Una definición práctica de lo que es la periodontitis podría plantearse como: la inflamación del tejido que se encuentra alrededor del diente. Estos fenómenos de “hinchazón” en la boca han mantenido una histórica discusión y una legendaria controversia sobre la importancia que tienen las bacterias y su influencia en el organismo, más allá de la cavidad oral.
Los efectos locales de una enfermedad dental que todos hemos padecido pueden ir desde la halitosis o mal aliento (por mucho amor que se tenga a la pareja, basta abrir la boca en el lecho marital a la hora de despertar y decir con toda la vehemencia “te amo” para echar por tierra todo aprecio y recibir como respuesta un rechazo que alcanzará seguramente el más intenso de los desprecios); o los dolores dentales que alcanzan niveles verdaderamente escalofriantes nada más con imaginarlos. Alguna vez comí una salsa muy picante y el prurito o comezón que experimenté fue particularmente desesperante pues carecí de un medio efectivo como para darme una buena rascada en la boca. También, en una ocasión fui sometido a una intervención quirúrgica para la extracción de dos terceros molares y entendí perfectamente por qué se les denominan las “muelas del juicio”.
No comer bien por una dentadura mala es como estar mal espiritualmente. Por esta razón, dentro de mi actividad profesional como médico, acostumbro a revisar la boca y con una sorpresa que sobrepasa el asombro, encuentro una altísima frecuencia de enfermedades dentales que me llenan de inquietudes porque deduzco las consecuencias que pueden acarrear a nivel general. Hablando en términos prácticos, estudios epidemiológicos llevados a cabo mundialmente plantean frecuencias de gingivitis, es decir inflamación de las encías, que van desde el 75 por ciento en jóvenes, 80 por ciento en adultos y 90 por ciento en personas mayores; aunque en lo personal y sin llevar una estadística (es decir, en una forma anecdótica), claramente puedo afirmar que en México es mucho más. Pero lo grave es la asociación de enfermedad periodontal con estados inflamatorios y síndrome metabólico. Existen unas sustancias denominada Marcadores Inflamatorios Sistémicos (MIS) que se pueden detectar por medio de estudios de laboratorio y que indican la gravedad de ciertas patologías. Aunque no todas las inflamaciones del tejido periodontal producirán cantidades prominentes de MIS, se han demostrado casos en los que se elevan en una forma significativa glóbulos blancos, unas sustancias llamadas Citoquinas como Interleucinas que son moduladoras de la inflamación y Prostaglandinas. Esto puede dar lugar a fiebre, falta de fuerza (astenia), malestar general y ganglios inflamados, que no son molestias que generalmente se identifiquen en periodontitis. Pero lo más llamativo de este asunto es el riesgo de generar a la larga dislipidemias (alteraciones en la sangre por grasas), trombosis (formación de coágulos), intolerancia a la glucosa y hasta riesgo de infarto.
Con más de 300 especies de bacterias que se han identificado en la boca, es fácil suponer que por donde comemos, tenemos más microbios que en la suela de nuestros zapatos pues es ahí donde brindamos temperatura constante y agradable, humedad, residuos celulares y restos de alimentos, para culminar con espacios de protección entre los dientes y tejidos de las encías. ¡Vaya! Los tenemos como políticos con presupuesto ilimitado y en Cancún. Por eso todo médico debe tener en la mano diestra un buen odontólogo y en la siniestra, un nutriólogo.
Con este grupo multidisciplinario, la atención en salud puede llegar a ser, literalmente de lo mejor, previniendo enfermedades generales y haciendo una medicina más efectiva y económica para todos.
Referencia: Bracho R. el tal. Enfermedad periodontal asociada a estados inflamatorios en el síndrome metabólico. Revista Latinoamericana de Hipertensión. 2012; 7(1):20–23.