Las cartografías del despojo ancestrales y contemporáneas permiten rastrear el despojo de los bienes comunes, que son aquellos recursos y elementos de la vida económica, política, social, cultural y ambiental que requerimos para un bienestar sano e integral.
Los bienes comunes son los elementos de la naturaleza que resultan indispensables para la vida: el agua, el aire, los alimentos. Se requiere por consiguiente su uso racional, su atención y mantenimiento en buen estado y condiciones que nos permitan garantizar su abastecimiento, pero también el mantenimiento, saneamiento y cuidado de la madre tierra. El despojos de la naturaleza, tanto histórico como contemporáneo, mediante el expansionismo voraz del capital, limita el acceso a los comunes y subordina a la madre tierra a ser explotada por y para beneficio del capital. Contaminan y destruyen no únicamente legados de la naturaleza, sino culturas ancestrales.
Los bienes comunes son también los espacios públicos y sociales, necesarios para la convivencia y sociabilidad: parques, museos, mercados, plazas, centros de reunión y esparcimiento. Desafortunadamente estos han sido privatizados y se restringe el acceso a los mismos. El tiempo de recreación y convivencia social están subsumidas a la explotación laboral. La economía difícilmente permite a una familia contar y gozar de tiempo libre y de ocio, sin recursos para ejercer plenamente la creatividad. El ocio privatizado y se centra en el consumo enajenante de productos chatarra anulando la creatividad humana.
Los bienes comunes son el conocimiento, ciencias, tecnología y artes. Cada vez son menos las personas que acceden a espacios de creación y generación de conocimiento, cultura y arte. El limitado acceso a los espacios formativos, el despojo de los saberes de los pueblos primigenios, la educación como mercancía, no permiten el ejercicio pleno para la generación de conocimiento o este se realiza en condiciones precarias y adversas.
Los bienes comunes son un derecho de la colectividad, de pueblos y comunidades. Sin embargo, son despojados y subsumidos al capital. Nos engañan diciendo que si los bienes comunes se dejan a la colectividad, no tendríamos la capacidad de cuidarlos y reproducirlos y por lo tanto acabaríamos con ellos, e incluso, algunas personas lo creen. Sin embargo, hemos aprendido con pueblos y comunidades primigenias en largas asambleas y espacios de dialogo colectivo, que los bienes comunes se cuidan en colectivo, llegamos a acuerdos, compartimos derechos y responsabilidades para garantizar el uso, pero también el cuidado de los comunes. Las colectividades estamos preocupadas y ocupadas en el cuidado de la salud, la naturaleza, el cambio climático, la educación y la seguridad alimentaria. No obstante, esto no genera ganancias económicas. Esto rompe las reglas de explotación del mercado. Por ello existe la constante y violenta amenaza desde el capitalismo, que se expande a las regiones más recónditas, en donde las empresas en complicidad con los gobiernos van violentando y despojándonos de los bienes comunes a los pueblos y comunidades tanto urbanas como rurales. Es urgente y necesario defender nuestros bienes comunes.