Rezaba una frase de hace varios años que “la letra con sangre entra”, desde los poderes de gobierno la frase en mención sigue plenamente vigente, de ello dan cuenta los hechos sucedidos en pasado domingo 19 de junio en Nochixtlán, Oaxaca, donde ante el rechazo del magisterio y ciudadanos a la reforma educativa, la respuesta del gobierno federal fue la represión brutal, misma que cobró la vida de varias personas.
Estos hechos dejan en claro una vez más que los cuerpos policiacos en poco o nada sirven para la salvaguarda de la ciudadanía. Puede que alguien argumente el derecho de terceros, sin embargo, no debe olvidarse que la ciudadanía llega a la protesta social como un resultado de la incapacidad gubernamental para construir espacios de diálogo y acuerdo, esto no era posible en tanto que la reforma educativa nunca fue resultado de procesos de diálogos entre profesores, gobiernos, personas expertas e incluso la ciudadanía. Esta represión es el resultado de gobiernos que han desviado el poder del Estado, privilegiando la privatización de los derechos y priorizando por la ganancia antes que en salvaguardar los derechos humanos y la voluntad de sus pueblos.
México no ha podido construir el piso mínimo para la vida de un Estado democrático, pues en él hay un diálogo permanente entre ciudadanía y gobierno, los hechos ocurridos Oaxaca han dejado muerte, represión, presos y heridos. ¿Qué democracia tiene su base en esos hechos? El gobierno de Enrique Peña Nieto ha dejado en claro que su política es la pedagogía de la opresión, esa que se estructura para mantener el privilegio de una clase política y económica a través de la represión y la eliminación de derechos humanos, esa que utiliza los cuerpos de “seguridad” oficiales y las armas para imponerse, esa que encarcela a la gente que lucha por mejores condiciones de vida, seguridad, justicia y verdad.
El gobierno federal ha señalado que se realizarán las investigaciones para dar con los responsables de estos hechos. ¿Por qué habría que creerle si la historia ha demostrado que ello no ocurre? ¿Por qué habríamos de creerle si no a casi tres años no ha sido capaz de revelar la verdad y el paradero de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa?
Sistemáticamente los presos, heridos y los muertos están del mismo lado, de quienes están exigiendo o defendiendo sus derechos. Y a pesar de creer poco en las palabras del gobierno, les señalamos que es su responsabilidad dar con los responsables y sancionarlos.
Paulo Freire señalaba que los procesos de liberación no pueden venir por parte de los opresores, somos las personas oprimidas las que en un ejercicio de toma de conciencia y a través de la organización debemos romper esos mecanismos de control. El día miércoles la indignación y solidaridad en al menos 17 estados de la República se hizo visible, incluido Tlaxcala, donde hace mucho no se veía la presencia de tanta gente, y cómo no salir a las calles si una vez más lo que vemos es este uso exacerbado de la policía y sus armas, no podemos permitir que ello se vuelva una práctica permanente de los gobiernos ante cualquier hecho de protesta ciudadana.
Es cierto que el sistema educativo y los modelos de educación necesitan y deben ser mejorados, lo sabemos quiénes estudiamos en escuelas públicas, pero la reforma educativa no está planteando las mejoras que requerimos, no está partiendo del enfoque del derecho humano a la educación, viendo de manera integral todos los demás derechos. Dichas mejoras en el sistema no deben ser un proceso de violencia y muerte.
Los primeros diálogos no avizoran acuerdos, es probable que la actual respuesta ciudadana aminore la represión, pero no la eliminará porque es sistemático su uso por parte del gobierno en sus diferentes niveles. Por eso la organización ciudadana y de los pueblos no puede seguir esperando, es importante que cada persona sume su indignación y ponga un alto a los hechos de injusticia cometidos por sus gobiernos, lo señalamos antes y lo recordamos ahora, la verdadera ciudadanía está más allá de los procesos electorales, la verdadera ciudadanía se ejerce en todos los campos de nuestra vida y se ejerce ante cualquier problema que afecta la vida pública.
Desafortunadamente a veces el aprendizaje viene de hechos dolorosos, pero el aprendizaje existe solo si el hecho se ha analizado y se ha tenido la capacidad de responder a él y volver a vivir con dignidad e integridad, de liberarse de los procesos de opresión, pareciera que en México no se ha alcanzado esta capacidad de aprendizaje por gran parte de la ciudadanía, pero hay que señalar que en su buena medida se logra porque el Estado, a través de los gobiernos, sigue utilizando la desinformación, el miedo, dolor y la muerte como métodos para que aprendamos la sumisión; para el Estado la educación es un proceso de premio–castigo dependiendo de sus intereses económicos, para la ciudadanía la educación es un proceso de humanización.
En estos momentos de dolor generado por la pedagogía de la violencia desarrollada por el gobierno mexicano, es importante como ciudadanía ejercer la pedagogía de la liberación, desde la que rechazamos el uso desmedido de fuerza pública y exigimos el castigo a los responsables por las muertes ocurridas en Nochixtlán, Oaxaca.