenado por Luis Echeverria para reprimir cualquier manifestación pública). De nuevo mi preocupación eran Eduardo y Sergio; quise volver a entrar a buscar a mis hermanos y me di cuenta de que la gente estaba cayendo herida.
Corrí y corrí por todo Marina Nacional en dirección opuesta a la agresión hasta que el aliento me faltó. Mis piernas temblaban de cansancio y miedo. Tome un camión a casa de mi mamá y que me enfilo para Loma Hermosa. Me senté en una de las bancas de la unidad con el propósito de calmarme; no lloré. No quería presentarme como me presenté el 2 de octubre de 1968.