Las bacterias son microbios abundantes y de una variedad tan amplia, que generalmente provocan miedo; sin embargo, es notorio que las benéficas son más importantes que aquellas que ponen en riesgo nuestra salud. De hecho, si no existieran las bacterias, nuestra tierra sería un inmenso mundo lleno de cadáveres, pues son precisamente los microbios, los seres vivos que integran todo a la naturaleza. Es así que el número de gérmenes que representan un riesgo potencial para nosotros es realmente pequeño.
Pero como la piel se encuentra en un contacto con el medio ambiente, conviven con nosotros “súper bacterias” que soportan los cambios de temperatura, entornos húmedos y secos, nuestras agresiones al utilizar jabones y un sinfín de elementos que ponen a prueba su existencia. Al estar en una lucha constante por la supervivencia, establecen un verdadero equilibrio micro ecológico que las hace literalmente amigables; sin embargo, al superar las barreras naturales y tener temperatura estable, nutrientes accesibles a cada momento, cubierta aislante y protección, se vuelven extremadamente agresivas y destructivas en nuestros tejidos. En este grupo sobresale Staphylococcus (de dos palabras griegas que significan “racimo de uvas” por su forma de agrupación y “cocos” por su redondez) que es un género de bacterias con 35 especies y 17 subespecies hasta ahora descritas. Se pueden hallar muy fácilmente en las mucosas y piel de todas las especies mayores como aves, reptiles, anfibios, peces y mamíferos (los seres humanos no podemos dejar de ser animales en el sentido estricto de la palabra).
No es raro que vea a personas espantadas porque, en un análisis llamado exudado faríngeo o en un cultivo de piel sin secreciones, tengan como resultado la presencia de Staphylococcus, lo que no significa necesariamente que se padezca una enfermedad, para lo cual es fundamental valorar algunas características que nos hagan suponer la patología como tal.
La más conocida y estudiada de estas bacterias es Staphylococcus aureus. Les siguen Staphylococcus epidermidis, Staphylococcus capitis, Staphylococcus saprophyticus y finalmente Staphylococcus haemolyticus.
Las dermatosis bacterianas (enfermedades de la piel producidas por esta variedad de microbios) son un grupo de padecimientos de características tan peculiares, que no hacen difícil su comprensión. En una forma práctica, es simplemente necesario entender que la piel está formada por tres elementos: la epidermis (porción más superficial) la dermis (unidad intermedia) y la hipodermis (sección más profunda).
La más superficial de las enfermedades se conoce con el nombre de Impétigo (de una palabra latina que significa “atacar” por la velocidad con la que aparecen sus características clínicas). Se trata exclusivamente de una enfermedad superficial, localizada a nivel de la epidermis donde no existen elementos sanguíneos ni nerviosos, lo que la hace prácticamente asintomática, es decir, que no provoca malestar excepto una ligera sensación de “comezón”. Dentro de sus características cardinales podemos encontrar una secreción que se solidifica dando lugar a unas costras que por ser similares a la miel se han llamado “costras meliséricas”. Su tratamiento es exclusivamente local teniendo particular importancia el retiro de las costras para que sea realmente efectivo.
La “intermedia” de las enfermedades se denomina Erisipela (de dos palabras griegas que significan “rojo” y “piel”). Éste es el clásico padecimiento que al afectar las zonas donde se encuentran receptores nerviosos al dolor, tiene como característica principal precisamente el sufrimiento por la intensidad de este síntoma. Es muy inflamatoria y por lo mismo genera un “trasudado” que le da a la piel una característica brillante y roja. Constituye una verdadera urgencia dermatológica.
Finalmente, la más profunda se denomina Ectima, en la que por su fondo se condiciona la aparición de bordes bien definidos y elementos celulares muertos que le imprimen una coloración obscura alrededor. Curiosamente esta es menos dolorosa que la anterior. Tiende a ser crónica y es particularmente aparatosa.
Llama la atención que solamente dos gérmenes deben contemplarse en la visión de esta enfermedad: Una bacteria llamada Streptococcus β haemolyticus que es muy sensible a la penicilina y como segunda probabilidad, Staphylococcus aureus que es muy sensible a una variedad de penicilina conocida como Dicloxacilina. Ambos medicamentos son baratos, accesibles y con pocos efectos secundarios. La única indicación para sustituirlos es el antecedente de alergia, dejando como segunda elección a otro medicamento barato conocido como Eritromicina. Es solamente en casos excepcionales cuando es necesario recurrir a medicamentos distintos.
En la actualidad está de moda administrar medicamentos de “espectro amplio” que además de ser costosos, adolecen del defecto de tener una mayor cantidad de efectos secundarios. Esta conducta común se contrapone con las condiciones económicas de nuestra sociedad. Los médicos no podemos permitirnos el brindar una medicina cara y sin lógica. La indicación de un antibiótico más potente y más caro no hará a un mejor médico. Hoy se debe mantener firme un antiguo axioma de la terapéutica y que reza que el médico que sabe más, receta menos.