Se acuerda usted de la edición de La Jornada del viernes 7 de junio de 2013? En la mañana de ese día revisé el ejemplar en internet, y recuerdo que se me salieron los ojos al ver la nota principal de la contraportada: “Desata el gobierno de EU espionaje masivo de llamadas”. Recuerdo haber comentado con Claudia Magallanes y Lilia Vélez el asunto, ya que nos dirigíamos a la versión radiofónica de esta sección.
Por supuesto que a la vuelta de un mes con 10 días, el tema del espionaje del “mundomundial” se ha incorporado a nuestro imaginario, a las conversaciones cotidianas, a los contenidos informativos, a los chistes… Pero sobre todo, un nombre resume de este reciente episodio equiparable a la más delirante trama de cualquier producto mediático vinculado con la intriga internacional. Ese nombre es Edward Snowden.
Han pasado tantos episodios que es imposible resumirlos aquí, pero estos van desde la repetición ad nauseam del único video público de Snowden, hasta la grosería europea en contra de Evo Morales. Y todo sin mencionar la situación límbica en la que se encuentra el tal Snowden: varado en un aeropuerto ruso sin saber cuál será su destino.
Hay algunos productos periodísticos infaltables a la hora de construir la carpeta para seguir el caso. El ya referido ejemplar del 7 de junio. Por supuesto hay que añadir la contraportada del 10 de junio en que conocimos al personaje: “Trabajó en la CIA quien filtró plan de espionaje de EU” y por supuesto el antetítulo: Edward Snowden sale a la luz; “ahora me demonizarán”. El periódico español El País publicó una crónica sensacional de Joseba Elola titulada “La cacería de Snowden” (suplemento domingo del 30.06.13). Y desde luego, el ejemplar del 14 de julio pasado, donde se lleva el titular: “Snowden puede causar a EUA su peor pesadilla”. La interpretación es del periodista Glenn Greenwald y no tiene desperdicio. Pero lo que más me ha conmovido es un texto firmado por el mismísimo hombre que ha causado este revuelo planetario.
“Hola. Me llamo Ed Snowden. Hace poco más de un mes tenía familia, un hogar en el paraíso y vivía con gran comodidad. También tenía la capacidad de buscar, capturar y leer las comunicaciones de ustedes sin necesidad de orden judicial alguna. Las comunicaciones de cualquier persona, en cualquier momento. Es decir, el poder de cambiar el destino de las personas. (…) Por consiguiente, hice lo que creí correcto y emprendí una campaña para corregir esos ilícitos. No busqué enriquecerme. No busqué vender secretos de Estados Unidos. No me asocié con ningún gobierno extranjero para garantizar mi seguridad. Lo que hice fue llevar lo que sabía al público, para que algo que nos afecta a todos pudiera ser discutido por todos a la luz del día, y pedí justicia al mundo. Esa decisión moral de revelar al público un espionaje que nos afecta a todos ha sido costosa, pero fue lo correcto y no me arrepiento de ella. (…) Desde ese momento el gobierno y los servicios de inteligencia de Estados Unidos han intentado ponerme de ejemplo, de advertencia a otros que pudieran hablar como yo lo he hecho. Me han convertido en un apátrida y un perseguido a causa de mi acto de expresión política. (…) Hoy anuncio mi aceptación formal de todas las ofertas de apoyo y asilo que me han extendido y todas las demás que se me hagan en el futuro. (…) Esta intención de Estados poderosos de actuar en forma extralegal representa una amenaza para todos nosotros, y no se debe permitir que la lleven a cabo. En consecuencia, solicito la ayuda de ustedes para exigir garantías de salvoconducto a las naciones relevantes para asegurar mi traslado a América Latina…”
Desde mi punto de vista, esta pieza es crucial para entender de primera mano las razones de un hombre que hoy vive en el limbo. El desenlace aún está en “veremos”, y por supuesto, estamos atentos en la resolución de un caso que por increíble, es apasionante y adictivo.