La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos supuso un cambio enorme a nivel político y social no solo en su país sino en el resto del mundo. Las medidas adoptadas respecto de México pusieron en jaque al gobierno de la República, que al parecer, no se había tomado en serio las controvertidas promesas de campaña. El muro, la persecución a los migrantes y la renegociación del TLC fueron una realidad desde los primeros días desde la jura.
Los repetidos ataques de Trump se han convertido en la oportunidad de oro para lanzar el discurso apaciguador definitivo que permitirá, o al menos así lo ven ellos, sortear la crisis de aprobación de Peña Nieto y hacer olvidar, primeramente, el gasolinazo, y quizás, todas las demás máculas de este gobierno: el discurso nacionalista–patriótico de la unidad nacional. Una unidad cargada con una fuerte dosis de amnesia obligatoria.
Existió un giro discursivo por parte de los actores políticos, se pasó del discurso apaciguador al discurso alarmista que permitió la emergencia de la llamada a la unidad. Importantes actores mediáticos de la escena política tradicional llamaron a la unidad; entendida ésta como respaldo a Enrique Peña Nieto.
Los partidos políticos, como en los tiempos del Pacto por México, tomaron inmediatamente el discurso de la unidad; antes que “diferencias puramente ideológicas” está México. Se rescata la idea de la Nación única, humana y generosa a la que entregamos nuestra existencia, para olvidar lo que, ante la amenaza de Trump, hacen parecer como “problemitas menores que no deben dividirnos en esta época de crisis”. Ayotzinapa, la casa blanca y el gasolinazo son transformados a disputas secundarias que no deben crear división entre los mexicanos.
La amenaza de Trump, en lugar de difuminarse como un eco, encuentra en algunos medios mexicanos la función de megáfono y teléfono descompuesto. Aumenta la incertidumbre y se nos pide poner nuestra mexicanidad antes que cualquier otra cosa; se usa un discurso político extranjero para despolitizar la vida nacional. Emerge una idea de identidad alienante, los viva México y la bandera nacional en whatsapp se reconfiguran para enmascarar e invisibilizar las grandes responsabilidades que hasta hace unos días se exigían con justa vehemencia al gobierno de Peña Nieto.
Los medios magnifican el llamado a responder el nacionalismo de Trump con más nacionalismo. Se presentan como simples voceros de la necesidad de ser buenos mexicanos, olvidando, por ejemplo, lo que el nacionalismo le hizo a Alemania en 1939 y que es precisamente el problema hoy en EU. Los medios están funcionando como una inmensa maquinaria de propaganda de tiempos de guerra, en los que el gobierno, el Estado y la Nación se convierten en uno mismo bajo el discurso falaz de enfrentar la amenaza externa, dando al dominador la justificación para atajar la protesta y acusarla de división. Y entonces disentir se volverá traición a la patria.