En sus inicios, la humanidad vivía de la pesca, la caza y la recolección de frutos; hace unos 10 mil años, el hombre comenzó a cultivar la tierra en el Medio Oriente y el Mediterráneo sembrando trigo. En Asia, China fue el origen del arroz y la soya; a su vez, Mesoamérica hace una abundante contribución al actual sistema alimentario mundial. Así, la agricultura es la actividad social y económica más antigua de la sociedad y es atribuida a la mujer. En todo caso, el origen y desarrollo de las grandes civilizaciones del mundo están ligadas a la agricultura. El filósofo romano Cicerón (106 a.C.–43 a.C.), enseñó que la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al hombre sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre.
El desarrollo tecnológico de la agricultura ha evolucionado en todas las épocas, mayormente en los siglos XIX y XX, estrechamente vinculado a la Biología, la Geografía, las Ciencias del Suelo y del Agua, entre otras. Su avance es atribuible a las contribuciones milenarias de los saberes campesinos estrechamente relacionados con la tierra, el agua, los bosques, el viento, la lluvia, el sol y las semillas domesticadas y mejoradas a través de miles de años, como herencia común de los pueblos al servicio de la humanidad.
Lamentablemente, en México, con el desmantelamiento de la estructura productiva agropecuaria, la eliminación de los precios de garantía, el sistema de abasto alimentario, los créditos accesibles y el extensionismo, el campo se abandonó a su suerte y a las políticas neoliberales dictadas por organismos multinacionales desde hace cuatro décadas; pese a ello, el campesinado permanece firme, arraigado a los valores comunitarios de su territorio, de su familia y a los que la naturaleza le ha brindado por milenios, y aun cuando el barzón se ha reventado una y otra vez, la yunta sigue andando y el campesino cultivando.
El territorio mexicano comprende un millón 964 mil 375 kilómetros cuadrados y se disponen para la agricultura 26.9 millones de hectáreas; en 2017 se cultivaron 22 millones de hectáreas y se destinaron 110 millones a la ganadería. En total, 5.5 millones personas cultivan la tierra y 739 mil 471 se dedican a la ganadería. 12 por ciento de la población económicamente activa se ubica en las actividades agropecuarias, aportando 4.2 por ciento al PIB nacional. Existen 5.4 millones de Unidades de Producción Rural, 81.3 por ciento son de agricultura familiar, continuamente ahogadas al priorizarse los desarrollos inmobiliarios voraces y especulativos, actividades manufactureras o proyectos de muerte, asentados en tierras de vocación agrícola, que abaten los recursos naturales, propiciando decrecimiento en la producción de alimentos.
El potencial de la agricultura campesina representa la capacidad colectiva de producir alimentos y materias primas y proteger la biodiversidad bajo los principios de cooperación, integración y diálogo con la naturaleza. La agricultura, orientada a la soberanía alimentaria, garantizando el abasto de alimentos como un derecho humano, debe ser una prioridad para el Estado mexicano.