El desarrollo del capitalismo en Puebla, muestra los mismos rasgos del capitalismo en México: una profunda desigualdad social, donde un grupo minoritario de la clase dominante acumula la mayor parte de la riqueza y el ingreso nacionales, frente a millones de mexicanos en situación de pobreza y una condición social sumamente vulnerable. Actualmente, en México, 20 por ciento de los hogares más ricos concentra el 48 por ciento del ingreso nacional, mientras que el 20 por ciento de los hogares más pobres obtiene apenas el 6 por ciento. Al mismo tiempo, coexisten regiones en las cuales se concentran la población, la inversión y las actividades productivas modernas y de elevada productividad, con otras empobrecidas, despobladas, carentes de bienestar, con escasas oportunidades de educación o empleo y con una parte significativa de la población viviendo en situación de pobreza y pobreza extrema.
Por supuesto, cambiar esta situación, corregir la desigualdad regional y social existente en Puebla, no puede lograrse sin un cambio concurrente en el país, un cambio que recupere la racionalidad pública en el proceso económico. Esta situación, hace de la participación del Estado en la superación de la desigualdad social y regional un tema esencial en el futuro nacional, pues se trata de abatir no sólo la situación de desigualdad, sino también superar el neoliberalismo.
El diseño de las propuestas de la izquierda, tiene que partir de la necesidad de voltear la página del neoliberalismo, proyecto que ha traído al pueblo de México desempleo, precariedad laboral, estancamiento, inflación, dependencia, violencia, pobreza y desigualdad. Ningún régimen es eterno, por el contrario, puede cambiar, pero todo cambio verdadero solo puede lograrlo la movilización social, la sociedad organizada en poder popular. Un instrumento posible de un gobierno sensible a las demandas populares, es la política de desarrollo regional operada a través de la planificación regional con miras a satisfacer las necesidades sociales e incorporar a la población en la determinación de los objetivos del desarrollo y los instrumentos para alcanzarlos.
Se trata, entonces, de varios cambios. Uno de ellos debe referirse al desarrollo, que ha de ser entendido y definido de manera distinta a la tradicional que enfatiza el crecimiento. El desarrollo, tiene el contenido que le dan las fuerzas que lo impulsan. Tradicionalmente, ese impulso correspondía al gobierno y al capital, ahora, se trata de incorporar a la población a ese proceso. Otro cambio, tiene que ver con el concepto bienestar, que debe ser definido por las comunidades, pero, al mismo tiempo, el Estado debe proporcionar mejores condiciones de salud, educación y vivienda a la población de manera que se unifique la visión de bienestar de la comunidad con los bienes que constituyen su base fundamental.
La izquierda no crea ilusiones, imposible hacer creer que exista un capitalismo con “rostro humano”, pero el camino al socialismo se construye en la sociedad dominada por el capital, donde la lucha por la democracia y la mejora de las condiciones de vida de la población son la escuela política de los trabajadores en busca de su emancipación definitiva.