Angela Merkel, canciller alemana, de enorme peso mundial tuvo que salir a dar la cara al mundo cuando se destapó la caja de pandora en que, se convirtió la Volkswagen, empresa icono de ese país y hasta hace unos días, uno de los líderes más importantes del mundo en venta de autos. Allá por julio de este año, la BBC, en su portal digital, reportaba que la automotriz alemana le había ganado el liderazgo a la japonesa Toyota: “Ya es un hecho: la automotriz alemana Volkswagen sobrepasó por primera vez a la japonesa Toyota en la carrera por convertirse en el mayor vendedor de vehículos del mundo. Cifras recién difundidas sobre el primer semestre del año confirman la tendencia a favor de la empresa germana, que tiene una fuerte presencia en América Latina. Entre enero y junio de 2015 Volkswagen vendió 5,04 millones de carros en todo el planeta, mientras que Toyota vendió 5,02 millones. Puede parecer una diferencia mínima. Pero los analistas explicaron que de todos modos es muy significativa: Volkswagen logró nada menos que desbancar a la mayor automotriz del mundo”. Hoy, empero, podemos ver una enorme mancha en ese vertiginoso aumento, una que le costará años borrar a los alemanes; los más maliciosos verán en el escándalo del presente las razones del ascenso reportado. Merkel salió, según unos ingenuotes, como “gran estadista” a poner orden en la automotriz y a dar la cara por todo el pueblo alemán, hoy vulnerado por la corrupción de unos cuantos; lo cierto es que salió a tratar de recoger los pedazos de una economía que al parecer se sostiene con pinzas y a tratar de detener la debacle. Por supuesto, los ganones en esta crisis serán los productores estadounidenses principalmente.
Y mientras todo ello sucede, recientemente la oposición en Alemania acusó al gobierno de ocultar información sobre el fraude de la VW. Según reporta el portal Mail Online, “Angela Merkel quedó embrollada en el escándalo Volkswagen el día de ayer que los políticos de oposición en Alemania afirmaron que el gobierno sabía de antemano que la firma había alterado los resultados de las emisiones. El Partido Verde dijo que los ministerios supieron sobre las pruebas de emisión de contaminantes pero los ‘trucos y los engaños’ fueron ‘aceptados sin chistar’. El escándalo generó su primera víctima en la figura del presidente ejecutivo, el profesor Martin Winterkorn que renunció para permitir un ‘nuevo comienzo’ pero negando haber realizado cualquier fechoría o culpabilidad”. Por supuesto, las cosas en Alemania no pueden estar peor –aunque habría que ver hasta dónde pueden llegar las investigaciones– y por más que lo nieguen políticos mexicanos de “buena” voluntad, necesariamente esta crisis habrá de afectar a las inversiones de esa compañía y su hermana Audi en México. Lo siento, el panorama no es muy halagüeño, lo que nos hace considerar varios temas a discutir: lo primero, es la pertinencia de un modelo económico que centra todo su potencial ideológico, económico y político en la iniciativa privada, misma que se ha visto elevada a templo donde el culto al mercado y su “impoluto” proceder es la norma a seguir. Los escándalos de Enron, de Repsoil, OHL y ahora Volkswagen nos hacen cuestionarnos todo. Hasta el momento, Alemania y sus empresas habían permanecido fuera de estos escándalos, pero hoy, una de las cunas del pensamiento y política neoliberales, se tambalea demostrando que en efecto, hasta los alemanes con todo y su estereotipo de rectitud, control y liderazgo a toda prueba, también se pueden corromper.
No hace mucho unos empresarios en reunión con nuestra UAP demandaban de nosotros el preparar mejor a nuestros estudiantes e incluso aventuraron la especie de que deberíamos formarlos mejor en valores… En ese momento quedé patidifuso y ojipelón: ¿cómo es posible que los empresarios que se han servido perfectamente del modelo y que demandaban desde los años 90 del siglo pasado que se recortaran carreras y que se prescindiera de materias teóricas y de corte humanista so pretexto de que “lastraban” el proceso de capacitación, hoy demanden todo lo contrario… Es muy posible que el daño que el modelo ha propinado a la educación universitaria –hoy sustituida por “capacitación”– tarde años en revertirse; hoy se piensa en clave de rúbricas e instrumentos que miden procesos, pero poco en academia y su impacto en la construcción de sociedades más equitativas, justas y legales, donde la corrupción y la impunidad no sean la tónica. Lo que es más, la nación que ha llevado la voz cantante en la economía europea –y en muchos casos, la del mundo– queda hoy en entredicho. Ellos criticaban el manejo corrupto y faccioso que Grecia había hecho de su propia economía y del rescate que la Unión les proporcionó, cuando en casa misma, una de sus empresas más emblemáticas caía en la tentación más soez. Cuando alguien me presuma del afamado “primer mundo” y de sus innegables capacidades para hacerlos ser vanguardia se enfrentará a la pregunta que le espetaré sin chistar: ¿nosotros queremos llegar a eso?, si ya estamos ahí: si de corromperse y saltarse las normas se trataba, bueno, nos pudieron haber preguntado, años y años de corrupción en todos los niveles de la vida privada y pública nos respaldan, cosa que debería hacernos sentir orgullosos. Aunque quizá no, al parecer hasta en eso nos ganan los alemanes. En el mundo empresarial, hasta el más tullido es alambrista…