Nota al margen: no señora Clinton, no es usted o el Apocalipsis; usted también es el Apocalipsis.
La crisis que se inició en el otoño de 2007 no ha podido ser superada: el capitalismo no tiene los mecanismos necesarios para resolver los problemas que su propio funcionamiento crea.
Por los impactos de la crisis, el discurso de los abogados de la globalización y el libre comercio, ha quedado absolutamente desmentido. Se decía que la globalización y el libre comercio crearían más puestos de trabajo, acompañados de salarios más elevados y un crecimiento económico sostenido en la integración. Si eso llegó a ocurrir, solo fue en algunas de las naciones más ricas, ni siquiera en todas, mientras que en los países dependientes, incluidas algunas naciones europeas, se generalizaron el desempleo, los bajos salarios, el estancamiento económico, a lo que en otras se agregó la desintegración nacional, la guerra y la emigración, que tanto asusta a los europeos.
Como respuesta a esta situación, han ocurrido diversos acontecimientos que comienzan a cuestionar si la globalización y el libre comercio siguen siendo opción para el propio capitalismo. El referendo sobre el Brexit, en Reino Unido, estuvo marcado por preocupaciones sobre la inmigración y la candidatura de Donald Trump ha devuelto la retórica del proteccionismo en Estados Unidos, además de haberse producido manifestaciones masivas en Europa contra los acuerdos comerciales.
En realidad, la elección presidencial en Estados Unidos se ha convertido en el epicentro de esa creciente oposición al libre comercio y la globalización. El candidato republicano Donald Trump ha acusado a China de querer “matar de hambre” a los estadounidenses manipulando su moneda y “haciendo trampa” en el comercio internacional. Trump ha dicho que impondrá aranceles sobre todo a los bienes producidos en China, porque este país está “asesinando” económicamente a Norteamérica. Hillary Clinton, por su parte, se enfrentó a Bernie Sanders, quien cuestionó los beneficios del libre comercio y la globalización e impulsó su campaña por la candidatura demócrata argumentando que la globalización ha vaciado a la clase media estadounidense. La respuesta de Clinton fue acercarse a las preocupaciones de Sanders y Trump, renegando del apoyo que había dado al Acuerdo Trasatlántico de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) entre Estados Unidos y Europa y prometió revisar el TLCAN.
Las razones del declive del sector manufacturero estadounidense, han estado presentes en el debate electoral de ese país. El sentimiento de agravio es evidente: la manufactura perdió 6 millones de empleos entre 1999 y 2011 y Trump acusa que parte de ese descenso se debe al traslado de puestos de trabajo a otros países donde la mano de obra es más barata. Y, para irritar a la población, esto se confronta con el sorprendente crecimiento de China, pues si se trata de echar la culpa a alguien es fácil hacerlo con los extranjeros: ahí están los chinos y los migrantes.
Actualmente, asistimos al constante aumento de la aplicación de medidas proteccionistas en todo el mundo. En un intento de proteger a las empresas y los sectores domésticos, los gobiernos acuden con mayor frecuencia a los aranceles y las restricciones a las importaciones. Lo curioso es que tanto la derecha como la izquierda socialdemócrata cuestionan los beneficios de la globalización y el libre comercio. El neoliberalismo está bajo asalto en todos los frentes. Es posible que estemos asistiendo al fin de la globalización y el libre mercado. Y entonces, ¿qué sigue?