Un solo caso muestra la contradicción que vive el magisterio que en la calle y en la plaza busca agudizar las contradicciones del sistema para que éste no cambie, sino que se mantenga como está.
No importa que los maestros sean del PAN, del PRI, del PRD o de su propio Panal, tampoco marca una diferencia si es del sindicato democrático o del institucional, todos sus integrantes asumen que las prácticas llevadas a cabo son parte de la normalidad institucional.
Llevado a su máxima expresión el caso permite describir lo que ocurre con la relación entre el magisterio y el gobierno federal. Cuando existía un Estado de partido único, los maestros eran parte del Estado corporativo, eran soldados del PRI.
Los maestros no eran sólo trabajadores subordinados del Estado, que es una particularidad para este tipo de profesional, sino que eran también militantes y, por tanto, representantes populares, su identidad tenían una triple vertiente: el sindicato, la ciudadanía y el gobierno.
La pérdida de legitimidad del Estado frente al mercado les permitió cierta libertad que lograron capitalizar desde 1988 hasta romper frontalmente con el PRI en 2000 para irse como fuerza básica del PAN.
El magisterio se convirtió en una fuerza política sin sujeciones de ningún tipo, lo que le permitió negociar con todos los gobiernos. Los maestros eran libres para afiliarse o votar hacia fuera, pero nunca contra sí mismo.
Una fuerte sacudida vivió el magisterio con el regreso del PRI, ya no le pudo vender su fuerza ni como aliado ni como oposición; la única salida que encontró el gobierno federal fue descabezarlo.
El vacío dejado por la maestra fue llenado por el magisterio disidente, quien frente a las reformas mantiene la capacidad de movilización y recibe la simpatía y el apoyo de los institucionales porque nadie desea que cambie el statu quo.
El que una militante del Partido Acción Nacional herede la plaza a su hija, no es un problema del sistema educativo, ni de la calidad, es un derecho sindical que ejerce como maestra y madre. ¡Faltaba más!
Por eso nadie dijo nada; ni los maestros democráticos, ni los institucionales, ni los partidos políticos, ni el gobierno, porque todo es parte de la práctica institucional e institucionalizada.