Hay personas a quienes les funcionan y gustan comediantes como Rowan Atkinson (el conocido Mr. Bean), Jim Carrey (cuyo despegue inició con La máscara y Ace Ventura), Ben Stiller (Loco por Mary, La familia de mi novia, Zoolander) y Will Ferrell (Hechizada, Casa de mi padre, Locos por los votos). A mí me cuestan trabajo, igual que otros histriones de su estilo; en especial Ferrell, quien está en cartelera vía Al diablo con las noticias (Anchorman 2: the legend continues), de Adam McKay, intento de secuela de El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (Anchorman), vista en 2004. El tío algo debe tener, porque noto que hace reír a mucha gente. A otros, entre quienes estoy yo, ni cosquillas nos hace, por más que le echamos voluntad al asunto tratando de descubrir las premisas de su (supuesta) gracia. Ante sus películas, uno se pregunta: ¿son siempre de necesidad la estridencia, el idiotismo, el mal gusto, como parte de esas premisas? Quiero pensar que no, pero la taquilla (sobre todo la de EU) piensa y afirma que sí. Y la taquilla siempre tiene la razón, Hollywood dixit.
Al diablo con las noticias inicia en San Diego, en el umbral de los 80. Más que argumento, tiene punto de partida: cuando es despedido de su trabajo como conductor de noticias, Ron Burgundy (Will Ferrell) pelea con su esposa y la abandona, igual que a su hijo. Tiempo después, tras un suicidio frustrado, recibe una oferta para volver a la TV, en una nueva cadena a la que se le ha ocurrido un proyecto “descabellado”: un canal de noticias las 24 horas del día. Burgundy recluta a sus colaboradores de antes y se lanza a Nueva York a enfrentar la jungla de los ratings, entre rivales sin escrúpulos. Un regreso de “matar o morir”, porque la Gran Manzana no perdona… y la TV menos aún. ¿Es suficiente lo anterior, como soporte? Bueno, el guión está cercado por el absurdo como fórmula, pero en la película hay gente de mucho talento rodeando a Ferrell: Steve Carell, Paul Rudd, Christina Applegate y Kristen Wiig, así como disfrutables cameos de famosos de la talla de Liam Neeson, Marion Cotillard, Kirsten Dunst, Vince Vaughn y alguno más (el propio Jim Carrey), que remarcan y apoyan el espíritu chacotero de la película. Dicho esto –y agradeciéndole la conciencia de que es una mera diversión sin pretensiones– Al diablo con las noticias resulta más bien una opción para fans del inefable Ron Burgundy y de quien lo encarna. Para quienes no lo somos, el entrañable soundtrack ochentero (con piezas de Christopher Cross, Neil Diamond, Captain & Tenille, Kenny Loggins, Olivia Newton–John, England Dan & John Ford Coley, etcétera) es motivo suficiente para acercarse a verla, siempre que las buenas alternativas del momento –El lobo de Wall Street, Escándalo americano, Jazmín azul, Un atrevido Don Juan y alguna otra– ya se tengan revisadas y conocidas. Usted y su sentido del humor tienen la palabra.
Por otra parte, la ópera prima de Joseph Gordon–Levitt como director, Un atrevido Don Juan (Don Jon), tiene lo suyo (y por qué no: buena parte de “lo suyo” es Scarlett Johansson). La estelariza el propio Gordon–Levitt como Jon, un tipo que, a pesar de su éxito con mujeres atractivas, desarrolla una fascinación por mirar pornografía en su computadora. Reconoce, of course, que las experiencias “en vivo” están muy bien, pero siente que sólo es capaz de “abandonarse a plenitud” frente a lo triple x que encuentra en su lap. Claro que eventualmente puedes conocer a una mujer como Bárbara (Johansson) que te impulsa a –o te exige– cambiar de hábitos; o incluso a una mujer como Esther (Julianne Moore), que te mueve a replantear la visión de tus relaciones con los demás. Un atrevido Don Juan vale la pena, algo que intentaré justificar aquí mismo la próxima semana, ya con más espacio. Mientras tanto, quede aquí su “tagline”: We all want a happy ending. Ojalá que ello aplique siempre y más allá del cine.