Qué podemos aprender de las votaciones presidenciales. En Estados Unidos es común que se produzca una constante alternancia entre dos partidos políticos: Demócrata y Republicano.
En el imaginario, se considera que uno representa la continuidad (conservadores) y, el otro, el cambio (liberales). Los resultados electorales nunca entregan todo el poder a un solo partido.
Investigadores sociales se han planteado la interrogante. Por qué en la elección de 2016 se registra un cambio entre el electorado. Particularmente de los trabajadores mayormente identificados con los demócratas que sufragan por los republicanos.
Las actas de la Academia Nacional de Ciencias de EU muestran la discusión entre quienes señalan que esto puede ser producto de cambios en la cultura. En tanto que otros, lo atribuyen a la economía.
Diana C. Mutz considera que el cambio no se produce porque la situación económica se hubiera deteriorado, sino porque estaban cada vez más ansiosos sobre si podían mantener su posición social dominante. Un problema de cultura.
El informe de una encuesta nacional poselectoral acerca la respuesta a la idea planteada por Huntington. La inclinación electoral de la población trabajadora hacia Donald Trump se produce por temor a un “desplazamiento cultural”.
El modelo político trató de implantarse en México creando artificialmente el bipartidismo y fracasó. En 2000 se desplaza al PRI de la Presidencia de la República y entra al relevo el PAN. El bono democrático fue dilapidado durante 12 años.
Los resultados demoscópicos muestran que los votantes le han retirado su apoyo al PRI y al PAN. La elección tiene un fuerte componente en el malestar social, el enojo social.
La calidad de vida se ha deteriorado, menos empleo, o mal pagado, altos índices de criminalidad y sobre todo corrupción e impunidad. La competencia por la Presidencia de la República tiene un fuerte componente económico y político. A diferencia de los vecinos del norte.