Viernes, abril 26, 2024

¿A quién sirve el aprendiz?

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Luis Videgaray tiene una indeclinable vocación de sometimiento hacia Estados Unidos, actitud que no oculta, es más, se siente orgulloso de rendir tributo a cuanto funcionario estadounidense visita en Washington o viene México. Una de las formas que ha encontrado Videgaray para acerarse al gobierno de Trump y asegurar que la relación de éste con el gobierno de Peña Nieto es “muy estrecha”, ha sido su activismo injerencista que lo ha convertido en el representante de los intereses estadounidenses en América Latina, particularmente en Venezuela, país donde Videgaray ha actuado de forma facciosa poniéndose al servicio de los opositores al gobierno legítimo de Nicolás Maduro. Incluso, se prestó a participar en las conversaciones entre el gobierno de Maduro y la oposición para acordar los términos de una relación política que evitara la desestabilización de Venezuela. De esa comisión se retiró Videgaray, cuando el presidente venezolano anunció la realización de elecciones presidenciales en abril próximo.

El rechazo de la oposición a participar en estas elecciones, muestra que la derecha, y Videgaray con ella, carecen de vocación democrática y lo que intentaron durante mucho tiempo fue crear las condiciones para un “golpe blando”, similar a los ocurridos en Honduras, Paraguay o Brasil, donde se desplazó de la presidencia a gobernantes legitimados por sus triunfos electorales y desconocidos por la derecha golpista, impaciente e incapaz de respetar la democracia que ella ha impuesto, pero que desconoce cuando conviene a sus mezquinos intereses.

En su activismo contra Nicolás Maduro, el aprendiz Videgaray ha actuado respondiendo a los dictados de Trump, expuestos con meridiana claridad por su secretario de Estado, Rex Tillerson, quien ha dicho que “Estados Unidos seguirá ejerciendo presión sobre el gobierno de Maduro” y, ahora, quiere apresurar el paso y ha dicho que “en la historia de Venezuela y los países de América del Sur, muchas veces, los militares son agentes de cambio cuando las cosas están muy mal y los líderes ya no pueden servir al pueblo”. Por supuesto, lo que calla Tillerson es que la mayor parte de los golpes militares (como el de Pinochet en Chile o Videla en Argentina y decenas de otros más), fueron alentados y financiados por Washington.

Y, ahora, hace uso días, vino Tillerson a México para impulsar la ridícula campaña sobre la intervención rusa en el proceso electoral y hacernos creer que López Obrador entregará el petróleo a los rusos. Tal vez, el secretario ignore que los rusos ya no son comunistas, que ahora Rusia es un país imperialista, cuya burguesía enriquecida con las privatizaciones de las empresas de propiedad social y estatal ya adquirió campos petroleros en México, lo mismo que otras empresas estadounidenses, italianas, británicas, francesas, malasias, canadienses, españolas y holandesas (en la última ronda la Shell se llevó 13 de 19 campos licitados por el gobierno de Peña Nieto). En última instancia, si López Obrador pudiera entregar el petróleo a los rusos, es porque algunos hicieron una reforma que se lo permite.

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