“Dónde estás Karla, con quién, quién te apartó de mí, hasta dónde estás, quisiera saber si vives o no”, son las preguntas que Olga Tezmol plantea todos los días frente a la fotografía de su hija desde el 16 de enero de 2016, fecha de su desaparición en San Pablo del Monte, y le pide perdón por no haber podido llevarla ese día al colegio.
Se le inquiere si aún es oportuna la recomendación 83/2017 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), de fecha 27 de diciembre de 2018 y publicada el 6 de este mes, en la que este organismo reconoce que hubo dilación en la activación de la Alerta Amber y deficiencias en la investigación de este caso por parte de la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE), así como la violación de derechos de las víctimas y al interés superior de la niñez.
“Es una resolución que debieron haber dado desde un inicio –menciona–, por las denuncias que yo había realizado por la mala atención y las tantas omisiones que hubo en la búsqueda de Karlita”. Este reclamo ya lo hizo a la propia CNDH cuando le notificó sobre esta exhortación dirigida al gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez.
“Pregunté, por qué tres años después; el licenciado me dijo, ya contestó el gobernador y va a seguirla, supuestamente. Pero una cosa es que haya contestado y otra que la cumpla. Hoy en día no sé quién me va a dar respuesta porque esta administración (iniciada en 2017) se puede lavar las manos, quién me asegura que va a seguir las 11 recomendaciones de la CNDH”.
Comentó que el jueves 17 de enero de 2019 recibió la visita de personal de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas en el estado, para realizarle nuevamente un estudio socioeconómico a fin de contestar a la CNDH, y para preguntarle si necesita ayuda psicológica, a la cual se niega en este momento “porque –expresa– es como abrir un libro cerrado. Hacen esto para que la Comisión vea que ya vinieron, solo de trámite”.
–¿La Procuraduría General de Justicia del Estado ya se comunicó con ustedes?
–No. Al inicio del gobierno de Mena, mi esposo, yo y otros padres de familias que pasaron por una situación similar, pedimos una entrevista con (el entonces) procurador Tito Cervantes. Las hijas de esas personas desaparecieron y fueron localizadas, pero con abuso sexual; el gobierno declaró que estaban sanas y salvas, eso no fue cierto.
“Él se comprometió a hacer todo lo posible para encontrar a Karla, pero solo quedó en dicho. Anabel Alvarado Varela, secretaría de Gobierno (en ese momento), pidió tiempo para conocer el caso, pero era lo que yo no podía hacer, esperar, porque ya había pasado un año. Tampoco el gobernador ha tenido tiempo para nosotros, hasta ahora no ha concedido la reunión pedida. Seguimos esperando qué respuesta nos daría, ha sido indiferente”.
–Pero la atención psicológica la necesitan usted, su esposo y sus hijos, es innegable que en estos tres años la vida de toda su familia cambió.
–Completamente, hay días en que no sé cómo manejar esta situación. A veces como que no asimilo lo que estoy viviendo, como que no me cae el veinte que Karla no está y de pronto ese miedo nace otra vez dentro de mí. Me hago muchas preguntas prácticamente todos los días, a las cuales no hay respuesta.
“Como papás nos tenemos que repartir, mi esposo se va a trabajar y yo tengo que cuidar de los otros dos niños y al mismo tiempo buscar a Karlita. He conocido a muchas madres en busca de sus hijos y se han apartado de su familia, cosa que yo no podría porque mis pequeños también me necesitan y reclaman mi presencia”.
–Dicen que las recomendaciones son como las llamadas a misa, ¿usted todavía espera algo de las autoridades?
–El gobernador puede decir que la va a cumplir, pero a mí no me asegura nada. La CNDH me da la razón, ese tipo de errores de la Procuraduría no se deben permitir, porque está en riesgo la vida de muchas niñas y niños, en este caso la de Karlita.
“No es que pierda la esperanza de encontrar a mi hija, pero no pongo en mente ni en corazón que por esta recomendación ellos la busquen. Aquí en Tlaxcala se abren tantas carpetas de investigación, no les dan seguimiento, se quedan así”.
“Si yo fuera a revisar el expediente, porque estoy en todo mi derecho –anota–, iría a encontrar lo mismo, nada nuevo, así como lo dejé, y me van a volver a preguntar lo mismo, es muy desgastante. Si no se han comunicado conmigo es porque no hay nada.
A pesar de lo afectada emocionalmente, la madre de Karla abre las puertas de su hogar a La Jornada de Oriente. Dice estar dolida “porque las palabras siguen clavadas aquí, en el corazón, no solo en la mente”.
Y repasa: “Me decían en la Procuraduría, no se asuste, quizá se fue de pinta o se le va a pasar el capricho, cuando se le acabe el dinero va a regresar. En Antisecuestros nos dijeron, no crea todo lo que le dicen allá afuera, no es cierto que se llevan a las niñas y las prostituyen o que les quitan los órganos, eso es cuento. Los policías decían ¿para qué se llevarían a su hija? Nos quitaron los teléfonos, pienso que para intervenirlos”, menciona.
–¿Usted no deja de descartar que este es un asunto de trata de personas?
–Es muy difícil tocar ese tema, porque cuando recibimos la llamada (anónima) de buscar a la niña en un hotel de Puebla y nos trasladamos para allá, ¡me espanté!
Se estremece. Suelta sollozos. “No me imaginé que esa calle, la 14, estuviera llena de chicas trabajando (como serxoservidoras), de todas las edades; dije, no es posible, yo no conocía este lugar, mi esposo solo me abrazaba”.
“Recordé al comandante que dijo que si hay niñas ahí es por voluntad propia; uno como mamá no quisiera pensar eso, me atormenta todavía más. Cuando la bañaba le decía, este cuerpo es tuyo y nadie más puede tocarlo, siempre le daba recomendaciones”.
Considera que buscar a su hija ha significado poner en riesgo su vida y la de su esposo. También le lastima escuchar el nombre de Alicia Fragoso Sánchez, entonces procuradora de Tlaxcala en el sexenio de Mariano González Zarur, quien la recibió “dos o tres veces”, por intervención del alcalde de San Pablo del Monte, José Isabel Rojas.
“De pronto viene a mi mente su rostro y me causa enojo, una enorme tristeza, porque ella es mujer como mi hija y como yo, pensé que iba a mostrar un poquito de empatía”.
La PGJE –añade– abrió inmediatamente varías líneas de investigación, desde que algún familiar podría estar involucrado hasta problemas maritales entre nosotros los padres o infidelidad, y la de un berrinche de la niña.
“Vinieron, esculcaron toda la casa, destendieron la cama de Karla, revisaron si no había dejado una nota, allá afuera también revisaron, en la cisterna había un bordo de arena, imaginándose que podríamos haberla enterrado ahí; pasaron más días y trajeron los binomios caninos a San Pablo, cuando ya se había borrado toda evidencia, era un día lluvioso. No hicieron las cosas bien desde un principio”.
Apunta: “Dimos tantas pistas y solo se perdió tiempo, nada más nos investigaban a nosotros. Me hicieron dudar de mi esposo. Nos revictimizaron, lo que ellos intentaban era intimidar para ya no insistir. Investigaron si teníamos cuentas bancarias”.
Entre sus brazos arrulla a su otra hija, de apenas 3 años de edad. Rememora el rostro y la sonrisa de Karla. Rompe en llanto y le pide perdón: “Porque a pesar de lo que hemos hecho todavía no estás con nosotros, porque aquél día no te puede ir a dejar a la escuela, no se pudo. Si yo hubiera sabido que alguien te vigilaba, jamás te hubiera dejado, ni exponerte. Pero no nos vamos a cansar de buscarte”.
La familia de la niña desparecida a los 11 años de edad, se ha enfrentado a la crueldad de sus vecinos. “A la fecha rumoran que Karlita ya apareció, pero que no queremos decirlo, yo qué ganaría con eso; otros dicen que es la del volanteo y que por ella se ha hecho ¡tanto escándalo!, o dicen que la pusimos en ridículo”. Posibles testigos se han negado a proporcionar información por temor. “Nos cerraban las puertas”.
Y es que a la fecha, en el barrio El Cristo, donde se localiza el domicilio de esta niña, cercano a la primaria a la que nunca llegó la mañana de ese 16 de enero, los pobladores se muestran herméticos. Al preguntarles por esa casa o alguno de los familiares, responden que no los conocen.
Sostiene que su hija nunca huyó de casa. “Como mamá la conozco y sé que no. Ella no tenía amigos más que los de la escuela, puedo asegurarlo porque siempre he estado con mis hijos; nunca salía sola, no sabía ni bajar al centro de San Pablo”.
El video, proporcionado por la agencia del Ministerio Público en San Pablo del Monte, “que hasta hoy dicen que se perdió, era de la calle 20 de noviembre, el camino diario de Karlita hacia la escuela, no tomaba la otra calle porque siempre estaba muy sola. Lo revisamos varias veces, nunca apareció en la imagen, ni mi hijo que le llevó el desayuno. La pantalla registraba como día el 14 de enero, no el 13, pero nos dijeron que el señor que lo prestó dijo que la fecha estaba mal”, expone.
Deduce que ese video no correspondía al 13 de enero de 2016. “Es ahí donde crece la incertidumbre –remarca–, era un material fundamental para localizar a mi hija”.
También se siente lastimada por algunos medios de comunicación que han tergiversado la información y afectado a la familia, así como de personajes políticos que han pretendido usar el caso como bandera para ganar votos; “eso no lo voy a permitir”.
–¿Qué pesa más, la indiferencia de la población o la ineptitud de las autoridades?
–Las dos partes. La gente piensa, a mí no me va a pasar eso, o que nos pasó porque andábamos metidos en algo; se encargaron de decir que mi esposo tenía una amante y que en venganza agarraron a mi hija, o que él era padrote; o que esto era una prueba de dios para que nos uniéramos porque estábamos a punto de divorciarnos. Si de algo estoy bien segura es que dios no me mandó esta prueba, no lo acepto”.
A largo de estos tres años ha logrado que su hijo varón entienda la razón por la que se ausenta de casa en ocasiones, pero aún no ha encontrado la forma de explicar a la más pequeña dónde está su hermana, a la que solo conoce en fotografías.
“No me pidan que no llore porque me falta Karla. Hay días que no se puede vivir así, porque no sé nada de ella, nada más un día despertó, me dio un beso y le dije que se cuidara, nunca pensé que ese era el último que la iba a ver. Hoy veo esa calle por donde pienso que se fue, siento coraje y miedo; pregunto, en qué lugar te tomaron, ese día tú gritaste y yo no estuve ahí para ayudarte, es un desgaste emocional muy fuerte”.
Intenta sobrellevar a su familia. Le ha costado trabajo reiniciar su actividad en la estética que instaló con la idea de heredarla a Karla. Dedica parte de su tiempo a compartir en redes sociales cada caso de niñas y niños desparecidos para ayudar en la búsqueda.
–Se ha convertido usted en una activista, la vida la llevó a eso
–Eso me dicen, la vida me llevó a esto, pero me pesa tanto que me digan activista, porque en primer lugar soy madre y también tengo que cuidar a mis otros hijos, no puedo enfocarme solo al activismo y olvidarme de mi familia; me ha costado.
“Ya no sabemos a quién más recurrir, de pronto siento que las puertas se me cierran. Yo no mato por Karlita, como coloquialmente se dice, yo quiero encontrarla, no quiero recompensas de nadie, solo a ella”, implora.
–¿Todavía cree en la justicia?
–Tenemos sed de ella, sabemos perfectamente que no existe; para mí no, no creo.
Aun así, demanda a las autoridades “que no se olviden que falta Karla, que no pueden dar como cerrado este caso. Hoy le tocó a ella, no quiero pensar quién sigue mañana”.