Viernes, abril 26, 2024

Sin ideas ni ideales

“Su incultura política lo volvía apto para cualquier combinación.”

Paco Ignacio Taibo II, Patria t. I.

Sentirse necesitados de contratar servicios de asesores extranjeros para hacer campaña sucia en la política, por sí mismo, dice mucho sobre la sinceridad y pertinencia de las propuestas que los partidos políticos de oposición están ofreciendo a la ciudadanía en tiempos electorales. Habla de carencias analíticas de la realidad social y de orfandad ideológica; de desconexión entre líderes, cuadros, y militancia partidistas por la ausencia de trabajo intelectual colectivo; acusa limitaciones intelectuales al privilegiar el ataque para descalificar y ensuciar al adversario, sin ofrecer proyecto político alternativo al que se pretende desacreditar; evidencia desmemoria infame que hace olvidar cómo se gobernó al país durante casi noventa años; revela una actitud de bajeza moral al ilustrarse para atacar, no para proponer constructivamente; y, aunque se jactan de saber gobernar, acuden al mecanismo vulgar de pagar ideas ajenas con dinero público, en la más cruda confesión de que carecen de ellas. No les bastan los ataques con tufo de odio irracional que despiden los Lozano, X. González, Fernández de Cevallos, por citar los más notorios. Para efectos electorales parecen urgidos de mayores cantidades de lodo como para tener que contratar los servicios profesionales en la materia de los señores Antonio Sola (España) a quien el dirigente nacional del PRI, tal vez por asimetría, suele presentar en público con la expresión: Es muy chingón, es un vago; y Vladimir de la Torre (EU); las nada nuevas adquisiciones del PRI.

En la menguante alianza Va por México, la voz principal de Alito Moreno (PRI) pregunta, ¿Cuál guerra sucia? Supone burdamente que por hacerla pública deja de ser sucia: “Las posiciones respecto del gobierno y Morena son públicas. Lo hemos dicho, son una tragedia, son una desgracia para el país”. Como segunda voz, Marko Cortés (PAN) repite: “Ya está clarísimo que (López Obrador) es un peligro para México”. Sin embargo, ninguno dice por qué. Quizá lo más absurdo que estén haciendo sea intentar revivir situaciones políticas que quedaron en el pasado y que, si en aquellos tiempos les dieron magro resultado -las elecciones de 2006 y 2012 las ganaron, no por efecto de esos ataques verbales sino por sendos fraudes electorales- ahora, querer trasplantarlas a las actuales condiciones políticas donde López Obrador lleva dos años y medio como gobernante poniendo en práctica su proyecto social de nación, parece una verdadera insensatez. En la contienda presidencial de 2006, el binomio PRI-PAN recurrió a explotar una creencia popular: “Más vale malo por conocido, que bueno por conocer”. Sobre esa base endilgaron al opositor todo tipo de calificativos peyorativos que repitieron hasta el cansancio los medios de comunicación masiva, especialmente aquella frase “López Obrador, un peligro para México” que logró que una parte de los votantes entrara en duda existencial preguntándose, ¿cómo gobernaría éste de llegar a la presidencia? Los asustados optaron por Calderón.

La enorme capacidad económica y mediática reunida por los aliancistas para emitir descalificaciones les impide dedicarse a lo que debiera serles importante: Analizar la realidad política, económica y social que se construye con el ejercicio de gobierno que impulsa el presidente de la República, para buscar en ella las bases reales de la descalificación que pretenden. La carencia de ideas sobre lo que está ocurriendo en México debido al esfuerzo por impulsar un proyecto de gobierno diferente y las acciones de toda laya que la oposición realiza para no dejarlo gobernar, se aprecia en las respuestas que el dirigente priista da al cuestionamiento que la prensa le hace sobre la propaganda que el PRI desarrolla contra el gobierno: “El gobierno de López Obrador y Morena son una tragedia porque no han dado resultados”; “Por parte del PRI no hay tal ‘guerra sucia’ de nadie, porque la posición del PRI y de la coalición ha sido pública, clara, abierta. Nuestra posición de que México no va por buen camino. Y del partido Morena, igual”. Taimadamente tampoco dice cuál es el buen camino. La lógica elemental refutaría a Alito. Toda acción produce un resultado. De la actual gestión gubernamental resultados, buenos o malos, los hay; cosa distinta puede ser que esos resultados no le gusten a su partido ni a los intereses políticos, económicos y sociales que representa. Si esta premisa toma para concluir que “México no va por buen camino”, a fin de no quedarse en una simple descalificación, requeriría que el dirigente estableciera cuál, a juicio del partido y los intereses que representa, sería el buen camino para México y como proponen encausarlo hacia allá. Sin embargo, son tales ideas las que esconden y rechazan debatir.

Los tiempos sociales y políticos en el país cambiaron en 2018. La ciudadanía sabe ya cómo gobierna AMLO; ha comprobado que el ogro que le pintaron era inexistente; que se trató de un artilugio político-ideológico que utilizaron para mantener el poder. La oculta verdad de la alianza PRI-PAN-PRD es que su formación se hizo posible gracias a dos exigencias insuperables: una, obediencia al gran dinero que exigió la alianza; dos, el instinto de conservación que advirtió que salir por separado al proceso electoral abría la puerta a su desaparición como partidos. El pueblo mexicano tiene ahora bases de comparación para elegir. Si los dirigentes partidistas y sus asesores han llegado a la fastuosa conclusión de que su oferta electoral para el próximo 6 de junio debe centrarse en reciclar los viejos ataques mediáticos sin ofrecer una explicación lógica, racional, y coherente de por qué consideran tragedia, desgracia, o peligro al actual gobierno; y, lo único que pueden ofrecer a los votantes es un retorno al pasado con esquemas de gobierno que ya fueron reprobados en las urnas; queda claro que para arribar a tales conclusiones resulta innecesario gastar los recursos económicos de sus partidos en asesorías. Entonces, la verdadera tragedia, desgracia y peligro radica en descubrir que los partidos de la opositora alianza Va por México carecen de ideales políticos; que no los mueve algún ideal de mejor convivencia social, sino la simple ambición de mando, poder y dinero.

Emblemático de la carencia de ideas e ideales resalta, en botón de muestra, el conflicto por la gubernatura de Nuevo León donde el candidato Adrián de la Garza (PRI-PRD) entrega las denominadas Tarjetas Regias a los ciudadanos prometiendo, si gana la elección, programas sociales o cierta cantidad de dinero a quienes voten por él. Esta acción, si a esto puede llamársele, de proselitismo; de malicia, que no requiere de gran ejercicio del intelecto; genera tres conductas que, al margen de sus posibles implicaciones legales, son nocivas para una elección libre e informada y carecen de ética como fórmula de obtención del voto: a) es una promesa pública de pago por el voto; b) trafica con la pobreza económica del ciudadano; c) implica una disposición anticipada del erario, fuera de presupuesto, sin tener facultades legales para ello. Convertir a la política en artículo de comercio donde el voto ciudadano puede comprarse, nos degrada como sociedad. Propiciarlo, evidencia que las actitudes del candidato reflejan las que tendrá como gobernante: disponer arbitrariamente del dinero público como si fuese suyo. En estas circunstancias, ¿quién tiene la razón? ¿El presidente de la república al denunciar este tipo de prácticas viciadas, o el candidato y los partidos que las hacen y defienden? En defensa de su “técnica proselitista” Adrián de la Garza acudió ante la OEA quejándose de la intromisión del Ejecutivo en el proceso electoral; los partidos PRI-PRD piden a AMLO “sacar las manos de la elección”. Las quejas mediáticas no tienen escrúpulo: “Nunca se había actuado en México de una manera tan burda” (PRI); “…el gobierno federal quiere ganar las elecciones a la mala” (PRD); “Es abuso de poder e intervenir en un campo que le está vedado. Abstente de seguir violando la legislación que te impide participar en los procesos electorales” (Dante Delgado, MC). En la mejor exhibición del manejo empresarial del estado quieren disponer del dinero público para comprar votos; una elección sin obstáculos, de “dejar hacer, dejar pasar”; y se muestran indignados y se dicen agraviados si no se les permite hacerlo desatando sus furias contra quien ose querer impedirlo. Aun cuando se trate de una situación coyuntural por la elección del 6 de junio, en el fondo, está en juego la calidad de nuestra democracia. ¿Los partidos políticos deben ofrecer a los electores proyecto social o dinero? ¿Cómo debería obtenerse y emitirse el voto ciudadano, por convicción o por interés? Las respuestas a estas preguntas también son una elección política.

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