La violencia estructural es ruidosa, empobrece, desarticula, fragmenta y se cuela en la cotidianidad de la vida de las personas. Mujeres comunes viviendo en su cuerpo las expresiones de la violencia del sistema capitalista y patriarcal. Se escucharon gritos, una pareja discutiendo, la noche esconde siluetas. Desde dentro, las mujeres, cuyas experiencias comunes las han reunido para garantizar lo fundamental, su vida, pues lo que el sistema pone en riesgo a través de la violencia de género contra las mujeres es su vida. Ellas, al escuchar los gritos fuera, reviven su experiencia personal. Atemorizadas, y en colectivo deciden actuar, trascienden el pánico inicial y responden de forma organizada para cuidarse entre ellas. Desconocen lo que realmente sucede fuera. ¿Se trata de uno de sus agresores? ¿Es un ataque directo a ellas? No hay aún claridad. Después del alboroto inicial, comienzan a desarrollar estrategias, una primera preocupación es un acto de solidaridad en torno a lo que otro corazón esté sintiendo ante la violencia. Como señalaría Bayard de Volo, estas emociones generan otras emociones, el miedo inicial se traduce en solidaridad y posteriormente puede articularse en procesos de autocuidado colectivo, en estrategias de lucha contra la opresión de las mujeres. El machismo, expresión del sistema capitalista–heteropatriarcal, es un reto para las mujeres, quienes observan que principalmente socializando las emociones pueden crear alternativas. El miedo se transforma en ira y la ira en acción contra la violencia. Las mujeres se reconocen en otras mujeres y eventualmente generan un proceso auto organizado para resistir, confrontar y transformar la violencia. El Estado no es un buen interlocutor, la denuncia no pudo concretarse, vuelvan el sábado. Prevalece el no acceso a la justicia. En otro momento, el médico legista, revictimiza a una mujer violentada para finalmente hacer un dictamen en contra de ella. Los perpetradores de la violencia siguen quedando impunes.
La incidencia social y política que podamos hacer las mujeres, implica informar, difundir la realidad dolorosa, pero también reconocer los logros de las mujeres en su lucha contra la violencia de género. Se requieren otras voces, solidaridades y estrategias diversas para incidir en contra de la violencia. Invito a las y los lectores a sumarse contra la violencia estructural, directa e indirecta, esa que empobrece, mutila y fragmenta identidades. No permitamos que otras mujeres y niñas vivan con miedo, dolor y violencia. Hoy escribo por el derecho de todas las mujeres a una vida libre de violencia.