La globalización neoliberal en los años 80 el siglo pasado, nos tomó desprevenidas. Las múltiples reformas estructurales que posibilitaron desmantelar derechos humanos previamente ganados, resultaron tan estratégicas, que, pese a las diversas formas de resistencias sociales y comunitarias, podemos observar sus repercusiones a escala global. Empobrecimiento, deterioro ambiental, brechas salariales, violencias exacerbadas, desempleo, entre otras, son el resultado de un sistema roto que se impuso de forma perversa y cruel en el mundo.
El imaginario social que asume que las crisis cíclicas del capitalismo son símbolo de un sistema agonizante, surge desde la ingenuidad o la desinformación. Los artífices de la acumulación de capital continúan nublando la mirada del colectivo. La promesa del bienestar, del desarrollo y del acceso de todas las personas a un celular de moda, y otras prácticas conspicuas del consumo, son la falacia que alimenta al leviatán.
¿Qué otros mundos son posibles? Desde el 2001, el Foro Social Mundial apela a otras formas de organización social, por más de 20 años, han sido recurrentes los espacios de encuentro y convergencia de pueblos, comunidades y organizaciones sociales que confluyen con propuestas alternativas para el buen y el bien vivir. Las narrativas decoloniales, antirracistas, antipatriarcales y anticapitalistas son dinámicas, diversas y potentes, y, sin embargo, continúan siendo marginales.
En la potencialidad de otros mundos posibles, resulta urgente la acción intencional y direccionada que permita transformar el futuro tendencial. De seguir las cosas tal y como están ahora, ¿Qué es lo que va a pasar? Profundización de las prácticas depredadoras sobre la Madre Tierra y desestabilización del equilibrio ambiental. Precarización y empobrecimiento de pueblos y comunidades. Crecimiento de la violencia sistémica, de la violencia criminal y la violencia doméstica. El panorama actual nos reclama creatividad.
La apuesta por prácticas e iniciativas emancipadoras exigen proyectos alternativos desde una ética por el cuidado de la Madre Tierra y de la dignidad de vida de las personas. Tenemos menos de 10 años para lograr los objetivos del desarrollo sostenible, que, hasta el momento, más parecen una manifestación de buenas intenciones, que una estrategia mundial para realmente avanzar hacia condiciones de equidad, justicia social, ambiental y reproductiva para todas las personas.
El mundo se encuentra en permanente cambio, sin embargo, la actual incertidumbre, parece acercarnos más a un punto de caos que no necesariamente posibilita la acción colectiva por el bien común y, sí, en cambio, ha creado condiciones para que el capitalismo heteropatriarcal se reconfigure, una vez más, y continúe expandiéndose con voraz apetito.
Corresponde en contraparte, fortalecer la acción colectiva, informada, desde proyectos alternativos de educación, de economía solidaria y de seguridad humana, para crear proyectos civilizatorios que garanticen formas de vida digna, de lo contrario corremos el riesgo de fortalecer las prácticas para el exterminio de la humanidad. Urge la acción consciente, creativa e intencionalidad para transitar del futuro tendencial, al futuro deseado, aquel por el que vale la pena vivir desde un ethos por el cuidado de la vida.