El programa de actividades conmemorativas para celebrar el 485 aniversario de la fundación de la ciudad de Puebla fue muy variado, tanto en temática como en calidad; pero sabemos que su trascendencia social fue verdaderamente pobre. Muy pocas personas se enteraron de las actividades culturales desarrolladas para este objetivo celebratorio de la poblanidad y por lo tanto algunas de ellas sólo fueron actos políticos, en su modalidad cortesana, con harta foto y el cortejo garantizado de lambiscones.
Tal fue el caso del concierto de clausura de los “Festejos del 485”, en el que el programa musical contenía el cacareado estreno mundial de la “Séptima sinfonía abril al alba” de la autoría de Sergio Berlioz, obra por encargo que se agrega a otras dos que le precedieron, también por encargo, y que forman una trilogía: “Luz de mayo”, “Elegía heroica”, cuyos temas están relacionados con el hecho histórico de la Intervención francesa en México y particularmente inspirados en los acontecimientos que tuvieron lugar en Puebla.
No juzgaré nada sobre la composición musical, porque asumo mi total ignorancia respecto a esos asuntos y mi opinión personal me la reservo para compartirla entre mis cuates cercanos, sólo comentaré que los integrantes de la Orquesta Filarmónica 5 de mayo, bajo la dirección de su titular el maestro Lozano, han alcanzado una gran madurez y el conjunto se encuentra en un muy buen nivel de integración y ejecución; ni hablar de los cantantes convocados también de impecable calidad y profesionalismo.
La asistencia al concierto fue relativamente escasa, pese a la gran publicidad que le hicieron. No se llenó el Auditorio de la Reforma (hoy renombrado del 5 de mayo) y fueron los políticos de turno quienes se pavonearon como es su costumbre, acompañados de su infaltable cortejo de guaruras, lambiscones, manchaplanas y fotógrafos, quienes pusieron la nota… cortesana. Todo fue que llegara el gobernador y el presidente municipal de Puebla para que empezaran los actos serviles, con sonrisas estereotipadas, genuflexiones, agradecimientos filiales, calambres ortopédicos, arrumacos perrunos, carantoñas y demás muestras verbales y gestuales de sumisión.
La complacencia de los “servidores públicos” era manifiesta, se les veía sonrientes, sus pechos hinchados de satisfacción, orgullosos de haber sido los promotores del concierto (con dinero público) y con el reconocimiento manifiesto de los huelelillos, huelepedos, chupamedias y lambiscones que se congregaron como moscas atraídas por el excremento. Seguramente, en los días sucesivos, la prensa cortesana, que nunca falta pues vive del “chayote”, destacará en sus “medios” la presencia de tan relevantes figurones y los convertirá en campeones de la cultura.
Quiero decirles, amables lectores, que hay un asunto que me molesta más que todas estas escenas de lamehuevismo y ¿quieren saber cuál es? No estoy para contárselos, ni ustedes para saberlo, pero a los artistas de verdad, a los músicos de la Orquesta Filarmónica 5 de mayo, no les han pagado desde enero. Llevan tres meses sin cobrar su sueldo, sin poder atender a sus necesidades primordiales y viviendo de préstamos de urgencia o de fiado. Creo que estos políticos, de tornasolados reflejos y dueños del espacio público, entendieron mal el refrán popular de que “músico pagado toca mal son”.