Los llamados a la militancia priista con frases provocadoras como “a jugársela a muerte para ganar” o “a no arrugarse”, reflejan el grado de desesperación de la dirigencia del tricolor y su apagado candidato a la Presidencia de México.
El pasado 6 de mayo, en el relanzamiento de su campaña, José Antonio Meade Kuribreña instó a “sacar al ejército de militantes a promover el voto casa por casa” para buscarlo “en cada calle”, porque “es ahora o nunca”.
Pero la convocatoria de “jugársela a muerte para ganar”, abre un abanico de interpretaciones y cuestionamientos. ¿De qué serán capaces los priistas para mantener a su partido en Los Pinos?, ¿estarán dispuestos a dar la vida?, o peor aún, ¿a eliminar de alguna forma a sus adversarios?
A lo largo del siglo pasado y en estos últimos seis años del vigente, el Revolucionario Institucional (PRI) ha exhibido magistralmente el arte de preservar el poder, táctica replicada por sus opositores.
Las súplicas han llegado al territorio tlaxcalteca y hasta con jalones de orejas a sus militantes por las desavenencias internas. René Juárez Cisneros, presidente provisional del Comité Ejecutivo Nacional priista, estuvo en la entidad el pasado fin de semana para pedirles realizar una tregua a sus diferencias, así se lee en la nota publicada en este diario (14/05/2018), autoría de Juan Luis Cruz Pérez.
“Es necesario que salgamos unidos, evitar confrontaciones internas, salgamos unidos porque el adversario está afuera, además porque unidos nadie nos gana y debemos garantizar la victoria, debemos entender que en este momento crucial, México nos necesita unidos”, imploró el dirigente.
Vaya que es difícil la tarea encargada a la familia priista de la entidad para salir a pedir el voto por un candidato presidencial (producto de la imposición e ignorado por sus adversarios) que no ha logrado echarse a la bolsa a muchos militantes y simpatizantes, por falta de identidad y liderazgo. Y ya ni qué decir de los abanderados locales al Senado de la República y a la Cámara de Diputados federal.