A sus 83 años cumplidos, la mayoría de ellos dedicados a la fotografía, quizá desde los 11 años cuando tuvo una cámara entre sus manos y por lo menos 50 de ellos enfocados a la cultura, Abraham Paredes García (Puebla- 7 de septiembre de 1939) sigue cosechando reconocimientos por su labor.
Días atrás el Senado de la República reconoció al fotoperiodista que ha sido autor de más de 150 exposiciones individuales y colectivas que sabe que hay que “hacer la fotografía de corazón”, no sólo por trabajo, sino porque nace desde el interior.
Al lado de una veintena de fotoperiodistas poblanos, algunos más jóvenes y otros contemporáneos, que en conjunto han dado rostro a la fotografía de Puebla, Abraham Paredes recibió este reconocimiento desde la tribuna del Senado, ente legislativo que reconoció su trayectoria.
Dicho camino comenzó temprano: cuando a sus 11 años tuvo entre sus manos una cámara de la marca Brownie que ocupó para fotografiar a otro de sus personajes predilectos: el Popocatépetl. “Era fotógrafo de afición, de vez en cuando, sin tener conocimientos de fotografía, composición o profundidad de campo, pero con el tiempo fui aprendiendo. Me junté con montañistas que eran fotógrafos, quienes me fueron enseñando: Rosendo Pérez, Raúl Martínez, Eduardo Aguilar… de ahí aprendí mucho de ellos”, contó Abraham Paredes en una entrevista pasada para La Jornada de Oriente.
Como fotorreportero inició en octubre de 1968, cuando ingresó a las filas del periódico Novedades desde donde fue testigo de la “matanza de Canoa” y obtuvo sus primeros premios en concursos municipales. Luego siguió en El Heraldo donde durante ocho años cubrió la fuente de Sociales, para llegar por fin en los años 90 del siglo anterior a La Jornada de Oriente, quedándose por su experiencia como fotorreportero.
Para Abraham Paredes el ojo del fotorreportero se va formando con el tiempo, identificando las imágenes que son tomadas al segundo, gracias a la experiencia. “Es el trabajo diario y lo que llevas aprendiendo, el deseo de una buena imagen y llegar a la portada”, señaló.
Para sacar la mejor fotografía, afirmó aquella vez, es necesario que el fotógrafo esté pensando en la imagen, conservando negativos y aprendiendo en el cuarto oscuro. “Nunca desmayé, las mejores fotografías se publicaron en primera plana. Las que me dan satisfacción son las del volcán Popocatépetl”, dijo, siendo prueba de ellos que su más reciente exposición fue dedicada a la montaña humeante, montada en gran formato las paredes del Panteón Municipal.
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Si bien en los años recientes ha permanecido en casa, sobre todo por la contingencia por el Covid-19 que le obligó a cuidarse, el decano de la fotografía no abandona su amor por la disciplina, pasión por la cual fue reconocido al lado de compañeros y amigos como Ramiro Molina, Raymundo Lira, Ángel Romero, Joel Merino, Pedro Pardo, Juan Carlos Rojas, Juan Carlos Sánchez, Jesús Olguín, Rodolfo Pérez, Rafael García Otero, Rocío Nava Sánchez, José Ávila, Ulises Ruíz Basurto, José Luis Bravo Onofre, Omar Contreras Cortés, Alfonso Notario Moya, José Notario Moya, José Regino Rodolfo Martínez, Carlos Seoane, Bibiana Díaz Castro, Javier Pérez Romero, Delia Gabriela Cruz Jiménez, Daniela Portillo, Pablo Spencer Castell, Oscar Bolaños, Antonio Aparicio Rojas y Humberto Aguirre Gayosso.