Óscar Delgado Rodríguez es un hombre que trabaja para preservar las raíces de la cultura indígena de México y por ello en su casa tiene un pequeño taller en el que hace artesanías que vende en diversas ciudades del centro de la República mexicana.
“Sólo estudié hasta la secundaria, a veces la gente dice que ya no se preparó más por la falta de recursos económicos, pero a mí simplemente no me gustó la escuela, pues las personas que desean cursar una carrera de nivel profesional lo hacen tengan o no tengan dinero”, asienta Óscar, quien concede una entrevista a La Jornada de Oriente en un stand que tiene detrás de la iglesia de San José de la ciudad capital como parte de la expo–venta de fin de año que se montó en diciembre.
Debido a que decidió no seguir sus estudios de nivel medio superior, este hombre desde adolescente ha trabajado en diferentes oficios, ha sido taquero, albañil, barrendero y carpintero. De este último trabajo aprendió muchas cosas que ahora aplica en su labor como artesano.
Su aspiración en abrir un taller para enseñar a las nuevas generaciones a realizar artesanías y a tocar tambores, entre ellos su especialidad que es el yembé, los cuales elabora a base de madera y cuero de animal.
Considera que requiere por lo menos 100 mil pesos para rentar un local y comprar estantería en donde pueda dar clases de tambor y vender las artesanías que elabora en su casa ubicada en San Juan Totolac.
Entre las artesanías prehispánicas que ofrece Óscar se aprecian aretes con plumas de animales, pulseras de cuero y con caparazón de tortuga, piedras (ámbar, jade, obsidiana, granate, lapislázuli y turquesa), pipas de madera, lámparas que al mismo tiempo se utilizan con incienso para aromatizar un espacio, entre un sinfín de piezas.
Óscar aclara que las piedras que vende es con la finalidad de que la gente le dé un uso ornamental, pues no cree que éstas curen enfermedades de las personas.
“Creo en dios y él es el mero mero que puede curar una enfermedad, no engaño a la gente diciéndole que con las piedras se van a curar”, enfatiza.
De igual manera, refiere que él no mata animales para hacer sus creaciones, pues las plumas y los caparazones de tortuga y de armadillo los compra a personas de Cuetzalan, Puebla, que vienen a Tlaxcala a ofrecerlos.
“Mi trabajo creativo está centrado a preservar lo indígena, creo que debemos mantener nuestras raíces”, asienta con mucha seguridad este hombre de 40 años de edad y quien desde pequeño ha sido autosuficiente con sus gastos, a pesar de no seguir sus estudios.
“A veces me arrepiento de no haber estudiado, pero a veces estoy seguro que fue lo mejor que pude hacer, ya que desde adolescente empecé a ganar dinero de manera honesta y me ha permitido vivir”, expone.
Los instrumentos musicales autóctonos son su pasión, incluso en la charla hace una pausa en su relato para mostrar su habilidad para tocar el yembé.
Un hermano de él le enseñó a tocar el yembé y desde entonces pasa las tardes practicando y desea dejar un legado en los jóvenes tlaxcaltecas.
“Me gusta todo lo relacionado con la cultura indígena, las tradiciones y todo lo que tiene que ver con los pueblos mexicanos, también me he adentrado en aspectos de África y de Estados Unidos de sus culturas naturales”.
Comenta que sus conocimientos en carpintería le ha permitido hacer los tambores y lámparas de madera en donde se puede meter inciensos para aromatizar un espacio, además las decora con objetos para representar los cuatro elementos del planeta que son el agua, fuego, viento y tierra.
También relata que alrededor de 10 años laboró en el Gobierno del Distrito Federal en el área de limpia y su lugar de trabajo era la Central de Abastos.
Destaca que su labor creativa es única en Tlaxcala y por eso llama la atención entre la población. Actualmente ya sólo se dedica a vender sus piezas en el estado, luego de que tiempo atrás anduvo en Michoacán, Guanajuato y Monterrey ofreciendo sus piezas artesanales.
–¿Por qué no se dedica a otra actividad?
–La verdad es que me hace feliz que la gente compre mis piezas porque llevan una parte de mí, responde.
“Lo que quiero es tener un local para vender de manera más formal mis creaciones, pero necesito capital, unos 100 mil pesos, para empezar porque yo fabrico las cosas y sólo gasto para comprar el material”, apunta.