No se sabe con exactitud, pero hace más o menos 4 mil años aparecieron las primeras evidencias sobre tratamientos médicos, en unas tablillas con escritura cuneiforme de origen sumerio (donde sobresalen aspectos de exorcismo, circunstancia que explica cómo la magia se encontraba íntimamente involucrada en la percepción de la enfermedad y su curación); sin embargo, llama la atención que desde entonces, paralelamente a las formas de curar con sortilegios, encantamientos y conjuros, ya se encontraban bien desarrolladas ideas claras sobre higiene, tanto individual como social. Así, es indudable que la responsabilidad de atender problemas de salud, recaía principalmente en sacerdotes y el papel religioso era fundamental.
Existen pocas referencias a lugares en donde se recluían enfermos de la misma forma en la que nosotros nos hemos familiarizado con el concepto de “hospital”; sin embargo, es fácil deducir que desde los griegos y romanos, los sitios de atención médica se ubicaban en templos dedicados precisamente al culto religioso; pero, es a los romanos a quienes se les atribuye la invención del hospital como un lugar a donde eran referidos, tanto esclavos enfermos como militares, obviamente separados y con características particulares. Esto hace suponer que la palabra hospital provenga del latín “hospitium” que era el sitio donde un huésped era recibido. Posteriormente, la palabra cambió a “hospitalis”. El alto nivel de organización romano inició una especie de clasificación de enfermos bajo ciertas características que si bien eran empíricas, no dejaban de tener valor. Pero es en este momento donde se inició un problema grave de magnitudes insospechadas, que hasta la fecha sigue siendo un llamado de atención a las instituciones de salud: se trata simplemente de las infecciones que se adquieren en los hospitales.
En la actualidad constituye un verdadero desafío para la medicina el control de este problema, ya que los microbios evolucionan y se adaptan, creando resistencia a medicamentos. Por otro lado, el impacto económico y social no pude cuantificarse debido a que difícilmente se pueden medir sus consecuencias. En este sentido, no existe hospital en el mundo que no llegue a tenerlas, independientemente de la tecnología, inversión o estrategias de control. Pero es de suponerse que en la medida en la que se construyen hospitales con deficiente infraestructura, el problema se agrava. Si a esto se le suma la mala educación higiénica de la sociedad, difícilmente podrán ser suficientes las medidas establecidas dentro del personal que labora en los hospitales.
Sin lugar a dudas, los principales microbios que llegan a ocasionar infecciones dentro del hospital son las bacterias y en este grupo de pequeños seres, sobresalen aquellas que habitan en el intestino de animales y personas, que son llevadas del exterior al interior de los centros de atención.
En México, la conducta de visita a una enfermo de hospital rebasa toda lógica. No solamente llegan familiares en número considerable, sino también se llevan a cabo comportamientos intolerables, como la introducción de alimentos, llevar a niños, el generar basura que simplemente se tira al piso sin consideraciones de ninguna especie y hasta la irracional conducta de visitar al enfermo, estando enfermo. Bajo estos comportamientos llenos de folclore, difícilmente se podrán establecer adecuadas medidas de control del problema. Esto hace que los médicos que se encargan de la vigilancia de infecciones dentro de los hospitales, simplemente se encuentren literalmente “dándose de topes frente a la pared”.