Ganaderos, mineros y campesinos; algodón, henequén, azúcar, sal, madera, plata, maguey y hasta pulque fueron transportados en los ferrocarriles portátiles Decauville, un medio de comunicación de pequeña escala instalado en México desde finales del siglo XIX que tuvo, conforme a la época, su crecimiento durante el Porfiriato y en las principales haciendas del país.
Este sábado 9 de noviembre, el Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos (MNFM) abrió la exposición Los ferrocarriles portátiles Decauville y con ello recibió a la que es la más pequeña de sus locomotoras: la portátil Decauville de vapor Lima Loco & Match Co., fabricada en 1895, que fue donada por la familia Barbabosa, quien la tuvo entre sus activos desde hace casi siglo y medio ocupándola en sus haciendas de Michoacán y Estado de México.
Natalia Toledo y Teresa Márquez Martínez, subsecretaria de Diversidad Cultural y directora del Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio, respectivamente, ambas de la Secretaría de Cultura federal, fueron las encargadas de ver montadas, por primera vez, esta locomotora y su coche de pasajeros abierto construido alrededor de 1930, en el recinto ubicado en el Centro Histórico de la ciudad.
Para Teresa Márquez, que el MNFM ostente una pieza de este valor no solo es una “alegría inmensa” para el recinto en sí mismo, sino un compromiso adquirido con la familia Barbabosa quienes decidieron, en lugar de venderla o quedársela, donar a “la pequeña”, como le llamaban a su locomotora Decauville.
No sin nostalgia, Natalia Toledo celebró la llegada de la locomotora y su coche de pasajeros a Puebla pues se convierte en un legado importante para el patrimonio cultural no solo para el MNFM sino para el país.
“Mi corazón se llena de alegría porque despierta mis recuerdos del viaje de Santa Cruz Montecillo en busca de pescado para la venta. Este espacio nos dice ahora que algún día caminamos sobre caminos de hierro por lo que el museo nos devuelve a aquellos días”, dijo entusiasmada.
La subsecretaria de Diversidad Cultural agregó que esta donación representa un legado histórico y social importante para el patrimonio cultural, y su rescate hace que la donación misma se convierta “en un eslabón importante en el México que amamos”.
Ello, porque actualmente gran parte de su infraestructura material se ha perdido o deteriorado, pero quedan aún importantes remanentes que son modelo de referencia del universo de la ingeniería ferroviaria decimonónica.
La curadora e investigadora Juana María Rangel Vargas señaló que con la inclusión de la locomotora Decauville se integra y se enriquece al MNFM pues se convierte en uno de los pocos museos a nivel mundial -poco más de 10, en Europa principalmente, algunas en Estados Unidos y un puñado en Latinoamérica-, que puede juntar las tres tecnologías de vías ferroviarias utilizadas.
Indicó que esta locomotora y su coche fueron conservados, rescatados e investigados a partir del propio acervo documental del Centro de Documentación e Investigación Ferroviarias (Cedif) así como del Archivo General de Francia y de bibliotecas particulares del mismo país, dado que la tecnología de los ferrocarriles Decauville procede de dicha región.
Agregó que, a México, esta tecnología llegó en el siglo XIX y se mantuvo hasta los años 40 y 50 del siglo XX para conectar las haciendas agrícolas y mineras con la estación del tren. “Su camino fue un tránsito particular al ser un vehículo privado, y como tecnología se integraron como eslabón de una cadena de bienes para movilizar a las personas y a los insumos”, dijo.
Rangel Vargas agregó que las actividades productivas que se apoyaron en esta tecnología fueron las de mayor rentabilidad y se usaron para impulsar el mercado interno y de exportación: el henequén en Yucatán; el algodón en la comarca lagunera; o el pulque en el centro del país, donde requirió de ciertas adaptaciones.