Viernes, abril 26, 2024

¿Democracia–ficción en Puebla?

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Han vuelto a cobrar fuerza los rumores de que muy pronto será sometida al voto de los regidores del Municipio de Puebla una moción relativa a la supresión o continuidad de las corridas de toros en esta ciudad. En calidad de azuzador figura una vez más Antonio Franyuti, actuando por cuenta de la institución estadounidense Animal Heroes, cuyas lucrativas actividades se apoyan en la pesca de incautos a través de las redes sociales. De ser así, menudo principio de año nos espera.

Confieso, francamente, que no me lo acabo de creer. Primero, porque supongo que los regidores poblanos –independientemente del partido al que cada cual pertenezca—tienen en este momento  demasiados problemas reales que atender como para perder su tiempo en sandeces. Problemas tan reales como por ejemplo, aunque no en exclusiva, los ligados al Covid 19, que además de amenazar la salud del ciudadano repercuten agudamente en distintas direcciones. Y segundo, porque si tales representantes nuestros conocen mínimamente la materia que el autonombrado héroe animalista insiste en imponerles, estarán de acuerdo en que, argumentalmente hablando, la discusión está zanjada de antemano en favor de la tradición taurina, sin otra oposición posible que la de la más ciega y contumaz taurofobia, irremediablemente atada a la corrección política, el integrismo y la censura.

En apoyo de esta aseveración  recurro a un par de episodios-muestra, el más reciente de los cuales estuvo dirigido precisamente a los miembros del cabildo municipal. Los cuales seguramente lo siguieron con suma atención y limpio criterio.

Episodio 1. El 24 de mayo de hace dos años, en el auditorio de la librería de la BUAP ubicada en el Complejo Universitario, llevábamos a cabo la presentación del libro Ofensa y defensa de la tauromaquia (Edit. BUAP, 2017) cuando un grupo de jóvenes que portaban camisetas con consignas antitaurinas interrumpió el acto para cuestionar tanto su tema central como a todos los presentes, empezando por los presentadores de la obra que eran, además de este autor, la doctora Luisa Moreno de Dorra, el matador Raúl Ponce de León, el escritor y periodista Leonardo Páez y el ingeniero Miguel Ángel de la Garza; al serles ofrecido un micrófono para que expusieran libremente sus razones, dichos taurófobos prefirieron abstenerse, aduciendo que la ocasión no era la más propicia para exponer sus puntos de vista. Entonces, el moderador de la presentación, que era Aurelio Fernández Fuentes, director de La Jornada de Oriente, les obsequió espontáneamente un ejemplar del libro en cuestión y los invitó a enterarse con calma de su contenido para poder rebatirlo mejor y elegir entonces la fecha que consideran más conveniente para sostener la confrontación primero buscada y en seguida rehuida por ellos.

En eso quedaron… y hasta la fecha continuamos en espera de sus noticias.

Esa tarde, la única intervención descalificadora de la tauromaquia provino de una guapa muchacha que se dijo reportera y afirmó haber cubierto algunas corridas para su medio –sin revelar cuál era–, experiencia que, según aseguró, la dejó positivamente asqueada. Por lo demás, su único “argumento” consistió en declarar que sólo veía “gente vieja” en el auditorio –ocupado en su totalidad por unas cien personas–, siendo que el mundo actual es de y para la juventud, la cual repudia totalmente el toreo y a quienes dicen disfrutarlo, un decadente puñado de ancianos sedientos de sangre y ebrios de violencia.

Con tan piadosa y sorprendente sentencia quedó despachada la intervención de la joven.

Episodio 2. En fecha reciente –el 24 de noviembre último, para ser precisos–, se llevó a cabo en el salón de Cabildos del H. Ayuntamiento de Puebla un debate con la participación del citado Antonio Franyuti, clon vernáculo del activista argentino Leonardo Anselmi, que por años ha recorrido los países taurinos denostando a quienes gustan de las corridas de toros, cuya supresión exige con energía… y con fondos de origen nunca aclarado. En este vis a vis, programado por la presidencia municipal de Puebla, Franyuti se hizo secundar por una doctora en biología de la UNAM de apellido Cosío, encargada de aportar “información científica” acerca de la condición sentiente de los bóvidos “torturados” durante una corrida; dicha académica no reveló ningún dato concluyente al respecto, pero su aguerrido acompañante demostró que no es ningún improvisado en estas lides, su habla y fraseo se percibían estudiadamente modulados y su discurso encaminado a despertar lastimera compasión hacia el “pacífico” ganado de lidia… lo que no impidió que, tras un impetuoso inicio, su alegato se fuera diluyendo hasta terminar confuso y en tono menor. Mérito, desde luego, de la abundancia de razones históricas, culturales e incluso anecdóticas expuestas por el matador Pepe Saborit –de TM– y el periodista y abogado Enrique Núñez, sus contrapartes abocados a la defensa del toreo durante el citado debate.

No sobra recordar que este episodio fue antecedido días antes por una manifestación antitaurina que, en plena pandemia, encabezó Franyuti en el zócalo de nuestra ciudad, con la participación de unas cuantas personas convenientemente disfrazadas para inyectarle dramatismo a su protesta. El conocido activista solicitó y consiguió casi de inmediato ser recibido por la maestra Claudia Rivera, presidenta municipal de Puebla, quien se comprometió a disponer lo necesario para que en sesión de cabildo se votara en pro o en contra de las corridas de toros. Tuvo la alcaldesa el tino de convocar al previo debate comentado, como medio para dar orientación y sustancia al voto de los regidores.

No sobra recordar la oportuna reacción que, ante estos hechos, tuvo el taurinismo local, consiguiendo, entre otros apoyos,  el de la organización nacional Tauromaquia Mexicana Siglo XXI (TM); y también el del destacado filósofo humanista francés Francis Wolff, leal y generoso amigo de este columnista, autor de libros como 50 Razones para defender la corrida de toros, Filosofía de las corridas de toros, y protagonista de la película documental Un filósofo en la arena. Enterado de la controversia suscitada en Puebla, Wolff me remitió desde París una carta dirigida a la alcaldesa Claudia Rivera y los miembros del Cabildo Municipal, carta que ocupó el espacio central de esta columna en La Jornada de Oriente del pasado 30 de noviembre. El valioso documento, cuyo contenido no desmentía la reconocida calidad intelectual y humanista de su autor,  le fue entregada al secretario particular de la señora presidenta municipal por Pepe Saborit el día del debate –24 de noviembre de 2020, con acuse de recibo al día siguiente–, y la idea era hacerlo llegar a cada regidor del ayuntamiento de Puebla junto con otra misiva, publicada asimismo por nuestro periódico y distribuida nacionalmente por TM, en la cual se enlistan puntos de vista favorables a las corridas de toros emitidos por una treintena de celebridades internacionales ligadas al mundo del arte, el pensamiento y la alta cultura. Esta segunda carta la respaldaban más de 500 firmantes, entre ellos media docena de académicos franceses informados de la situación por Francis Wolff y sinceramente preocupados por el futuro de la fiesta brava en nuestra ciudad.

Conclusión. Reitero mis serias dudas de que la referida votación sobre la tauromaquia figure realmente en la agenda del Cabildo Municipal de Puebla, puesto que supondría, hoy más que nunca, una muestra de frivolidad reñida con la noción misma de democracia. Pero asimismo me reafirmo en la convicción de que, en un debate genuinamente intelectual, los taurinos llevaríamos clara ventaja, dado el abismo conceptual existente entre la machacona pero menesterosa argumentación en contra nuestra y la abundancia de razones históricas, culturales y libertarias que nos asisten.

Como quiera que sea, sigo sin imaginar cómo podría prosperar una iniciativa abolicianista. Y es que en ninguna democracia medianamente congruente sería viable anteponer el bienestar animal (del toro de lidia en este caso) a los derechos humanos (de quienes viven de los toros y quienes gustamos del toreo), ni ninguna mente medianamente educada admitiría semejante inversión de valores. Además, sería el colmo que en el México de hoy se diera un caso de censura tan inmotivado y falaz como el que sueñan con imponernos los colonizados heraldos nativos del pensamiento único, hijo de la corrección política y la globalización anglosajonas, al mismo tiempo que contrario a nuestro patrimonio nacional y local, que tiene en el toreo una de las expresiones más originales, éticas y estéticas de la cultura latina en general y la cultura mexicana en particular.

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