Viernes, abril 26, 2024

¿Austeridad vana?

Al paso del tiempo, católicos, marxistas, liberales, socialistas, hinduistas, etcétera, se han enfrentado entre sí por las verdaderas interpretaciones de los textos, sagrados o no. Casi todos los enfrentamientos terminan en la fundación de nuevas escuelas de pensamiento, doctrinas, iglesias o partidos políticos. Todas declaran que son verdaderas y todas terminan por mancharse las manos de sangre al llevar a la práctica sus postulados.

Los marxistas especialmente han sido sumamente rigurosos en cuanto a lo que verdaderamente dijo su fundador. Lenin llegó a decir que el partido cabía en un sofá, es decir, que él estaba dispuesto a quedarse solo para garantizar el carácter revolucionario de la aplicación de la doctrina. En México, Juárez se mantuvo en su carruaje porque representaba la sobrevivencia de la República.

Ahora López Obrador se la jugó al deslindarse del PRD y fundar su propio partido a partir de un punto fundamental en el que se apoyó para hacer palanca: el sistema en su conjunto estaba corrupto. El PRIAN, pero también el PRD y los demás. Las reformas aprobadas en el Pacto por México eran la comprobación práctica de su dicho. Había que hacer algo distinto y enfrentado al sistema. Frente a la corrupción generalizada había que plantear la regeneración moral de la nación.

La evolución de los acontecimientos fue plenamente favorable a esa narrativa. Si la campaña hubiera durado un mes más, Morena hubiera rebasado el 60%.“Revolución electoral” exclamó Paco Ignacio Taibo II. “La cuarta transformación”, ya había adelantado AMLO. Pero ¿de qué pensamiento se trata?

A diferencia de Lenin, Juárez o Lutero, AMLO no deslindó su doctrina o ideología de alguna otra. Lo que él escribió en su libro 2018; La salida, consiste en “renovar, de manera tajante, la vida pública de México; y ello implica, sobre todo, impulsar una nueva corriente de pensamiento sustentada en los valores de la dignidad, la honestidad y el amor a nuestros semejantes”. Ya antes, en otro libro titulado No decir adiós a la esperanza, había dicho que “ser de izquierda, en nuestro tiempo y circunstancia, más allá de otras consideraciones, es actuar con honestidad y tener buen corazón”.

En relación a la historia política del país, lo que hace en términos generales es condenar el neoliberalismo como el causante de los nuevos males y, por ello, reivindica la Constitución política de 1917, la original. Se entiende entonces que se inscribe dentro del nacionalismo revolucionario, recuperando la memoria de Juárez en relación a la tenacidad y a la austeridad, y al liberalismo social, en cuanto a la subordinación del interés de los individuos al interés general del Estado. De ahí entronca con el cristianismo y, de hecho, con las ideas de felicidad de las diversas religiones que aconsejan su obtención por la vía de hacer el bien y entregarse a los demás.

Sus acompañantes de la izquierda socialista dicen que se trata de un proyecto socialdemócrata. Los de la derecha subrayan que sólo se trata de impulsar la honestidad. Los nacionalistas se pronuncian por echar atrás las reformas estructurales, sobre todo la energética.

Lo que permite cohesionar a todos los partidarios de Morena y sus aliados es la consigna moral contra la corrupción. A todos les dedica también amor y paz. Bondad y perdón, “la venganza no es mi fuerte”.

Cierto es que en su discurso de cierre de campaña en el estadio azteca reivindicó la lucha de la izquierda social y democrática al estilo PRD, pero después, ya logrado el triunfo, o con a los empresarios o frente a Trump, se ha limitado a decir que quiere la reconciliación y la estabilidad de la economía para impulsar el crecimiento. La única reforma que se echará para atrás es la educativa.

Lo que sí aparece también con toda claridad y sin discusión es la República de la Austeridad. La igualación hacia abajo de la vida pública. Nadie ganará más que el Presidente.

Sus críticos han dicho que se trata de un echeverrismo tardío, de una restauración autoritaria, de un caudillo populista que no tendrá los recursos económicos para llevar a cabo sus propuestas.

El método caudillista para la construcción de su partido, junto con su discurso político que reivindica la moral pública, encontraron las condiciones perfectas para, entre otras cosas, dispensarle todo y amparar su pragmatismo radical.

Cabe destacar, entonces, que la enorme fuerza política lograda no tiene el soporte de un pensamiento maduro, de una teoría consistente, o ni siquiera de propuestas acabadas. Morena es un mosaico de tendencias, muy lejos de una corriente de pensamiento, apenas cohesionada por el líder y sus triunfos. Más allá de la austeridad, se trata de un proyecto nacional que es eso, es decir, una carta de intención, llena de buenos deseos y de un idealismo ramplón que, muchas veces, apenas enunciado, no pasa la prueba de la práctica.

Todos tenemos nuestros momentos románticos, pero AMLO ya se dio el enorme gusto de convertirlo en la ideología de un movimiento y pronto lo hará constitución moral de México.

Queda la esperanza de que también es el pragmático que ya conocemos y que, con la prueba de la práctica, muchas de sus propuestas puedan ser corregidas en su instrumentación. Pero habrá muchas que, con su terquedad, sólo producirán enormes costos económicos y decepción moral y política. El grito de las víctimas de primero justicia, antes que el perdón o el olvido; la declaración de que el ejército y la marina no dejarán las calles; de que siempre no, pero a la mejor sí, se organizará la guardia nacional; la absurda, por mal planteada, consulta sobre el aeropuerto; entre muchos otros tropiezos y tumbos que va dando su proyecto, confirman los peores temores.

Otras propuestas, como la descentralización de las secretarías de Estado,  las cien universidades públicas en zonas marginadas, el financiamiento a casi tres millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, la siembra de frutales en la selva, etcétera, aparecen tan endebles que ya se enfilan a ser simples fracasos anunciados, como lo hizo Echeverría con multitud de proyectos. De nada servirá el ahorro conseguido en la lucha contra la corrupción si se va por el caño de la improvisación, la incapacidad o peor aún, de la nueva corrupción del paternalismo resucitado. La austeridad será vana. Esperemos que, a pesar de todo, las circunstancias como la firma del TLCN con Estados Unidos y Canadá, junto con el alineamiento de los astros, le sigan siendo favorables.

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