1
Querido Negro Matapacos
Oye ladrar los versos.
Huele sus huesos, sorbe el tuétano.
Desuella con tus colmillos
su tesoro y acude donde se bifurcan los senderos.
Que reposen como guerreros
su sentido enterrado bajo el polvo.
Así tendrás, amigo, no un páramo
sino la poesía en el montículo .
Convida a las hormigas o al topo,
de su ritmo y buen tono.
Ante ladrones y policías
lee a Vallejo, a Neruda, a Gelman.
Sueña el canto selvático de Bañuelos
y lengüetea un antipoema de Parra.
Recuerda un epigrama de Cardenal
cuando, perruno, olisquees a tu perra.
Luego pasea leyendo
un cuentema de Enrique González Rojo.
2
Los perros compasivos
cada noche
le ladran al silencio caminante
de los solos.
Muerden el tobillo del abandono.
Luego les esconden los huesos
del adiós
en un jardín de sueños.