Los caminos del Señor son inexcrutables y la monja Ramona Limargas, para compensar su condición de medio coja y medio analfabeta, los frecuentaba utilizando los atajos que le reveló el cuerpo místico de Cristo. Participó de toda suerte de experiencias ascéticas: sanaciones milagrosas, profecías, ayuda a las almas del purgatorio, … Hasta resultó una experta en el arte de la bilocación y una innovadora en la xenoglosia, que es la capacidad de hablar o escribir en otros idiomas sin conocerlos.
La madre Ramona no conocía más lengua que el catalán, el idioma en que, a su manera, se comunicaba desde que vio la luz en Vic en 1892, y en ella se expresaba cuando, emulando a Sor María Jesús de Ágreda o a la mismísima virgen María, se aparecía en tierras distintas de las que habitaba carnalmente (entiéndase, ¡Por Dios!, «carnalmente» en el sentido más casto que pudiere tener el término) y ofrecía al Señor las penas de su tormento. ¿Dónde se encontraba entonces la glosolalia?, si tanto la madre Ramona incorpórea como la de carne y hueso hablaban el mismo catalán de Vic.
El milagro del don de lenguas se revelaba imprevisiblemente en el interlocutor. Ignoramos si el origen del asombroso milagro se hallaba en la condición de ciclán del general Franco o el en favor divino revelado en sor Ramona, pero el caso es que, Dios me perdone, el caudillo ferrolano entendía con claridad, como si de gallego de la Xunta se tratara, el santo catalán que la monja le musitaba en la intimidad de sus portentosas apariciones bilocadas. Era tan grato el recuerdo del efecto que la lengua de Sor Ramona la Catalana le produjo, que el ciclanito ferrolano prohibió el dialecto –no va un soldado español, y menos el general más precoz de la historia, a ocuparse de gramáticas– en otros labios durante los siguientes cuarenta años.
Tuvo la madre Ramona, gracias a sus bilocaciones, una gran intimidad con aquella reproducción a escala de gran caudillo. Le aconsejó sabiamente en cuestiones estratégicas de la batalla del Ebro. Pemán vio en la monja la reencarnación de Santa Teresa de Jesús y, ya puestos, hubo hasta quien atisbó incipientes pitones en la frente de la sacrosanta doña Carmen Polo de Franco. Más que en la esencia incorpórea de la religiosa bilocada, doña Carmen se encomendó a sus collares y a la naturaleza de ciclán y al joder esforzado y doliente de su prominente esposo.
El 8 de octubre de 1940, la madre Ramona Limargas abandonó este valle de lágrimas, al que tanto contribuyó su colocutor disgloxado. La monja logró del Altísimo, la transferencia del cáncer que padecía una feligresa suya. ¿Abandonó el mundo por completo o dejó bilocado alguno de sus avatares?
Escucha la historia completa en el podcast del Gabinete de curiosidades del Doctor Plusvalías.