Durante décadas, opinadores vinculados con medios que forman parte de la oligarquía nos han asustado con el petate del muerto del populismo, asociándolo siempre con movimientos y expresiones políticas de izquierda.
El populismo, vociferan esos opinadores, representará la ruina del país y será el primer paso para convertirnos al socialismo o, peor aún (¡gulp!), acabar en las garras del comunismo, sea lo que sea eso y lo entiendan como lo entiendan esos individuos. Adiós a las sacrosantas propiedad privada y libertad, y hola al colectivismo.
Una de las más recientes olas de esa histeria la vivimos durante el episodio de la nueva familia de libros de texto. Las huestes de Salinas Pliego —beneficiario de la privatización y quien buscaba la manera de seguir con su solidaria costumbre de no pagar impuestos fuera como fuera— machacaban una y otra vez que los libros en cuestión iban a adoctrinar a los pequeños e inocentes alumnos de educación primaria. La malandra 4T se disponía a asaltar la mente de los párvulos, para convertirlos a la religión marxista. Que San Marcial Maciel no lo permita.
Así, al grito de Patria, Religión y Fueros para Evadir Impuestos, se orquestó una campaña que permitió desatar la ira de organismos tan progresistas como la Unión Nacional de Padres de Familia. Parte del espectáculo incluyó la quema de los volúmenes para impedir que cayeran en las manos de los pequeños.
Finalmente se estaban cumpliendo las santas profecías que se anunciaron desde 2006: ese López Obrador es el chamuco tropical, peor que los hermanos Castro (los cubanos, no los mexicanos), Chávez, Maduro y Evo juntos. Satán rojísimo que quería tomar por asalto a esas inocentes criaturas y perpetuar su reinado de caos y colectivismo sexenal. Como dice Lex Luthor, al hablar de su padre nacido al otro lado de la Cortina de Hierro: los niños desfilarían con flores en la mano, para entregarlas al Gran Tirano, represor y destructor.
A final de cuentas, todo ha quedado en lo mismo que se dice del populismo de izquierdas: una llamarada de petate. En realidad fue otra de las embestidas de los grupos reaccionarios de este país, incómodos por tener que pagar impuestos (y si no, acuérdense del caso del Diablo Fernández, quien controla el tráfico de Coca–Cola en este país y que no tuvo más remedio que apoquinar los miles de millones de pesos que le debía al fisco, gracias a sus íntimas relaciones con los politicastros que financiaba para que llegaran al poder (verbatim Vicente Fox, que al parecer ya se quedó en el viaje). El Diablo pagó, pero antes juró que iba a hacer lo que fuera necesario (subrayo: lo que fuera necesario), para descarrilar a la 4T, y sobre todo a ese pingo tabasqueño).
El punto es que este 2024 pinta para que los grupos que tratan a toda costa de conservar sus añejos privilegios, puedan recuperar parte del poder político que perdieron en 2018. No en balde en noviembre de 2022 México fue la sede de un encuentro de la Conferencia Política de Acción Conservadora, que convocó a Eduardo Bolsonaro, Santiago Abascal (líder del ultraderechista Vox español) y el impresentable Javier Milei.
La reacción va por la revancha.