Jueves, abril 25, 2024

Cazadoras

Un descubrimiento reciente en Perú ha revolucionado la manera en que percibimos nuestro pasado más remoto. Se encontraron los restos de una mujer que, por los objetos hallados cerca de ella, se trataría de una cazadora con algo así como 9000 años de antigüedad. Según relata una nota publicada en el portal de la National Geographic “Randall Haas, arqueólogo de la Universidad de California, Davis, recuerda cuando, en 2018, su equipo de investigadores se reunió frente a la sepultura excavada de un individuo que descansaba en la cordillera de los Andes, Perú, desde hacía, aproximadamente 9.000 años. Junto a los huesos de lo que parecía ser un ser humano adulto se encontraba un impresionante y amplio set de herramientas de piedra que un cazador antiguo hubiese necesitado para una caza mayor, desde el momento de enfrentarse a la cacería hasta lo necesario para preparar el cuero. (…) Pero un análisis más profundo los sorprendió: los restos hallados junto a las herramientas eran, biológicamente, correspondientes al sexo femenino. Además, según un estudio publicado hoy en Science Advances, es probable que esta cazadora antigua no haya sido la única. Luego del hallazgo del equipo de Haas, se realizó una revisión de sepulturas del mismo periodo que ya habían sido estudiadas previamente en América, y esta revisión reveló que entre el 30 y el 50 por ciento de los cazadores de caza mayor podrían haber sido biológicamente de “sexo femenino”. Sin duda, este descubrimiento pone en tela de juicio la “división del trabajo” en la etapa lítica de nuestra historia sino a su vez la manera en que “científicamente” se ha contado esa historia. La verdad, es que ha sido de forma enteramente patriarcal. Como lo menciona Marylène Patou- Mathise en las primeras líneas de su libro “El hombre prehistórico es también una mujer” publicado este año: “¡No! ¡Las mujeres prehistóricas no se pasaban el día barriendo la cueva! ¿Y si resulta que también pintaron Lascaux, cazaron bisontes, tallaron utensilios e idearon innovaciones y avances sociales? Las nuevas técnicas de análisis de los restos arqueológicos, los recientes descubrimientos de fósiles humanos y el desarrollo de la arqueología de género han cuestionado muchas de las ideas y clichés heredados”. En efecto, estos hallazgos nos hacen empezar a cuestionarnos todo lo que decíamos saber y añade fuertes dosis de incertidumbre y entropía, aspectos fundamentales para avanzar en la construcción de conocimiento.
Llevo impartiendo la asignatura de Mesoamérica para el plan de estudios de Historia en la Autónoma de Puebla desde hace algunos años ya y también desde hace tiempo me he venido cuestionando varios de los conocimientos relacionados con los estudios mesoamericanos, desde el concepto mismo de Mesoamérica, su periodización (preclásico, clásico y postclásico) y su pretendida inclusión en la llamada “Historia Universal”. Pienso que estas categorías no sólo se encuentran rebasadas ya por su posible obsolescencia a partir de las nuevas investigaciones, sino también por su marcada tendencia colonialista y porque se encuentran terriblemente acompañadas de concepciones evolucionistas y desarrollistas que no son útiles para explicar la enorme complejidad detrás de un periodo tan importante en la historia de la región. La semana pasada escribí sobre el sacrificio humano y el consumo ritual de carne humana, aspectos que generan controversia el día de hoy y que suelen reforzar discursos colonialistas y a justificar conquistas por ser civilizatorias. Baste recordar las recientes declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid para darnos cuenta de ello. Sin embargo, considero en este momento ir más atrás. En esa misma enseñanza de Mesoamérica, inicio con la discusión de lo que sabemos de la etapa lítica en América, las teorías sobre el poblamiento del continente y los más recientes descubrimientos que aceptados o no por las “academias” europeas o norteamericanas, están añadiendo complejidad a las supuestamente incontrovertibles teorías existentes.
Específicamente aquellas de la llegada del hombre vía el estrecho de Bering, por un lado y la de que los restos más antiguos sean los de la cultura Clovis hace 12 mil años. De hecho, ya he hablado del particular en columnas anteriores. No obstante, desde hace años también me he sentido sumamente incómodo con la idea de que, al explicar la vida social de estos grupos de cazadores recolectores y la distribución de roles, varios textos que comparto con mis alumnos afirman, sin ningún sustento arqueológico, que los hombres iban a cazar y las mujeres se quedaban en el campamento al cuidado de los hijos y, como dice Patou- Mathise, a “barrer” la cueva. Y, como lo he dicho, no son pocos los textos que afirman lo anterior. Lo podemos ver, por ejemplo, en el capítulo que habla sobre el particular en la colección “Historia Antigua de México”, editado por Conaculta, la UNAM y otras editoriales. Y aunque en el libro de texto de Historia de Sexto de primaria se habla de que la caza era una actividad en la que participaban hombres y mujeres, las imágenes que vemos en el texto claramente dividen a las mujeres en la recolección y en la preparación de alimentos y a los hombres en la fabricación de herramientas -salvo una en que se ve que participa toda la comunidad para la caza de un mamut-. Para Patou- Mathise la cosa es clara: “La prehistoria es una ciencia joven, que nace a mediados del siglo XIX. Es probable que los roles desempeñados por los dos sexos, descritos en los primeros textos de esa nueva disciplina, tengan más que ver con la realidad de la época que con la del tiempo de las cavernas. Es justo el momento en que las teorías médicas se combinan con los textos religiosos. Así pues, a la inferioridad «de orden divino» que aqueja a las mujeres se le añade una inferioridad de «naturaleza», ya que para todos estos médicos las mujeres poseen una identidad anatómica y fisiológica que les confiere temperamentos y funciones específicas. Si damos crédito a estos científicos, las mujeres serían físicamente débiles, psicológicamente inestables e intelectualmente inferiores a los hombres, y estarían menos dotadas para los inventos por ser menos creativas”. Por tanto, estaríamos ante la construcción patriarcal de la ciencia y, en consecuencia, de la historia.
Lo interesante es que estas versiones apenas empiezan a ser cuestionadas. Empero, eso es gracias al avance constante que han tenido las mujeres en múltiples espacios, entre ellos, en la ciencia y más precisamente en la arqueología, de manera que existen ya estudios denominados “arqueología de género”. “Antes de la Primera Guerra Mundial – afirma Patou- Mathise- no hay ninguna prehistoriadora. Hasta la década de 1950, la arqueología, como muchas otras disciplinas de investigación, cuenta con muy pocas mujeres, y son escasas las que obtienen una plaza en universidades de prestigio. Como ocurre en la antropología, se alzan voces, principalmente femeninas, para denunciar el androcentrismo de la disciplina. Este movimiento, conocido como «arqueología de género» y «arqueología feminista», analiza las relaciones humanas en las sociedades del pasado, en especial las relaciones de poder entre los sexos. La reflexión que plantea permite identificar los mecanismos dominantes en la interpretación de los datos arqueológicos: el papel de la mujer, su estatus y sus conductas, y también que el mobiliario arqueológico y el arte prehistórico se analizan recurriendo de forma sistemática al esencialismo, sobre todo a través del prisma de la mirada masculina. La arqueología de género revolucionará los códigos”. Y, de hecho, ya lo está haciendo. Gracias al trabajo de muchas mujeres, aquellas y aquellos interesados en estos temas y preocupados por evitar que se sigan transmitiendo estas versiones colonialistas y patriarcales de la historia, tenemos elementos para describir en las aulas y en medios como este, perspectivas mucho más justas para explicar nuestro pasado, que, nos guste o no, afecta a nuestro presente. Todavía podemos escuchar en conversaciones misóginas en todos lados, cosas como que, en los ámbitos deportivos -y en muchos otros-, las mujeres no pueden equipararse a los hombres… es decir “nunca habrá una mujer Ronaldo o Messi”. Por supuesto, tales afirmaciones se centran en la supuesta debilidad femenina y créanme, yo que he practicado artes marciales con mujeres, perfectamente las veo capaces de cualquier cosa igual que los varones. También he escuchado a mujeres quejarse de que las chicas de hoy ya no quieren cocinar, ya no quieren lavar la ropa, ya no quieren hacerse cargo de la casa… “son unas huevonas, ¿quién se hará cargo entonces de eso?” Pues que le entren los varones, esos sí al parecer huevones e inútiles. Pero ¿por qué lo harían si desde la escuela te dicen que esa es una práctica femenina desde la prehistoria? Por supuesto, no es de extrañar que personas formadas con o sin grados, sigan viviendo con actitudes misóginas si no sólo las aprenden en casa, sino también en la escuela a partir de “verdades científicas”. De hecho, conozco investigadores e investigadoras, pertenecientes al Sistema Nacional de Investigadores, con niveles altos, a su vez atrapados por estas actitudes. Uno de ellos, tiene incluso el descaro de referirse a las feministas como “feminazis” y de hacer chistes misóginos y homofóbicos constantemente y llamar a todo conocimiento que desafíe lo establecido “progre”. Seguramente este texto será clasificado por esta gente de esa manera. Bien, lo es.
Celebro estos hallazgos y celebro el avance de las mujeres en todos los ámbitos. Celebro sus luchas y logros y me siento feliz de vivir en esta época en que el patriarcado se ve torpedeado por todos lados. Espero poder contribuir a erradicarlo desde las aulas y desde este espacio. Sin embargo, me siento preocupado por la violenta reacción del patriarcado y su terrible expresión en el feminicidio; me preocupan los oligofrénicos discursos esgrimidos por machitos de porquería en publicaciones en las redes que apoyan las iniciativas a favor de que las mujeres decidan por su cuerpo y su vida. Por supuesto, me preocupa mucho el avance de las ultraderechas en el mundo, de los próvidas y de los fundamentalismos de todo tipo, incluso vinculados a las izquierdas. Y claro, me preocupa que seamos tan poco eficaces en la ciencia para transmitir conocimientos como este y que el propio sistema bloquee su difusión. Después de todo, en este mundo mercantil de bazofia en que vivimos, siempre venderán más el reggaetón y la grupera con su enorme carga misógina que el que reconozcamos que las mujeres también cazaban, pintaban, cocinaban, cargaban, lideraban, creaban, inventaban…

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