Martes, abril 30, 2024

La suerte de Leslie

El cine independiente (indie) norteamericano ha sido punzante, atractivo, desde hace ya más de medio siglo. En resumen –bajo control artístico del Director– se trata de un cine producido fuera de los grandes Estudios de Hollywood, que suele retar “lo acostumbrado” especialmente en cuanto a contenidos. Vibrante y avant-garde la mayoría de las veces, experimenta o arriesga con estéticas y técnicas narrativas novedosas, casi siempre desde presupuestos limitados. Ha sido, no hay duda, muy influyente en el desarrollo del cine contemporáneo. Algunos títulos clave y/o icónicos del cine independiente estadounidense: Sexo, mentiras y video (1988), de Steven Soderbergh; el documental Roger & me (1989), de Michael Moore; Clerks (1993), de Kevin Smith; Sospechosos comunes (1994), de Bryan Singer; Los muchachos no lloran (1999), de Kimberley Peirce, y Esplendor americano (2002), de Shari Springer Berman y Robert Pulcini. Y por si alguien piensa que las “forajidas” indies son poco reconocidas por el mainstream gringo, ofrezco este dato: dos clásicos del cine independiente, Atrapado sin salida (1975), de Milos Forman, y Belleza americana (1999), de Sam Mendes, ganaron ambas 5 premios Oscar, incluido el de mejor película, además de recibir otras nominaciones. Por cierto, en cuanto a dinero, El proyecto de la bruja de Blair (1999), de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, ostenta una suerte de record difícilmente repetible: recaudó 11,000 veces su presupuesto original. 

Sea todo lo anterior introducción de contexto a la indie que ahora mismo exhibe en salas: Mala suerte, buena suerte (To Leslie), ópera prima de Michael Morris, director ya con experiencia en teleseries. El personaje central es Leslie (Andrea Riseborough), madre soltera de mediana edad, principalmente recordada en su comunidad por haber ganado 190 mil dólares en la lotería…y por dilapidarlos en alcohol en menos tiempo de lo que se dice ¡salud!. De ahí las lamentables consecuencias: el alcoholismo brutal de Leslie, el total distanciamiento de su lastimada familia y, en especial, su confundida decisión de abandonar a James (Drew Youngblood), su hijo adolescente. Seis años más tarde, Leslie reaparece. Primero, ante James (Owen Teague), de 20 años ya, con quien las cosas no marchan por el vigente alcoholismo de Leslie. Después –en su comunidad natal, no por decisión propia– con Nancy y Dutch (Allison Janney-Stephen Root), amigos de juventud, con quienes todo sale peor aún. Así que Leslie queda en situación de calle, igual de alcohólica y sin nada ni nadie. ¿Puede emprenderse una remontada de reencuentro y redención a partir de eso? 

Doloroso drama de personaje (basado en eventos reales), Mala suerte, buena suerte apoya la mayor parte de su ser y discurso en la enorme actuación de Andrea Riseborough, nominada al Oscar. La dama entrega, sin sentimentalismos, a una Leslie todo lo extraviada, vulnerable e intensa que el rol demanda, a tono con la postura de la cinta: si no empatizar, tampoco crucificar al personaje. Con eso de base, el mérito es retardar lo que Leslie pueda ir logrando, para un itinerario –emocional, no físico– confirmatorio de que la vida no es un cuento de hadas, y menos aun cuando se está empantanado en las adicciones. Siendo ese el tema per sé, surge en paralelo otro que lo complementa: ¿el mundo está contra mí, o yo he permitido ser un problema frente al mundo? En la película de Morris, la buena nueva es que, si identificas que se trata de lo segundo, con más razón y naturalidad la semilla de solución –por cuesta arriba que parezca– está en ti mismo. Mala suerte, buena suerte redondea como la indie que es: desde un ser “cuestionable”, cuyo fracaso no es dictamen conclusivo sino necesidad vital de movimiento y cambio; nucleada en un asunto incómodo (las adicciones), más como viacrucis que con juicios condenatorios; y con atención mayor a la hondura de la historia, que a una estética pulida. Por cierto, Morris filmó en 35mm, con esos grano y textura que, justo, remiten al look de las audaces, valientes indies de los 70s.

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